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25 de junio de 2014

La Eternidad o la Vida Eterna.

Dies Irae (Dia de Ira)--->
<---Las Glorias del Cielo



La vida eterna es la que comienza inmediatamente después de la muerte de cada persona. Esta vida no tendrá fin; será precedida para cada uno de nosotros por un juicio particular por parte de Jesucristo, como juez de vivos y muertos, y será ratificada en el juicio final. (Catecismo de la Iglesia Católica # 1020, 1051).
En este juicio es donde cada uno tendrá que rendir cuentas de todo lo que hizo en la tierra, es decir todo lo bueno y todo lo malo. Todo quedará al descubierto, y ante nuestro ojos veremos la obra de nuestras manos, por eso en la biblia se habla de cosechar y segar: No os engañéis; de Dios nadie se ríe, pues todo lo que el hombre siembre, eso también cosechará.(Gálatas 6,7).

¿QUÉ ES LA VIDA ETERNA?

Dios quiere que sepamos qué es la vida eterna y que la recibamos con alegría, no quiere que esperemos morir para saberlo. Jesús nos explica qué es la vida eterna y cómo obtenerla.

Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. Juan 17:3

La vida eterna es conocer al ÚNICO Dios Verdadero, y a su Hijo Jesucristo a quién El envió para salvarnos de los consecuencias nefastas del pecado, que es la muerte eterna, es decir el infierno. Cuando conocemos al Dios Verdadero y a Jesucristo como Salvador y Señor, obtenemos la vida eterna, la cual empieza a sonar en nosotros, en el momento que reconocemos esta maravillosa verdad.
Una verdad que no es revelada mediante la carne ni sangre (las personas), sino mediante Dios Padre y a quien Jesucristo se lo quiera revelar.

Dios en el antigüo testamento dice: “Clama a MI, y yo te responderé, y te enseñare cosas grandes y ocultas que tu no conoces”.
Es necesario buscarlo con un corazón dispuesto y humilde, abrir las Escrituras y meditar en ellas; ser pobres de espíritu reconociendo que necesitamos conocer al Dios verdadero y no al dios que nos hemos creado con nuestra mente.
No es creer en Dios lo que nos dará la vida eterna, los demonios también creen en Dios y tiemblan (porque saben que el Día de Ira (Dies Irae) se acerca); sino conocer al ÚNICO Dios Verdadero es lo que nos dará la vida eterna, mediante un encuentro personal e íntimo en nuestro corazón con Jesucristo.

Mediante la oración constante y diaria y la conversación con Dios, tendremos un encuentro íntimo con Jesús y conoceremos al ÚNICO Dios verdadero.

Por eso, la vida eterna es un estado, del cual cada uno de nosotros adquiriremos inmediatamente después de morir. En el momento de morir, la persona tendrá un instante donde se juega su felicidad o condenación eterna. Es decir; nosotros somos los que labraremos nuestra propia felicidad o desgracia eterna, aceptando ó rechazando a Jesucristo como nuestro Salvador.
Es el mismo hombre quién se salva o se condena, Dios no condena a nadie, es más Dios desea, anhela, y quiere la salvación de todos los seres humanos, sin excepción alguna.

Dios anhela fervientemente la salvación eterna de una persona, es más le ruega, le implora, que acepte su Misericordia, y muchas veces unos instantes antes de morir, la persona siente un arrepentimiento interior, una ganas de pedir perdón, que sólo se hace efectiva si el hombre busca ése arrepentimiento y ése perdón.

Sí es así, la persona, siente paz, y Dios en su infinita Misericordia, muchas extiende la vida de persona y le da unas más tiempo, días u horas para llamar al sacerdote, para confesarse y comulgar. Luego la persona está lista para ir al cielo, aunque en su tramo definitivo el diablo querrá arrebatar ésa alma en un intento final, pero la fuerza de la confesión y la comunión hace que el alma se fortifique y rechace totalmente al diablo.

Sin embargo si una persona se mantiene duro de corazón, pensando que Dios no existe, que todo es un invento de los sacerdotes, no abre su corazón a Dios, ó aunque no crea en Dios, la persona abre su corazón con humildad y reconoce que algo hay superior a él, algo que la persona desconoce por ignorancia o por negligencia.

