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1 de febrero de 2012

La vida después de la muerte.

Carta de un alma condenada. Carta del más allá.--->
<---¿Cuántas personas mueren por día en el mundo?


Todos los seres humanos llevamos una inquietud dentro nuestro, y alguna vez nos hemos preguntado, ¿qué sucede después que morimos? ¿Que hay detrás la muerte?.
Lo cierto es que ya se tienen registros verdaderos y aprobados de una vida totalmente distinta a la vida actual, después que dejamos de existir como personas.
Dado que para muchos resulta un tema fascinante y misterioso, el tratarlo no resulta para nada fácil si se quiere hacer desde una óptica objetiva y científica, dejando a un lado las creencias personales o religiosas, y concentrándose solamente en qué sucede con nosotros, con nuestra existencia, con nuestros cuerpos cuando dejamos de tener vida.

Se ha tejido la posibilidad de no involucrar la religión o las creencias de cada de casa persona, pero es en vano, no se puede separar.
La fe en algo o alguien va acompañada con el ser humano desde el primer momento de su nacimiento, y se desarrollará durante toda su vida.

Aunque muchas veces se diga que no cree en nada, que es agnóstico, que Dios no existe, que no hay vida después de la muerte y que todo se termina, que todo es un cuento de los curas, la realidad le demuestra que no es así, que está equivocado.

El hecho de negar la verdad, es realidad está afirmando que hay "algo", que la persona desconoce, y que no quiere o no le conviene saber, debido a si hay algún premio o castigo o no hay nada, sea cual fuere la respuesta, aveces no quiere saberlo, ya sea por desinterés, por carecer de cultura o simplemente por que no interesa.

La posibilidad de la existencia de un espíritu inmortal que perdura más allá de la muerte del cuerpo físico es algo que se han planteado gran cantidad de pensadores, filósofos y científicos a lo largo de la historia, Platón, Sócrates, Sto. Tomás de Aquino, Newton, Emanuel Swedenborg, Einstein, etc...

Pero es en los últimos 30 años cuando el tema despertó el interés de la comunidad científica, sobretodo a raíz de la publicación del libro del Dr. Raymond A. Moody, “Vida después de la Vida”, donde se recogen multitud de testimonios de personas que relatan sus experiencias en situaciones de “muerte aparente”, o como otro autores han querido llamar “experiencias cercanas a la muerte”.

Conscientemente se debe tomar el tema con rigor científico, y por ende algunos aspectos están basados únicamente en la fe, en la creencia religiosa de cada persona pero que merecen la pena, desde un punto de vista personal, tener en consideración; absolutamente todas las religiones tanto de Occidente como de Oriente, de una manera u otra defienden la división del ser humano en dos partes perfectamente diferenciadas, una material (el cuerpo físico), y otra espiritual (el alma) que perdura mas allá de la muerte del cuerpo físico.

Entender la inmortalidad del alma nos permite vivir la vida de otra forma, viendo los acontecimientos que nos rodean desde otra perspectiva totalmente distinta, y dejamos de la ése temor a la muerte.
Posiblemente si algún día la ciencia pudiera demostrar sin lugar a dudas qué sucede con nosotros después de la muerte, el hombre se comportaría de otra manera muy distinta a como lo hace actualmente, sabiendo que aquello que hace a los demás y a su entorno, le repercute directamente como si se lo hiciese a si mismo.

Es por esta razón por la que debemos reflexionar utilizando todos los medios que tenga a mi alcance. Se han organizado congresos sobre “Vida después de la Vida” a partir del año 2001, y ya estamos seguro de que seguirán tratando el tema.

“Cuando me acueste en la tumba, podré decir como tantos otros:
¡he terminado mi jornada!.
Pero no diré que he terminado mi vida, no!. Mi jornada comenzará al otro día, a la mañana, en el otro mundo!.
La tumba no es un callejón sin salida, no, es una avenida que se te lleva hacia el más allá, hacia el crepúsculo y se vuelve a abrir en la aurora, a una nueva vida.”
VICTOR HUGO.

EXPERIENCIAS DE MUERE APARENTE, POR EL DR. MOODY.

RAYMOND A. MOODY tiene los doctorados de filosofía y medicina, además de ser psiquiatra. Fue el primer médico que estudió de modo sistemático los fenómenos de supervivencia a la muerte corporal y sus fenómenos.

Por sus innumerables relatos de sus pacientes y gente que ha querido contar lo que le ha ocurrido al tener una experiencia cercana a la muerte, el Dr. Moody es la persona más aceptable y más creíble científicamente en cuanto a este tema se refiere.

¿Son suficientes los testimonios de algunas personas para poder afirmar que existe vida después de esta vida?.

En primer lugar tendríamos que analizar si las experiencias que relatan los individuos que han estado en este estado de “muerte aparente”, son reales y no son fruto de la imaginación, las drogas administradas en los hospitales, o como afirman algunos investigadores las endorfinas liberadas por el organismo en estos estados de coma.

Muchos científicos en el tema, no acaban de ponerse de acuerdo, pero cada vez son mas los que afirman que son experiencias reales que de ninguna forma pueden ser producidas por ninguna sustancia narcótica y que se dan en situaciones de muerte clínica, es decir, en ausencia de constantes vitales y presentando encefalograma plano.

En esta situación, donde no hay actividad cerebral, y el corazón parece detenerse:

¿cómo es posible que estas personas recuerden escenas y situaciones, que incluso se producen a varios centenares de metros de donde se encuentra su cuerpo en una cama del hospital?.

¿Hasta qué punto se puede hablar de alucinaciones, si posteriormente se comprueba que lo que relata el paciente ha ocurrido en realidad?.

A medida que avanzan las técnicas para descifrar el enigma de qué sucede después de la muerte, van apareciendo nuevas formas de “comunicarnos”.
Aunque los investigadores no están en condición de afirmar la procedencia “sobrenatural” de estos fenómenos desde un punto de vista estrictamente científico, cada vez son más los que desde una óptica menos racionalista piensan que existe un mundo espiritual, o un mundo donde la vida se da en otro plano, y con algunas características particulares pero que todavía no lo podemos entender y se cree con mayor firmeza, que es desde éstos lugares donde proceden éstas comunicaciones.

Si bien los mensajes recibidos a través de las personas que han experimentado la muerte cercana son muy breves, y no permiten una comunicación fluida con supuestas entidades del “otro lado”, ciertas comunicaciones se prestan más al diálogo entre personas y éstas entidades.

EL FONÓMENO DE LA MUERTE

A pesar del interés, sigue siendo cierto que a muchos de nosotros nos es muy difícil hablar de la muerte, y ello principalmente por dos razones. Una de ellas es de carácter psicológico y cultural: es un tema prohibido ya que a muchas personas no les gusta el tema de la muerte.

Asimismo, hablar de la muerte puede considerarse, a nivel psicológico, como otra forma de aproximación indirecta. Sin duda, mucha gente siente que hablar de ella equivale a evocarla mentalmente, a acercarla de tal forma que haya que enfrentarse a la inevitabilidad de propio fallecimiento.
Por tanto, para ahorrarnos el trauma psicológico de la muerte, decidimos evitar el tema siempre que nos sea posible.

Quizá la analogía más común sea la comparación entre muerte y sueño. Morir, nos decimos, es como dormirse.
Otros prefieren una analogía diferente, aunque de algún modo relacionada. El morir, dicen, es como olvidar. Al morir se olvidan todas las aflicciones; se borran todos los recuerdos dolorosos.

Dormir es una experiencia positiva y agradable porque va seguida del despertar.
Una noche de sueño profundo permite que las horas que siguen sean más agradables y productivas. Sin la condición del despertar no existirían los beneficios del sueño.

Algunos admiten la noción de que la muerte sea la aniquilación de la conciencia.
Otros, con igual seguridad, que es el paso del alma o mente a otra dimensión de la realidad.

En 1965, cuando era estudiante de filosofía en la Universidad de Virginia, conocí a un profesor de psiquiatría de la facultad de medicina.
Más tarde lo oí relatar su historia a un pequeño grupo de estudiantes interesados.
Donde contaba su experiencia que tuvo de una muerte aparente y que estuvo el plano del más allá.
Posteriormente, me enteré de que había estado «muerto» -en dos ocasiones, con diez minutos de intervalo- y que hizo un fantástico relato de lo que le ocurrió en aquel estado. Quedé muy impresionado por todo su relato.

Un día, al acabar la clase, un estudiante me detuvo para hablar conmigo. Me preguntó si podíamos discutir el tema de la inmortalidad. Le interesaba porque su abuela había “muerto” durante una operación y le contó una sorprendente experiencia.
Le pedí que me hablara de ella y, para mi sorpresa, me relató casi la misma serie de
acontecimientos que había oído al profesor de psiquiatría unos años antes.

Quedé realmente sorprendido cuando descubrí que, de cada clase de treinta alumnos, uno al menos venía a verme después de la lección y me contaba una experiencia personal cercana a la muerte.
Lo que más me llamó la atención desde que se despertó mi interés fue la gran similitud de las historias, a pesar del hecho de haber sido vividas por gente de muy diversos antecedentes religiosos, sociales y culturales.

En estos momentos conozco unos ciento cincuenta casos de este fenómeno. Las experiencias que he estudiado pertenecen a tres categorías distintas:

1) Experiencias de personas que han resucitado después de que sus médicos las consideraron clínicamente muertas.

2) Experiencias de personas que, en el curso de accidentes o enfermedades graves, han estado muy cerca de la muerte física.

3) Experiencias de personas que, al morir, hablaban con otras personas que se encontraban presentes, como parientes, amigos o conocidos que vienen a recibirlo.

Posteriormente, estas últimas me informaron del contenido de la experiencia de la muerte.
De los casos elegidos, los del tipo primero -en los que se produce realmente la aparente muerte clínica- son más dramáticos que los del segundo -en los que sólo hay
un encuentro cercano con la muerte-.

Siempre que he dado conferencias sobre el fenómeno, los episodios de los «muertos» han atraído casi todo el interés. He leído algunas críticas en la prensa en las que me sugerían que sólo debía tratar de ellos.

LA EXPERIENCIA DE LA MUERTE

A pesar de las diferencias en las circunstancias que rodean los casos próximos a la muerte y en los
tipos de personas que los han sufrido, sigue en pie el hecho de que hay una notable similitud entre los relatos
de las experiencias. De hecho, las similitudes entre los distintos informes son tan grandes que pueden elegirse fácilmente quince elementos separados y recurrentes entre el grupo de historias que he recogido. Sobre la base de esta semejanza, construiré una experiencia breve, teóricamente «ideal» o «completa», que encierre todos los elementos comunes en el orden en que se han producido.

Un hombre está muriendo y, cuando llega al punto de mayor agotamiento o dolor físico, oye que su doctor lo declara muerto.
Comienza a escuchar un ruido desagradable, un zumbido chillón, y al mismo
tiempo siente que se mueve rápidamente por un túnel largo y oscuro.
A continuación, se encuentra de repente fuera de su cuerpo físico, pero todavía en el entorno inmediato, viendo su cuerpo desde fuera, como un espectador.

Desde esa posición ventajosa observa un intento de resucitarlo y se encuentra en un estado de excitación nerviosa.
Al rato se sosiega y se empieza a acostumbrar a su extraña condición.
Se da cuenta de que sigue teniendo un «cuerpo», aunque es de diferente naturaleza y tiene unos poderes distintos a los del cuerpo físico que tenia en la tierra y que ahora ha dejado atrás.

Enseguida empieza a ocurrir algo sorprendente. Otros vienen a recibirlo y ayudarlo. Ve los "espíritus" de parientes y amigos que ya habían muerto y aparece ante él un Espíritu amoroso y cordial que nunca antes había visto -un ser luminoso-.

Este ser, sin utilizar el lenguaje, le pide que evalúe su vida y le ayude
mostrándole una panorámica instantánea de los acontecimientos más importantes.
En determinado momento se encuentra aproximándose a una especie de barrera o frontera que parece representar el límite entre la vida terrena y la otra.

Descubre que debe regresar a la tierra, que el momento de su muerte no ha llegado
todavía.
Se resiste, pues ha empezado a acostumbrarse a las experiencias de la otra vida y no quiere regresar.
Está inundado de intensos sentimientos de alegría, amor y paz. A pesar de su actitud, se reune con su cuerpo físico y vuelve a la vida de antes.

Trata posteriormente de hablar con los otros, pero le resulta problemático hacerlo, ya que no encuentra palabras humanas adecuadas para describir los episodios sobrenaturales.
También tropieza con las burlas de los demás, por lo que deja de hablarles.
Pero la experiencia afecta profundamente a su existencia, sobre todo a sus ideas sobre la muerte y a su relación con la vida.

Hay que tener en cuenta que el relato anterior no trata de ser una representación de la experiencia de una persona. Más bien es un «modelo», un compuesto de los elementos comunes encontrados en muchas historias.
Lo he incluido aquí como idea preliminar y general de lo que puede experimentar una persona que está muriendo. Pero no es el único ejemplo.