Pero si sigue empecinada y rechaza todo lo que sea de la iglesia y los medios que Dios dispone para la salvación del hombre, y si apesar de todo sigue endurecido y no demuestra un poco de humildad, Dios no puede hacer nada por más que quiera salvarlo, pues el libre albedrío que cada uno tiene en decidir el bien o el mal, se manifiesta plemamente en el momento de abandonar el cuerpo, es decir en la muerte, y de aquí en más así permanecerá para siempre, sin fin.

Es la decisión final de rechazo que tomó la mujer condenada, ver: click aquí---> Carta de un alma condenada.
Y en ése estado de condenación eterna permanecerá y nunca cambiará, en cuerpo y alma, que se manifestará en la resurrección de los cuerpos, en el último día.

DIÁLOGO ENTRE JESÚS Y EL ALMA DESESPERADA

– Jesús: Oh alma sumergida en las tinieblas, no te desesperes, todavía no todo está perdido, habla con tu Dios que es el Amor y la Misericordia Misma. Pero, desgraciadamente, el alma permanece sorda ante la llamada de Dios y se sumerge en las tinieblas aún mayores, no presta atención a los llamados de Dios.

– Jesús vuelve a llamar una y otra vez: Alma, escucha la voz de tu Padre Misericordioso.

En el alma se despierta la respuesta: Para mí ya no hay misericordia, no hay salvación. Y cae en las tinieblas aún más densas, en una especie de desesperación que le da la anticipada sensación del infierno y la hace completamente incapaz de acercarse a Dios y rogarle por su salvación.

Jesús habla nuevamente al alma e insiste porque sabe que se acerca la hora de la muerte, pero el alma está sorda y ciega, empieza a afirmarse en la dureza de corazón y la desesperación.

Entonces empiezan en cierto modo a mover las entrañas de la Misericordia de Dios y sin ninguna cooperación de parte del alma, Dios le da una última y definitiva gracia que la salve del infierno.
Si el alma (persona) la desprecia y la rechaza, Dios no puede hacer nada, la deja ya en el estado en que ella quiere permanecer por toda la eternidad.

Esta gracia sale del Corazón Misericordioso de Jesús y alcanza el alma con su luz y el alma empieza a comprender el esfuerzo de Dios, pero la conversión depende del la persona. Su alma sabe que esta gracia es la última que Dios le proporciona, después de ésto, no hay más Misericordia, después de esta gracia despreciada viene el juicio personal, y más tarde el el día de Ira, que todos los condenados experimentaran llamado Dies Irae.

Si embargo, si la persona muestra un solo destello de buena voluntad aunque sea el más pequeño, el mínimo, la Misericordia de Dios, se despliega y con toda su fuerza y omnipotencia realizará el resto.

– [Jesús]: Aquí actúa la Omnipotencia de Mi Misericordia, "feliz" el alma que aproveche esta gracia.

– Jesús: Con cuánta alegría se llena Mi Corazón cuando un alma vuelve a Mí. La veo muy débil, por lo tanto la tomo en Mis propios brazos y la llevo a casa de Mi Padre.

– El alma como si se despertara: ¿Es posible que haya todavía misericordia para mí? pregunta llena de temor.

– Jesús: Precisamente tú, alma Mía, tienes el derecho exclusivo a Mi misericordia. Permite a Mi misericordia actuar en ti, en tu pobre alma; deja entrar en tu alma los rayos de la gracia, ellos introducirán luz, calor y vida.

– El alma: Sin embargo me invade el miedo tan sólo al recordar mis pecados y este terrible temor que me empuja a dudar en Tu infinita bondad.

– Jesús: Has de saber, oh alma, que todos tus pecados no han herido tan dolorosamente Mi Corazón como tu actual desconfianza. Después de tantos esfuerzos de Mi amor y Mi misericordia por tí, no te fías de Mi bondad.

– El alma: Oh Señor, sálvame Tú mismo, porque estoy pereciendo; sé mi Salvador. Oh Señor, no soy capaz de decir otra cosa, mi pobre corazón está desgarrado, pero Tú, Señor...

Jesús no permite al alma terminar estas palabras, la levanta del suelo, del abismo de la miseria y en un solo instante la introduce a la morada de su propio Corazón, y todos los pecados desaparecen en un abrir y cerrar de ojos, destruidos por el ardor del amor de Jesús.