A pesar de las sorprendentes similitudes entre los diversos relatos, ninguno de ellos es idéntico aunque algunos se aproximen notablemente.
El orden en que una persona muerta pasa a través de los diversos estadios antes delineados puede variar del que ocupa en el «modelo teórico».

Por ejemplo, varias personas afirman haber visto al ser luminoso antes, o al tiempo de abandonar el cuerpo físico, en lugar de como en el modelo, donde se produce poco después.
Sin embargo, el orden que he dado es bastante típico y las variaciones no son frecuentes.
Dentro de este marco de referencia, examinemos algunos de los estadios y acontecimientos mas comunes a la experiencia de la muerte.

Un estudiante me hizo dos preguntas interesantes;

He oído que al cabo de cinco minutos la reanimación es imposible, y, sin embargo, usted dice que algunos de los entrevistados estuvieron «muertos» hasta veinte minutos.

¿Cómo es posible?

La mayor parte de los números y cantidades que se citan en la práctica médica son valores medios y no deben tomarse como absolutos.
La cifra de cinco minutos que con frecuencia oímos es un promedio.
Es una norma clínica no intentar la reanimación después de cinco minutos porque, en la mayor parte de los casos, puede haberse producido algún daño cerebral por falta de oxígeno.

Sin embargo, como es un promedio, puede esperarse que existan casos individuales a ambos extremos. Incluso he encontrado casos en los que la reanimación se produjo después de veinte minutos, sin que de ello resultara dañado el cerebro.

¿Algunos de ellos estuvieron realmente muertos?

Una de las razones principales por las que esa cuestión es tan confusa y difícil de responder es que hay un problema semántico en relación con el significado de la palabra «muerte».

Como revela la reciente controversia en torno a los trasplantes de órganos, la definición de la «muerte» no está establecida ni siquiera entre los profesionales en el campo de la medicina.
Los criterios no varían sólo entre abogados y médicos, sino entre los mismos médicos y de hospital a hospital.
La respuesta dependerá, por tanto, de lo que se entienda por «muerte».
Será provechoso examinar aquí las tres definiciones y hacer un comentario de ellas.

INEFABILIDAD; imposibilidad de expresarlo verbalmente.

Los acontecimientos que han vivido los que se han encontrado próximos a la muerte están fuera de esa comunidad de experiencia, por lo que es de esperar que se encuentren con dificultades lingüísticas para expresar lo que les ocurrió.

Ciertamente, las personas implicadas caracterizan uniformemente sus experiencias de inefables; es decir, “inexpresables”.
Muchos han observado a este respecto que no existían palabras para lo que estaban intentando decir o que no conocían adjetivos y superlativos para describirlo.
Una mujer me lo resumió muy bien con las siguientes palabras:

Me encuentro con verdaderos problemas cuando trato de contárselo, pues todas las palabras que conozco son tridimensionales.
Conforme tenía la experiencia, pensaba: «Cuando me hallaba en clase de geometría
me decían que sólo había tres dimensiones y siempre lo acepté.

Estaban equivocados. Hay más.» Nuestro mundo, en el que ahora vivimos, es tridimensional, pero el próximo no lo es.
Por eso es tan difícil contárselo.
He de describirlo con palabras tridimensionales. Es lo más cercano que puedo conseguir, pero no es realmente adecuado. No puedo darle un cuadro completo.


OÍR LAS VOCES A NUESTRO ALREDEDOR

Numerosos individuos afirman haber oído a los doctores o a espectadores en el momento en que les daban por muertos.
Una mujer me contó:
Estaba en el hospital, pero no sabían qué me pasaba. El doctor James me dijo que bajara al departamento de radiología para que me miraran el hígado por si descubrían algo. Como tenía alergia a muchos medicamentos, comprobaron lo que me iban a poner en el brazo y, como no hubo reacción, siguieron adelante.

Cuando usaron la dosis completa, me quedé paralizada. Oí con toda claridad cómo el radiólogo que estaba conmigo fue hacia el teléfono, marcó un número, y dijo: «Doctor James, he matado a su paciente, Mrs. Martin.»

Sabía que no estaba muerta. Traté de moverme y decírselo, pero no pude. Cuando estaban tratando de reanimarme, pude oírlos hablar de los centímetros cúbicos que necesitaba de un medicamento, pero no sentí las agujas ni cuando me tocaron.

Otro de los casos es el de una mujer que ya había tenido problemas con el corazón y tuvo un ataque cardiaco en el que casi perdió la vida. Me contó lo siguiente:

De repente, quedé paralizada por terribles dolores en el pecho. Era como si hubieran rodeado la mitad del pecho con una cinta de hierro y estuvieran apretando.
Mi marido y un amigo común me oyeron caer y vinieron corriendo a ayudarme.
Me encontraba rodeada por una profunda oscuridad y a través de ella oí a
mi esposo diciéndome como desde una gran distancia: «¡Esta vez ha sido definitivo!» Pensé que tenía razón.


SENSACIONES DE PAZ Y QUIETUD

Hay muchos que describen sentimientos y sensaciones agradabilísimas durante los primeros estadios de sus experiencias cercanas a la muerte.
Tras una grave herida en la cabeza, uno de los signos vitales de un hombre era indetectable. Como él mismo dice:

En el lugar de la herida noté una momentánea sensación de dolor, pero desapareció por completo. Sentí como si flotara en un espacio oscuro.
El día era muy frío, y sin embargo, mientras estaba en esa negrura, lo que sentía era calor y la sensación más agradable que había experimentado nunca...
Recuerdo que pensé: «Debo estar muerto.»


Una mujer que fue reanimada después de un ataque cardiaco, comenta:

Comencé a experimentar las más maravillosas sensaciones. Lo único que sentía era paz, comodidad: sólo quietud. }Todos mis problemas habían desaparecido, y pensé: «Qué paz y quietud, nada me duele.»

Un hombre recuerda:
Tuve una enorme y agradable sensación de soledad y paz... Era muy bello y sentía gran paz en mi mente.

EL RUIDO O ZUMBIDO

En muchos casos, los informes que hablan de la muerte o su proximidad se refieren a inusuales sensaciones auditivas. Algunas son muy desagradables.
Un hombre que permaneció «muerto» durante veinte minutos en una operación abdominal habla; de un «terrible zumbido que venía del interior de mi cabeza.
Me hacía sentirme muy incómodo... Nunca lo olvidaré.»


Otra mujer habla de que, al perder la conciencia, sintió
«una aguda vibración. Podría describirla como un zumbido. Me sentía como en una especie de remolino.»
Tan desagradable sensación también me la han descrito como un fuerte chasquido, un fragor, un estallido, y como un «sonido silbante, como el del viento».

En otros casos los efectos auditivos parecían tomar una forma musical más agradable. Por ejemplo, un hombre que revivió tras haber sido considerado como muerto a la llegada a un hospital cuenta que durante su muerte experimentó lo siguiente:

Oí lo que me pareció un tintineo de campanas a mucha distancia, como si viniera impulsado por el viento.
Parecían campanas de viento japonesas... Fue lo único que pude escuchar.


Una joven que casi murió por hemorragia interna asociada con un problema de coagulación sanguínea me dijo que en el momento de perder la conciencia comenzó a oír «música de un tipo especial; una soberbia y hermosísima clase de música».

EL TÚNEL OSCURO

A menudo, junto con el ruido, se tiene la sensación de ser empujado rápidamente por un espacio oscuro.
Las personas a quienes he entrevistado utilizan palabras muy diferentes para describirlo: una cueva, un pozo, un hoyo, un recinto, un túnel, un embudo, un vacío, un hueco, una alcantarilla, un valle y un cilindro.
Aunque utilicen diferentes terminologías, es evidente que tratan de expresar la misma idea.
Veamos dos relatos en los que figura prominentemente el túnel.

Me ocurrió cuando tenía nueve años. Hace veintisiete de ello; pero fue tan sorprendente que nunca lo he olvidado.
Una tarde me puse muy enfermo y me llevaron a toda prisa al hospital más cercano. Cuando llegué, dijeron que iban a dormirme, aunque no recuerdo el motivo, pues era muy joven entonces. En aquella época se utilizaba el éter.

Me lo suministraron pasándome un paño por la nariz y, según me dijeron después,
al instante mi corazón se detuvo. En aquel momento no supe que eso era precisamente lo que me había ocurrido, pero lo importante es que cuando ocurrió tuve una experiencia.

Lo primero que sentí fue un ruido rítmico parecido a brrrrrnnnng-brrrrrnnnng brrrrrnnnng. Luego comencé a moverme a través -pensará que es fantasía- de un largo espacio oscuro. Parecía una alcantarilla o algo semejante.
Me movía y sentía todo el tiempo ese ruido zumbante.


Otro informante establece lo siguiente:

Tuve una reacción alérgica a una anestesia local y dejé de respirar. Lo primero que ocurrió -bastante rápido fue que pasaba a gran velocidad por un vacío oscuro y negro. Puede compararlo a un túnel. Era como si fuera montado en la montaña rusa de un parque de atracciones y pasara por ese túnel a gran velocidad.

Durante una grave enfermedad, un hombre estuvo tan cerca de la muerte que sus pupilas se dilataron y el cuerpo se le quedó frío:

Me encontraba en un hueco oscuro y negro. Es difícil de explicar, pero me sentía como si me moviera en el vacío a través de aquella negrura.
Era plenamente consciente y pensaba que estaba como en un cilindro carente de aire. Me sentía como en el limbo, a medio camino de aquí y a medio camino de algún otro lugar.


Un hombre, que «murió» varias veces tras graves quemaduras y heridas, cuenta:

Estuve en estado de shock durante una semana, y en ese tiempo escapaba repentinamente a ese hueco oscuro.
Me parecía estar allí mucho tiempo, flotando y cayendo por el espacio... Estaba tan acostumbrado a ese vacío que no pensaba en nada más.


Un hombre, que estuvo muy cerca de la muerte, trazó un paralelo con un antecedente de su religión. Lo cuenta así:

De repente, me encontré en un valle muy profundo y oscuro. Había un sendero, casi una carretera, por el valle, y yo descendía por él...
Luego, cuando ya estaba bien, pensé: «Ahora sé a qué se refiere la Biblia
cuando habla del "valle sombrío de la muerte", pues he estado allí.»


FUERA DEL CUERPO FÍSICO

Es un tópico decir que la mayoría de nosotros nos identificamos con nuestros cuerpos físicos. También damos por supuesto que tenemos «mente».
Pero a casi todo el mundo la «mente» le parece más efímera que el cuerpo.

Después de todo, no es más que el efecto de la actividad química y eléctrica producida en el cerebro, que es parte del cuerpo físico.
A muchos les parece incluso imposible imaginar que existen en algo que no sea
el cuerpo físico, al que están acostumbrados.

Con anterioridad a sus experiencias, las personas a las que he entrevistado no eran diferentes, como grupo, y por lo que se refiere a esta actitud, de la persona media. Ése es el motivo de que, tras su rápido paso por el túnel oscuro, una persona que ha “muerto” se encuentre tan sorprendida.

En aquella circunstancia pudo verse a sí misma mirando a su cuerpo físico desde un punto exterior, como si fuera un «espectador», como si viera a las personas y acontecimientos «en el escenario de un teatro» o «en la pantalla de un cine».
Veamos ahora algunas partes de relatos en las que se describen los extraños episodios en que se vieron fuera del cuerpo.

Tenía diecisiete años y trabajaba, junto con mi hermano, en un parque de atracciones. Una tarde fuimos a nadar y se nos unieron otros compañeros.
Uno de ellos dijo: «Crucemos el lago a nado.»
Ya lo había hecho en numerosas ocasiones, pero ese día, por algún motivo, me hundí en mitad del lago, me quedé medio flotando y de repente sentí como si estuviera fuera de cuerpo, fuera de todo, en el espacio.

Me encontraba en un punto estable, sin moverme, desde el que veía mi cuerpo en el agua a tres o cuatro pies, subiendo y bajando.
Lo veía desde atrás y un poco lateralmente. Aunque me encontraba fuera, seguía sintiéndome con forma corporal.
Tuve una sensación etérea que es casi indescriptible. Me sentía como una pluma.


Una mujer recuerda:

Hace un año ingresé en el hospital con problemas cardiacos, y a la mañana siguiente, mientras me encontraba en casa, comenzó a dolerme mucho el pecho.
Pulsé el timbre que tenía al lado de la cama para llamar a las enfermeras.
Vinieron y comenzaron a hacerme cosas. Me sentía muy incómoda acostada sobre
la espalda y me di la vuelta, pero en ese momento dejé de respirar y el corazón se detuvo.

Oí gritar a las enfermeras, mientras sentía que salía de mi cuerpo y me deslizaba entre el colchón y la barandilla que había al lado de la cama -en realidad era como si pasase a través de la barandilla- hasta posarme en el suelo.
Luego comencé a elevarme lentamente. Al subir vi que más enfermeras estaban entrando precipitadamente en la habitación; serían unas doce.