– Jesús: He aquí, oh alma, todos los tesoros de Mi Corazón, toma de él todo lo que necesites.

– El alma: Oh Señor, me siento inundada por Tu gracia, siento que una vida nueva ha entrado en mí y, ante todo, siento Tu amor en mi corazón, eso me basta. Oh Señor, por toda la eternidad glorificaré la omnipotencia de Tu misericordia; animada por Tu bondad, Te expresaré todo el dolor de mi corazón.

– Jesús: Di todo, alma mía, sin ningún reparo, porque te escucha el Corazón que te ama, el Corazón de tu mejor amigo.
– El alma: Oh Señor, ahora veo toda mi ingratitud y Tu bondad. Tú me perseguías con Tu gracia y yo frustraba todos tus esfuerzos; veo que he merecido el fondo mismo del infierno por haber malgastado Tus gracias.

Jesús interrumpe las palabras del alma y [dice]: No te abismes en tu miseria, eres demasiado débil para hablar; mira más bien Mi Corazón lleno de bondad, absorbe Mis sentimientos y procura la dulzura y la humildad. Sé misericordiosa con los demás como Yo soy misericordioso contigo y cuando adviertas que tus fuerzas se debilitan, ven a la Fuente de la Misericordia y fortalece tu alma, y no pararás en el camino.

– El alma: Ya ahora comprendo Tu misericordia que me protege como una nube luminosa y me conduce a casa de mi Padre, salvándome del terrible "infierno" que por muy justo he merecido no una sino mil veces. Oh Señor, la eternidad no me bastará para glorificar dignamente Tu misericordia insondable, Tu compasión por mí.

SEÑOR SON POCOS LOS QUE SE SALVAN.


LA CLAVE FUNDAMENTAL PARA LA VIDA ETERNA

Es aceptar a Dios, a Jesucristo. Es aceptar su Misericordia inmediatamente después de la muerte de cada persona.
Convencernos de que sin Jesucristo no hay salvación. Él es el único que salva nuestra alma del infierno eterno.
No busquemos en ningún otra la salvación de nuestra alma, sino solamente en Jesucristo, Dios, Señor y Salvador nuestro.
¿Cómo ejercitar la Misericordia de Dios en nosotros?

Ejercitando la oración diaria, el rezo del Santo Rosario, de la Coronilla de Jesús Misericordioso, del Vía Crucis, del Rosario de las Santas Llagas de Jesús, etc, ó cualquier oración.

Ejercitar tanto las obras de misericordia espirituales como corporales;
ejercitando el amor al prójimo, ayudando a quien tenemos cerca. Rezando por las necesidades del mundo entero, por los difuntos, por las almas del purgatorio, por los agonizantes, etc.
Ofreciendo nuestras oraciones al Padre Eterno através de Jesucristo y por los méritos infinitos de su dolorosa pasión.
Ofrecer también todos los sufrimientos que Dios quiera permitir en nosotros. Aceptándolo con paciencia y resignación. Cuando nos llegue la hora del sufrimiento, nada mejor que la oración constante a Jesús y María.
Y las oraciones por excelencia son el Vía Crucis, y Rosario, la Coronilla. Así y de esta forma, si somos misericordiosos, Dios lo será mucho más en el momento de nuestra muerte.

EL MILAGRO DEL ARREPENTIMIENTO

Después de que Dios nos llama, el arrepentimiento es el primer paso en nuestra relación con Dios. Sin el arrepentimiento, nos encontramos apartados de nuestro Padre: “He aquí que no se ha acortado la mano del Eterno para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestros pecados han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír” (Isaías 59:1-2).

Sin embargo, él quiere que todos se arrepientan y se conviertan en hijos suyos (2 Pedro 3:9; Juan 1:12). Para que esto pueda suceder, Dios en su gran misericordia empieza a guiarnos al arrepentimiento (Romanos 2:4).
Cabe de notar cómo el apóstol Pedro enseñó a quienes Dios estaba llamando. En su primer sermón, el cual predicó en la Fiesta de Pentecostés, Pedro dijo: “Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificastéis, Dios le ha hecho Señor y Cristo”.

Aquellos que le escuchaban “se compungieron de corazón” y preguntaron a Pedro y a los demás apóstoles: “Varones hermanos, ¿qué haremos?” Pedro respondió: “Arrepentíos, y bautícese cada uno vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:36-38).