El doctor estaba haciendo una ronda por el hospital y lo llamaron. También lo vi entrar. Pensé: «¿Qué estará haciendo aquí?» Floté hasta el techo, pasando al lado de la lámpara que colgaba de él, y me detuve allí mirando hacia abajo.
Me sentía como si fuera un pedazo de papel que alguien
ha arrojado hacia arriba.

Desde allí los miraba mientras intentaban reanimarme. Mi cuerpo estaba tumbado sobre la cama y todos lo rodeaban. Oí decir a una enfermera: «¡Dios mío, ha muerto!», mientras otra se inclinaba para hacerme la respiración boca a boca.
La miraba desde atrás mientras lo hacía. Nunca olvidaré su pelo; lo tenía muy
corto. Entraron con una máquina y me dieron descargas en el pecho.
Al hacerlo, mi cuerpo saltó y pude oír los chasquidos y crujidos de mis huesos.
¡Era algo horrible!

Mientras los veía allí abajo golpeando el pecho y doblando mis brazos y piernas, pensaba: «¿Por qué están haciendo todo eso? Si ya estoy muerta.»


Algunas personas informan que al principio sintieron un desesperado deseo de regresar a sus cuerpos, pero que no tenían la más ligera idea de cómo
hacerlo.
Otras recuerdan que sintieron mucho miedo, casi pánico. Sin embargo, algunas tuvieron reacciones más positivas, como la siguiente:

Enfermé gravemente y el doctor me trasladó a un hospital. Una mañana me rodeó una sólida niebla gris y abandoné el cuerpo.
Tuve la sensación de flotar hacia fuera, y cuando miré atrás me vi a mí mismo en la
cama, pero no sentí miedo.
Me encontraba tranquilo y sereno, con una gran paz, sin sentir la menor preocupación o miedo.
Era, simplemente, una sensación de tranquilidad. Pensé que me debía estar muriendo
y que así ocurriría si no regresaba al cuerpo.


Las actitudes que los distintos individuos sienten ante los cuerpos que han dejado atrás son muy variables.
Es muy común que recuerden sensaciones referentes al cuerpo. Una joven, que en el momento de la experiencia estaba siguiendo cursos de enfermera, expresó un miedo incomprensible:

En la escuela de enfermeras intentaban que comprendiéramos que debíamos donar nuestros cuerpos a la ciencia; pero cuando los veía esforzarse por que respirara de nuevo, pensé: «No quiero que usen mi cuerpo.»

Un médico nos cuenta que durante su «muerte» clínica estaba al lado de la cama mirando su propio cadáver, que ya había asumido el típico color gris de los muertos. Desesperado y confuso, trataba de decir qué es lo que podía hacer.

Llegó a la conclusión de que debía irse, pues se estaba sintiendo muy mal.
De niño, su abuelo le había contado historias de fantasmas y, paradójicamente, «no me gusta estar alrededor de eso que parecía un cuerpo muerto..., ¡ni siquiera aunque fuera yo mismo!»

En el extremo opuesto, algunos me han dicho que no tenían sensaciones particulares con respecto a sus cuerpos.
Por ejemplo, una mujer que tuvo un ataque de corazón y sintió que se estaba muriendo se vio empujada a través de una oscuridad hasta el exterior de su cuerpo.
Éste es su relato:

No volví la vista atrás para mirar el cuerpo. Sabía que estaba allí y que podía verlo si miraba. Pero no quería verlo, pues sabía que había hecho todo lo que estaba en mi mano en la vida y quería dirigir mi atención a la otra esfera de cosas. Pensaba que volverme para mirar el cuerpo era como hacerlo para mirar el pasado y no lo deseaba.

Un hombre me contaba que le llegó el siguiente pensamiento:
«Esto debe ser lo que llaman "muerte".»
Incluso en el momento de la comprensión, ésta podía acompañarse de una sensación de sorpresa y de un rechazo de aquel estado.

Por ejemplo, un hombre, recordando la promesa bíblica de «tres veintenas y diez
años», protestó porque apenas había vivido una veintena.
Una joven me contó este impresionante relato de esos sentimientos:

Pensé que estaba muerta y no me preocupaba, pero no conseguía saber adónde iría.
Mi pensamiento y conciencia eran como los que había tenido en vida, aunque no podía entenderlo. Pensaba: «¿Adónde voy?

¿Qué haré? ¡Dios mío, estoy muerta! ¡No puedo creerlo!»

Nadie se cree nunca que va a morir. La muerte es algo que va a ocurrirle a otra persona, nunca te crees de verdad que a ti te sucederá...
Por consiguiente, decidí esperar hasta que desapareciera toda la excitación y se llevaran mi cuerpo, tratando mientras tanto de pensar adónde debía ir.


En uno o dos de los casos que he estudiado, las personas muertas cuyas almas, mentes, conciencias -o como quieran llamarlas- se liberaron de sus cuerpos, decían que tras la liberación no se sentían en ningún tipo de «cuerpo».

Se sentían conciencias «puras». Una de ellas me dijo que durante la experiencia era como si «pudiera ver todo lo que me rodeaba -incluyendo mi cuerpo yacente-, sin ocupar espacio alguno»; es decir, como si fuera un punto de conciencia.

Otras no recordaban si estaban o no en un cuerpo tras haber abandonado el cuerpo físico, pues se hallaban totalmente embebidas en los acontecimientos que les rodeaban.
Sin embargo, la mayoría de mis entrevistados afirman haberse encontrado en otro cuerpo tras la liberación
del físico. No obstante, entramos en un área que es muy difícil tratar.
El “nuevo cuerpo” es uno de los dos o tres aspectos de las experiencias de muerte en los que lo inadecuado del lenguaje humano presenta los mayores obstáculos.

Casi todos los que me han hablado de ese cuerpo se han sentido frustrados y han alegado que no podían describirlo.
Empero, los relatos de ese cuerpo guardan gran semejanza entre sí.
Aunque cada individuo usa diferentes palabras y traza analogías distintas, los diversos modos de expresión caen con gran frecuencia en lo mismo.

Todos los informes muestran también bastante acuerdo por lo que respecta a las propiedades y características del nuevo cuerpo.

Para adoptar un término que resuma sus propiedades, y dado que ha sido usado por dos de los entrevistados, a partir de ahora lo llamaré «cuerpo espiritual».

Casi siempre fueron conscientes de sus cuerpos espirituales por sus limitaciones. Cuando salían del cuerpo físico trataban desesperadamente de contarles a los otros su situación, pero nadie parecía oírlos.
Todo ello queda muy bien ilustrado y extractado en la historia de una mujer que sufrió una parada respiratoria y fue llevada a una sala de emergencia, donde se hizo un intento de reanimación:

Los vi mientras me reanimaban. Era realmente extraño. No me encontraba muy alta; era como si estuviese encima de un pedestal, no muy por encima de ellos, pero lo suficiente para verlos. Traté de hablarles, pero nadie me oía.