Pero ¿qué significa arrepentirse?

Entre las definiciones se incluyen:

1°- apartarse afligido de la antigüa forma de actuar;

2° - cambiar positívamente el modo de pensar;

3° - sentir profundo remordimiento o contrición de muestras malas acciones;

4° - entristecerse reconociendo uno mismo su culpabilidad ante Dios;

5° - aborrecer los pecados anteriores;

6° - alejarse completamente del pecado y de las ocasiones de pecar.

La Biblia describe el arrepentimiento como un profundo reconocimiento de nuestros pecados y la consiguiente tristeza que nos hace cambiar nuestro modo de pensar y actuar. El apóstol Pablo lo explicó de esta manera: “Porque la tristeza que es conforme a la voluntad de Dios produce un arrepentimiento que conduce a la salvación, sin dejar pesar; pero la tristeza del mundo produce muerte". (2 Corintios 7: 10).
La tristeza del mundo es superficial, de manera que no produce un cambio verdadero y permanente. Pero la tristeza que es según Dios nos permite ver cuán perversos somos como humanos; nos hace poner nuestra esperanza en Dios y nos lleva a hacer un compromiso profundo que realmente transforma nuestro modo de pensar y actuar.

La esencia del arrepentimiento es el cambio: dejar nuestra antigua forma de vivir para obedecer y servir a Dios. Pedro, en el sermón que citamos anteriormente, describió el arrepentimiento como una profunda y sincera expresión de sumisión a Dios. Esto es el resultado de haber reconocido nuestra culpabilidad ante Dios y lo que Jesús hizo como nuestro Salvador personal para reconciliarnos con el Padre (Romanos 5:8-10; 2 Corintios 5:18-20).
El arrepentimiento nos une al Padre y a Jesucristo en una relación extraordinaria.

En lo que se refiere a nuestra relación con Dios, debemos comprender desde un principio que el arrepentimiento es en sí un milagro. Vemos en la Biblia que la oportunidad de arrepentirnos es un don de Dios, que sólo es posible cuando él nos trae hacia sí. Jesús lo dijo claramente:
“Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere...” (Juan 6:44).
Es imposible que un ser humano, basado en sus propias fuerzas e intelecto, entregue su voluntad completamente a Dios.
Humanamente, no podemos comprender la profundidad del cambio que Dios desea en nuestra mente y corazón. Necesitamos ayuda incluso para entender lo que es el pecado. Por eso Dios tiene que concedernos el arrepentimiento (Hechos 11:18; 2 Timoteo 2:25).

Además, necesitamos la fuerza de voluntad —tanto el deseo como la decisión— de arrepentirnos. Este deseo también viene de Dios, “porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Filipenses 2:13).

Aunque Dios “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4), él no obliga a nadie a arrepentirse. Su benignidad y bondad nos guían al arrepentimiento (Romanos 2:4), pero él no decide por nosotros; la decisión sigue siendo nuestra. Quienes sinceramente se arrepienten se dan cuenta muy pronto de que Dios está obrando activamente en su vida, trabajando en ellos, para crear un profundo deseo de realizar los cambios necesarios para agradarle.

Queriendo saber qué es lo que Dios espera de ellos, estudian la Biblia, ejercen obras de misericordia, se entregan a la oración y la meditación de la Palabra de Dios, para así comprender mejor su voluntad. Tales personas desean someterse a Dios y vivir de acuerdo con sus instrucciones.

El estudio diligente y sincero de la Palabra de Dios, junto con un fuerte deseo de someternos a su voluntad, pronto nos permite ver dentro de nosotros los mismos deseos egoístas que dominan el comportamiento y la forma de pensar de todo ser humano. Empezamos a reconocer la influencia penetrante que tiene la “mente carnal”, como la llamó el apóstol Pablo (Colosenses 2:18), en nuestro pensar y actuar.

Pero primero, Dios tiene que convencernos del pecado (Juan 16:8) para que podamos arrepentirnos y así comprender cuán alejados estamos de sus caminos. Debemos ver el pecado dentro de nosotros y reconocer la hostilidad tan arraigada que tenemos contra Dios y sus leyes, “por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden” (Romanos 8:7).

Reconocer el pecado en nosotros constituye un avance muy significativo, pues el primer paso para cambiar un mal hábito o evitar una mala acción es reconocer y aceptar que existe un problema. Debemos estar dispuestos a reconocer nuestras faltas y aceptar nuestra culpabilidad: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros” (1 Juan 1:9-10).

EL FINAL DEL CAMINO DEL SER HUMANO ES EL REINO DE DIOS

Todo cristiano sabe el final de este mundo es el Reino de Dios y la vida eterna, el final de nuestro viaje espiritual. Debemos tener en cuenta que el Reino de Dios constituye el tema central del evangelio que enseñó Jesucristo. En Marcos se nos dice que “Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” Mc 1:14-15.

Después de su resurrección, Jesús siguió hablando a sus discípulos acerca del Reino de Dios y cual era nuestra meta en este mundo, que la muerte no es el fín del hombre(Hechos 1:3).
Jesucristo regresará nuevamente a la tierra y establecerá el Reino de Dios: “El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 11:15).

El Reino de Dios gobernará literalmente sobre toda la tierra, reemplazando a todos los gobiernos y autoridades humanas: “El Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero Él permanecerá para siempre” (Daniel 2:44).

Los primeros cristianos tenían los ojos puestos fijamente en el futuro Reino de Dios. El apóstol San Pablo declaró: “El Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para su reino celestial” (2 Timoteo4:18).

Y en Hechos 8:12 se explica que esta era una de las principales razones por las cuales la gente creía a Dios y se bautizaba: “Cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres”. Hoy, nosotros también debemos creer el evangelio y luchar por obtener la vida eterna no sólo para nosotros, sino para toda la humanida.(Marcos 1:15).

Heredaremos todas las cosas si permanecemos fieles a Dios durante toda nuestra vida aquí en la tierra, compartiremos con Cristo el papel de reyes y sacerdotes en su reino venidero (Apocalipsis 1:6).

Tenemos la enorme esperanza y la gran alegría de ser transformados en cuerpo y en espíritu en la resurreción de la carne y de recibir la vida eterna (1Tesalonicenses 4:14-17; 1Corintios 15:50-54).

Como hijos de Dios ya transformados en nuevo cuerpo y en espíritu fuerte, heredaremos “todas las cosas” —el universo entero— junto con Jesucristo (Hebreos 2:6-8; Romanos 8:17; Mateo 5:5; Apocalipsis 21:1-7)

Aunque en esta vida el ser humano, arrastrado por la corriente del mundo, puede negar y rechar a Dios, y así perder la salvación eterna, Dios habla acerca de nuestra salvación con muchos hechos.
A los que estén dispuestos a dedicarle su vida, a todos aquellos que recurran a Dios en momentos de dificultades, Dios les ofrece una maravillosa perspectiva:
"En él también vosotros, cuando oyeron el mensaje de la verdad, el evangelio que les trajo la salvación, y lo creyeron, fueron marcados con el sello que es el Espíritu Santo prometido. Éste garantiza nuestra herencia hasta que llegue la redención final del pueblo adquirido por Dios, para alabanza de su gloria".(Efesios 1:13-14).

Mientras busquemos activamente la voluntad de Dios y permitamos que el Espíritu Santo obre en nuestra vida, nuestra salvación futura está garantizada. Sí, Dios promete ayudarnos en cada paso del camino si nos arrepentimos y tenemos mucha confianza y fe, en que Él perdonará nuestros pecados, si nos bautizamos y esperamos en Dios, y si buscamos primeramente su reino venidero.

Dios nos hace una invitación y una promesa por medio del profeta Isaías: “Buscad al Eterno mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase al Eterno, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar” (Isaías 55:6-7).

En 2 Tesalonicenses 2:13-15, Pablo escribió: “Nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra”.

Si Dios nos llama permanentemente, no cesa de llamarnos ni un instante de nuestra, muchas veces Dios utiliza la enfermedad o alguna desgracia para mover el corazón duro y ciego del hombre que enceguecido por el mundo.
El apóstol San Pedro también escribió: “Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás en pecado. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 1:10-11).

¡Este es el único camino a la vida eterna, la plena confianza en Jesucristo y el amor a su Santísima Madre la Virgen María!

SANTA FAUSTINA KOWALSKA Y LA VIDA ETERNA

De los escritos de Santa Faustina, apostol de la Divina Misericoridia.