Para complicar el hecho de que las personas que lo rodean no lo oyen, el que se encuentra en un cuerpo espiritual se da cuenta pronto de que tampoco lo ven.
El personal médico o el resto de personas que se encuentran allí pueden ver a través del cuerpo espiritual sin dar el menor signo de haberse apercibido de su presencia.

El cuerpo espiritual también carece de solidez; atraviesa fácilmente los objetos físicos del entorno y no puede agarrar ningún objeto o persona.

Los doctores y enfermeras golpeaban mi cuerpo para reanimarlo y hacerme regresar, y yo no dejaba de repetirles:
«Dejadme solo. Quiero que me dejéis solo. Cesad de golpearme.» No me oían. Por tanto, traté de cogerles las manos para que dejasen de golpearme, pero nada ocurría.

Nada podía hacer. No sabía lo que ocurría, pero no podía moverles las manos.
Trataba de mover y tocar sus manos; cuando las había golpeado, seguían allí.
No sé si mis manos las traspasaban, las rodeaban o qué era lo que ocurría.
No sentía ninguna presión en sus manos cuando trataba de moverlas.


Tampoco hay variación en que el cuerpo espiritual carece de peso. La mayor parte lo notan cuando, como en algunos de los párrafos seleccionados ya citados, se encuentran flotando hacia el techo de la habitación o en el aire.
Algunos lo describen como «una sensación de flotabilidad», una «sensación de ingravidez» o de «ir a la deriva».

Normalmente, en nuestros cuerpos físicos tenemos muchos modos de percepción que nos informan de en qué parte del espacio se hallan nuestros cuerpos o sus miembros en un momento dado y de si se están moviendo.

La visión y el sentido del equilibrio son muy importantes a este respecto, pero hay otro sentido implicado en ello.
La cinestesia es nuestro sentido de movimiento o tensión en los tendones,
articulaciones y músculos.
Normalmente, no somos conscientes de las sensaciones que nos llegan a través del sentido cinestésico, porque esa percepción se ha entorpecido por el uso constante.

Sospecho, sin embargo, que si desapareciera de repente notaríamos su ausencia.
El hecho es que algunos me hicieron comentarios referentes a que eran conscientes de la falta de sensaciones físicas, de peso corporal, de movimiento y sentido de la
posición.

Esas características del cuerpo espiritual, que en un principio pueden verse como limitaciones, también pueden, con igual validez, considerarse como falta de limitaciones.
Piénsenlo de esta manera: una persona con cuerpo espiritual está en posición privilegiada con respecto a las personas que la rodean.
Pueden verlas y oírlas, pero ellas no pueden hacer lo mismo con ella. (Muchos espías lo considerarían una condición envidiable.)

Asimismo, aunque atraviesa el pomo de la puerta cuando quiere tocarlo, no tienen ninguna importancia, pues pronto descubre que puede atravesar la puerta.
Una vez que se sabe cómo hacerlo, viajar es extremadamente sencillo en ese estado. Los objetos físicos no presentan ninguna barrera y el movimiento de un lugar a otro puede ser muy rápido, casi instantáneo.

Además, a pesar de la falta de perceptibilidad por parte de la gente con cuerpos físicos, todos los que lo han experimentado están de acuerdo en que el cuerpo espiritual es algo, aunque ese algo sea imposible de describir.

Hay común acuerdo en que tiene forma (a veces una nube circular o amorfa y a veces la misma que el cuerpo físico) e incluso partes (proyecciones o superficies análogas a los brazos, piernas, cabeza, etc.).
Incluso en los informes en que se habla de configuración redondeada, a menudo se añade que tiene extremos, una parte superior y otra inferior definidas, y a veces los «miembros» antes mencionados.

1) Perdí el control del coche en una curva, saltó por los aíres y recuerdo haber visto el azul del cielo y que el coche caía en una zanja.
Mientras el vehículo se salía de la carretera, pensé:
«He tenido un accidente.»
En ese momento perdí el sentido del tiempo y mi realidad física por lo que respecta al cuerpo; perdí contacto con mi cuerpo. Mi ser, o mi espíritu, o como quiera llamarlo, se salía de mí, fuera de mi cabeza.

No era nada doloroso, era como si se elevara y estuviera por encima de mí...
[Mi «ser»] sintió que tenía densidad, pero no una densidad física; no sé de qué tipo, imagino que ondas o algo semejante.
Nada realmente físico, casi como si estuviera cargado, si así quiere llamarlo.
Lo cierto es que sentía que tenía algo...; era pequeño, y como si fuera circular, pero sin contornos rígidos.

Podría recordar a una nube... Daba la impresión de que estaba dentro de una envoltura propia... Para salir del cuerpo, lo hizo primero el extremo grande y luego el más pequeño... Tenía una sensación de ligereza.
No había tensión en mi cuerpo [físico]; la sensación era de total separación.
Mi cuerpo no tenía peso...
Lo más sorprendente de toda la experiencia fue el momento en que mi ser quedó suspendido por encima de la cabeza.

Era como si estuviera decidiendo si se iba o se quedaba. Parecía que el tiempo se hubiera detenido. Al principio y al final del accidente todo se movía muy rápido, pero en ese tiempo particular, una especie de tiempo interior, mientras mi ser estaba suspendido por encima de mí y el coche caía a la zanja, me pareció que tardaba mucho en caer.
Además, en ese momento no me sentía muy implicado en el coche, ni en
el accidente, ni en mi propio cuerpo; sólo me sentía unido a la mente...

Mi ser no tenía características físicas, pero he de describirlo en esos términos. Podría hablar de ello de muchas maneras, con muchas palabras, pero ninguna sería realmente adecuada. Es difícil de describir.
Finalmente, el coche golpeó contra el suelo y dio varias vueltas, pero mis únicas heridas fueron una torcedura de cuello y un pie magullado.

2) [Cuando salí fuera del cuerpo físico] fue como si saliera de mi cuerpo y entrara en otra cosa. Era otro cuerpo..., pero no un cuerpo humano normal.
Era algo diferente. Ni un cuerpo humano ni un globo de materia.
Tenía forma, pero no color. Poseía algo que usted podría llamar manos.
No puedo describirlo. Me hallaba demasiado fascinado con todo lo que me rodeaba-ocupado en ver desde fuera mi propio cuerpo- y no pensaba en el tipo de cuerpo en que estaba metido.