Una vez, Jesús me habló de un sacerdote que esos años (1934) tendría sufrimientos y serían un adorno de su vida sacerdotal. Los días de los sufrimientos parecen siempre más largos y que nunca terminan, pero también los días pasarán aunque lo hagan despacio, de manera que a veces nos parece que más bien van para atrás y no par adelante.
Pero el fin del sufrimiento en algún momento llegará y después vendrá un gozo eterno e inexpresable.

La eternidad, ¿quién puede concebir y comprender al menos esta palabra que proviene de Tí, oh Dios inconcebible, es decir, la eternidad?

Si la humanidad hiciera un momento de silencio y los hombres nos detuviéramos a pensar un poco sobre la eternidad, el mundo ciertamente no sería el que ahora es, y no serían tantos los que se condenan. Porque efectivamente da vértigo al meditar en esta realidad de lo eterno, porque al final de todo sólo quedarán dos cosas:
Cielo e infierno, ambos eternos.

¿Y nosotros en cuál de los dos abismos estaremos para siempre?

Pero no es que Dios, caprichosamente nos envíe a uno de estos dos lugares, no, sino que iremos donde mereceremos ir con toda justicia por la vida que llevamos en la tierra, y cómo estamos con Dios en el mismo momento de la muerte.
Así que estamos a tiempo todavía, porque el Señor nos da tiempo para meditar en esta realidad de la eternidad, para que luchemos esforzadamente para que sea una eternidad de luz, amor y felicidad, y no de horror y dolor.

Acojamos en nuestro corazón la Misericordia de Dios, que nos quiere en el Cielo, junto a Él, para que vivamos felices para siempre, junto a nuestros seres queridos.

Cuando estemos sufriendo, levantemos la mirada e intentemos aún en los momentos malos, de ver la eternidad, de meditar en la eternidad, en el cual encontraremos enorme alivio. La eternidad es tan inmensa, que no tiene comparación alguna, con lo que sufrimos de este mundo. Y es preferible sufrir aquí en la tierra algunos años, o muchos años, antes que padecer por toda la eternidad sin mérito alguno.

Jesús, en Vos confío.

EL ATRIBUTO MAS IMPORTANTE DE DIOS, LA MISERICORDIA

Los atributos son las cualidades o perfecciones que descubrimos en Dios y constituyen su esencia y ser.
De los atributos podemos decir que son diferentes denominaciones de una sola y simplicísima esencia de la perfección divina.

Pero el atributo más importante y la de mayor transcendencia es la de ser "MISERICORDIOSO".
La Misericordia es el atributo más importante de Dios.
Luego le sigue la Bondad, y por último el Amor.

Por lo tanto los atributos más importantes de Dios son:

El de ser un Dios Misericordioso.

El de ser un Dios Bondadoso.

El de ser un Dios Amoroso.

Pero el más destacable y más importante es su Misericordia. Pues la Misericordia de Dios lo encierra todo. Su Bondad y su Amor son excelentísimos, pero la Misericordia lo trasciende todo.

DIOS ES MISERICORDIOSO

La Misericordia es la disposición a compadecerse de los trabajos y miserias ajenas. Se manifiesta en la amabilidad, en la asistencia al necesitado, y especialmente en el perdón y la reconciliación. Es más que un sentido de simpatía, es una práctica de amor. La misericordia es también un sentimiento de pena o compasión por los que sufren, que impulsa a ayudarles o aliviarles; en determinadas ocasiones, es la virtud que impulsa a ser benévolo en el juicio o castigo. Dios es Misericordioso por excelencia y así lo demuestra la biblia:

Salmo 86 (85), 15: Dios misericordioso y clemente, magnánimo y de gran piedad.

Salmo 103 (102), 8: Dios es piadoso y benigno..... clementísimo......

Salmo 119 (118), 156: Muchas son tus ternuras, Oh, Dios, por tus juicios, vivifícame.

Salmo 136 (135): Famoso canto de acción de gracias reconociendo la bondad de Dios. ¡Dad gracias a Dios, porque es bueno, porque es eterno su amor!

Salmo 145 (144), 15-17: Los ojos de todos fijos en ti, esperan que les des a su tiempo el alimento; abres la mano tú y sacias a todo viviente a su placer. Dios es justo en todos sus caminos, en todas sus obras de Misericordia.

Isaías 49, 15: ¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido.