Todo parecía transcurrir muy de prisa.
Aunque el tiempo no era el mismo, existía. Las cosas parecen sucederse más rápidamente cuando se está fuera de cuerpo.

3) Recuerdo que me llevaron a la mesa de operaciones y que me hallé varias horas en estado crítico. Durante ese tiempo estuve entrando y saliendo de mi cuerpo físico y pude verlo directamente desde arriba.
Mientras lo hacía, seguía estando en un cuerpo; no era un cuerpo físico, sino algo que podría describirse como modelo energético.
Si tengo que ponerlo en palabras, diría que era transparente, un ser espiritual en
oposición a un ser material. Tenía diversas partes.

4) Cuando mi corazón dejó de latir... sentí que era un balón redondo, o casi sería mejor decir que era una pequeña esfera dentro del balón. No puedo describírselo.

5) Estaba fuera del cuerpo y lo miraba desde diez yardas de distancia, pero seguía pensando como cuando estaba en un cuerpo físico.
Aquello desde donde pensaba tenía la misma altura. No era un cuerpo, o
al menos lo que pensamos que es un cuerpo. Podía sentir algo, una especie de... de envoltura, como una forma transparente, aunque no del todo. Una energía, quizá algo así como una pequeña esfera de energía.

No era consciente de ninguna sensación corporal, temperatura o algo semejante.
En sus informes, otros entrevistados han mencionado brevemente la semejanza de forma entre sus cuerpos físicos y los espirituales. Una mujer me dijo que mientras estaba fuera de su cuerpo físico sentía «todas las formas corporales: piernas, brazos, todo; incluso aunque no percibía una sensación de peso».


Otra mujer, que vio el intento de reanimación de su cuerpo desde un poco más abajo del techo, dice:
«Seguía dentro de un cuerpo. Me inclinaba y miraba hacia abajo. Moví las piernas y noté que una estaba más caliente que la otra.»

En ese estado, según recuerdan algunos, el pensamiento se encuentra tan falto de impedimentos como el movimiento. Una y otra vez he escuchado de mis entrevistados que en cuanto se acostumbraban a la nueva situación comenzaban a pensar más lúcida y rápidamente que en la existencia física.
Por ejemplo, hablando de lo que le ocurrió mientras estaba «muerto», un hombre me dijo:
Las cosas que no son posibles ahora lo eran entonces. La mente es tan clara, tan agradable. Mi mente lo dominaba todo al instante, sin tener que pensar en ello más de una vez. Al cabo de un rato, cuanto estaba experimentando tenía algún significado para mí.

Otro informante cuenta:

Era incapaz de tocar nada, de comunicarme con alguno de los que me rodeaban.
Es una terrible sensación de soledad; te sientes completamente solo y eres consciente de ello.

Estaba asombrado. No podía creer lo que ocurría. No estaba preocupado ni pensaba: «Estoy muerto y mis padres han quedado atrás.
Estarán tristes y no los volveré a ver.» Nada de eso pasaba por mi mente.
No obstante, era consciente de estar solo, muy solo; casi como si fuera un visitante de algún otro lugar; como si no tuviese relaciones, como si no existiese amor ni nada semejante. Todo era muy... técnico. En realidad no lo entiendo.


Pronto desaparecen, sin embargo, los sentimientos de soledad de la persona muerta, conforme va profundizando más en sus sentimientos cercanos a la muerte.

En determinado momento, vienen otros para ayudarle en la transición que está sufriendo. Pueden tener la forma de otros espíritus, frecuentemente la de
parientes o amigos muertos que el individuo ha conocido en vida.
En muchos casos de los que he entrevistado aparece un ser espiritual de carácter muy diferente. En las siguientes secciones trataremos de esos encuentros.

ENCUENTROS CON SERES CONOCIDOS

Algunos me dijeron que en determinado momento, mientras estaban muriendo -a veces nada más iniciarse la experiencia, a veces después de que habían tenido lugar otros acontecimientos- se daban cuenta de la presencia de otros seres, que estaban allí para facilitarles la transición a la muerte o, en dos casos, para decirles que su tiempo de morir no había llegado y debían regresar a sus cuerpos físicos.

Tuve esta experiencia cuando estaba teniendo un hijo. El parto fue difícil y perdí mucha sangre. El doctor dio el caso por perdido y dijo a mis parientes que estaba muriendo. Sin embargo, me daba cuenta de todo, y cuando le oí decir eso sentí que volvía en mí.

Cuando lo hice, me di cuenta de la presencia de multitudes de ellos flotando por el techo de la habitación. A todos los había conocido en mi vida pasada y ya habían
muerto. Reconocí a mi abuela y a una compañera de la escuela, así como a otros muchos parientes y amigos.

Creo que, sobre todo, vi sus caras y sentí su presencia. Todos parecían complacidos. Era una ocasión de felicidad y sentí que habían venido para protegerme o guiarme. Era como si estuviera volviendo a casa y ellos se encontraran allí para darme la bienvenida.

En ese tiempo tuve la sensación de que todo era luminoso y bello, que no se cómo describirlo. Fue un momento glorioso
.

Un hombre recuerda:

Varias semanas antes de mi experiencia de proximidad a la muerte, Bob, un buen amigo mío, había sido asesinado.
Cuando salí de mi cuerpo, tuve la sensación de que Bob estaba allí, a mi lado.
Podía verlo en mi mente y sentir su presencia, pero era algo extraño.
No lo vi con su cuerpo físico. Podía ver cosas, pero no en forma física, sino algo así como en su apariencia.

¿Tiene algún sentido todo esto? Él estaba allí y no tenía cuerpo físico.

Era una especie de cuerpo transparente, y aunque podía sentir todas sus partes -piernas, brazos, etc.-, no las veía físicamente.
En aquellos momentos no pensé que fuera extraño, pues no necesitaba verlo con mis ojos. No tenía ojos, además.
Le pregunté: «Bob, ¿adónde voy ahora? ¿Qué ha ocurrido conmigo? ¿Estoy muerto?»

Nunca me respondía, no decía una palabra. A menudo, mientras estuve en el hospital, lo vi allí y le repetí las preguntas; pero nunca respondió.
El mismo día que el doctor dijo que viviría, él desapareció.
A partir de ese momento ni lo vi ni sentí su presencia.
Era como si hubiera estado esperando a que pasase esa frontera final para hablarme y
darme todos los detalles de lo que iba a suceder.


En algunos casos, los espíritus que encontraron no eran personas a las que hubieran conocido en la vida física.