Rom 8, 32: El que no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con él graciosamente todas las cosas?

Además por la Misericordia de Dios los seres humanos obtenemos el perdón de nuestros pecados y por ende la vida eterna.

DIOS ES BONDADOSO

La Bondad que nosotros podemos tener es por participación de la de Dios, Él la tiene por esencia. Dios no es solo bueno, sino la bondad misma y el mismo amor. Por eso dijo Jesucristo: Nadie es bueno, sino sólo Dios. (Mc 10, 18) La bondad de Dios se diferencia de la del mismo sol. La pared solo tiene luz porque la recibe del sol, el cual no solo tiene luz, sino que es la misma fuente de la luz. Los seres creados solamente son buenos porque Dios les comunica su bondad. Dios es el supremo bien.

San Agustín afirma que nosotros existimos porque Dios es bueno. Y esto lo afirma el santo amparándose en el amor de padre que Dios nos tiene. Mucho ama un padre a sus hijos, pero más nos ama a nosotros. Por eso fácilmente podemos decir que el amor que Dios tiene a sus criaturas equivale a desearles todo bien y hacerles beneficios. ¿Cuáles son estos beneficios? Pues son grandes e innumerables. En el orden natural: la existencia, la conservación de la vida, la salud, los bienes de la tierra..... En el orden sobrenatural: los dones de la gracia... y al final de nuestros días, la vida eterna que nos tiene preparada.

San Francisco de Sales decía: la fuente del amor de Dios está siempre inexhausta, y no mengua aunque saquen de ella millones de hombres.

Al ver que Dios es tan bueno con nosotros nuestro deber es agradecer, corresponder a su gran amor. Amándole sobre todas las cosas, y debemos amarle,no precisamente porque tiene un mandamiento que nos dice: Amarás al Señor tu Dios con toda tu alma...., sino porque Él nos amó primero. (I Jn 4, 19).

La religión cristiana se resume en amar a Dios en sí mismo y amarle en el prójimo. En el amor al prójimo entran amigos y... enemigos.

Tampoco debemos olvidar que la Misericordia de Dios sobreabunda en el perdón. (Cfr. Lc 6, 36-38: «Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá.)

DIOS ES AMOROSO

La Biblia nos dice que “Dios es Amor” (1 Juan 4:8). ¿Cómo podemos comprender este Amor? Hay muchos pasajes en la Biblia que nos dan la definición de Dios del amor. El versículo mejor conocido es Juan 3:16: “Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna”.

Otro gran versículo sobre el amor de Dios se encuentra en Romanos 5:8: “Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros”. En este versículo y en Juan 3:16, no encontramos condición alguna de la cual dependa el amor de Dios por nosotros. Dios no dice: “Tan pronto como limpies tus acciones, te amaré”; ni tampoco dice: “Sacrificaré a mi hijo si prometes amarme”.

Dios es Amor puro, y su amor es muy diferente al amor humano. El amor de Dios es incondicional y no se basa en sentimientos o emociones. No nos ama porque nosotros seamos fáciles de amar o porque le hagamos sentir bien; él nos ama porque él es Amor. Él nos creó para tener una relación amorosa con él y sacrificó a su propio hijo Jesús (quien también estaba dispuesto a morir por nosotros) para restaurar esa relación con Dios Padre.

Dios, nuestro Padre Celestial, nos ama más de lo que que podemos imaginar. Podemos ir en pos de Él cuando necesites aceptación, cuando necesites aprobación y cuando necesites atención.

Dios Amoroso ha visto cada momento de tu vida. Él ha sido testigo de cada palabra que has dicho — buena o mala — y cada herida que has experimentado. Dios conoce cada temor, cada pecado y cada dolor que has sentido alguna vez.

A diferencia de nuestros padres humanos, Dios conoce todos los pensamientos que hemos tenido y los ha comprendido perfectamente. Debemos acudir a Él, porque Él es un Padre dedicado, constante, Amoroso y más que competente. Nunca te dejará solo, siempre estará con nosotros en las buenas y en las malas.

Tal vez, has permitido que las experiencias con nuestros padres humanos hayan deformado o nublado el entendimiento del Padre Celestial y piensas que Dios es insensato, no confiable y despreocupado. Estamos equivocado, pero aún así, Dios nos ama tal cual somos y sin medida, porque Dios es Amor.

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