Una mujer me contó que durante su experiencia de separación del cuerpo no sólo vio su propio y transparente cuerpo espiritual, sino el de otra persona que había fallecido recientemente.
No sabía de quién se trataba, pero hizo una observación muy interesante:
«No veía que esa persona, ese espíritu, tuviese una edad determinada. Ni siquiera yo tenía un sentido del tiempo.»

En unos cuantos casos, los entrevistados han llegado a creer que los seres con los que se encontraban eran sus «ángeles guardianes».

A un hombre, el espíritu le dijo: «Te he ayudado en este estadio de la existencia,
ahora te haré pasar a otros.»

Una mujer me dijo que, mientras estaba abandonando el cuerpo, detectó la
presencia de dos seres que se identificaron como «ayudantes espirituales».

En dos casos muy similares me hablaron de haber escuchado una voz que les decía que no estaban muertos y debían regresar.
Uno de ellos lo cuenta así:

Oí una voz. No era una voz como la los seres humanos, sino algo que está más allá de los sentidos. Me dijo lo que debía hacer -«regresar»- y que no debía sentir miedo por volver a mi cuerpo físico.

Los seres espirituales pueden tener una forma algo más amorfa, es decir sin una forma determinada.

Mientras estuve muerto en aquel vacío hablé con gente; en realidad no puede decirse que hablase con gente corporal.
Tenía la sensación de que había gente que me rodeaba. Podía sentir su presencia e incluso sus movimientos, pero no pude ver a nadie.
De cuando en cuando hablaba con alguno de ellos, pero no podía verlos.

Siempre que preguntaba qué era lo que ocurría recibía un pensamiento de alguno de ellos diciéndome que no pasaba nada, que estaba muriendo pero que sería hermoso.
Por tanto, nunca me preocupé de mi condición.
Siempre obtenía una respuesta a cada pregunta que hacía. No dejaron mi mente en la
incertidumbre.


EL SER LUMINOSO

El elemento común quizá más increíble de los relatos que he estudiado, y con toda certeza el que mayor efecto que ha producido en el individuo, es el encuentro con una luz muy brillante, con un brillo muy particular, un brillo para nada enceguecedor.

Lo típico es que en su primera aparición la luz sea débil, pero rápidamente se hace más brillante, hasta que alcanza un resplandor sobrenatural.
A pesar de que esta luz -generalmente dicen que es blanca o «transparente»- tiene un brillo indescriptible, muchos de los entrevistados especifican que no daña a la vista, ni deslumbra, ni impide ver las cosas que los rodean -quizá porque en ese momento ya no tengan ojos físicos para «deslumbrarse».

No obstante la inusual manifestación de luz, nadie ha expresado duda con respecto a que era un ser, un ser luminoso.

Todos afirman que es un ser personal, que tiene una personalidad bien definida. El amor y calidez que emanan de él hacia la persona que está muriendo carecen de palabras para expresarse, pero ésta se encuentra totalmente rodeada y poseída por él, muy a gusto y totalmente aceptada en su presencia.

Siente una irresistible atracción magnética ante ese Ser, una atracción inevitable.
Mientras que la anterior descripción del ser luminoso permanece siempre inalterable, su identificación varía entre los diferentes individuos y parece estar en función de los antecedentes religiosos, educación o creencias del individuo que ha sufrido la experiencia.

Casi todos los cristianos por educación o creencia identifican la luz con "JesuCristo" o trazan paralelos bíblicos en apoyo de su interpretación.

Un hombre y una mujer judíos lo identificaron con un «ángel».
En ambos casos, los sujetos dejaron bien claro que ello no implicaba que el ser tuviera alas, tocara el arpa o tuviera forma o apariencia humanas. Sólo era luz. Ambos se referían a que consideraban al ser como un emisario o guía.

Un hombre que no había tenido creencias ni educación religiosas antes de la experiencia lo identificaba simplemente con un «ser luminoso».
La misma etiqueta utilizó una señora de fe cristiana, quien no parecía oponerse mucho a llamar JesuCristo a la luz.

Poco después de su aparición, el ser comienza a comunicarse con la persona que está sufriendo la transición. La comunicación es igual de directa que las que encontramos antes en la descripción de la forma en que una persona en el cuerpo espiritual puede «recoger los pensamientos» de los que lo rodean.

En este estadio, todos afirman que no oyeron sonidos físicos o voz que proviniese del ser, y no le respondieron con sonidos audibles. Informan que tuvo lugar una transferencia directa y sin impedimentos de pensamientos, y que además se hacía en forma tan clara que no había posibilidad de malinterpretarlo o mentirle.

Además, ese intercambio comunicativo no se produce en la lengua nativa del sujeto, aunque la entiende perfectamente y toma conciencia de todo instantáneamente.
Ni siquiera puede traducir los pensamientos que intercambiaron, cuando estaba cerca de la muerte, al lenguaje humano que habla ahora, después de haber sido reanimado.

El siguiente estadio de la experiencia ilustra perfectamente las dificultades de traducción de este lenguaje sin palabras. El ser dirige un pensamiento, casi inmediatamente, a la persona en cuya presencia ha aparecido de manera tan sorprendente.

Usualmente, las personas con quienes he hablado tratan de formular el pensamiento en forma de pregunta. Entre las traducciones que he oído se encuentran:

«¿Estás preparado para morir?», «¿estás listo para morir?»,

«¿qué puedes enseñarme de lo que has hecho con tu vida?»,

«¿todo lo que has hecho con tu vida es suficiente o faltan cosas?»

Las dos primeras formulaciones, referidas a la «preparación», pueden, a primera vista, tener un sentido diferente a las otras dos, que enfatizan la «realización». Opino que todos tratan de expresar el mismo pensamiento, y tal idea es apoyada, en cierta manera, por la siguiente cita de una de las mujeres entrevistadas:

Lo primero que hizo fue preguntarme si estaba lista para morir o qué había hecho con mi vida que quisiera enseñarle.
Incluso en las formas más inusuales de construir la pregunta se descubre, tras la debida elucidación, que tienen en gran parte el mismo sentido.

Por ejemplo, un hombre me dijo que, durante su muerte, La voz me hizo una pregunta:

«¿Vale la pena (que sigas con ésa vida)?»

Lo que quería decir era si el tipo de vida que había llevado hasta ese momento me parecía que estaba bien, entonces me di cuenta que él sabía de todo mí.

Dicho sea de paso, todos insisten en que la pregunta, por extrema y profunda que pueda ser en su impacto emocional, no se plantea en absoluto como condena.
Todos están de acuerdo en que no dirige la pregunta para acusarlos o amenazarlos, pues, sin importar cuál vaya a ser la respuesta, siguen sintiendo la aceptación y el
amor total proveniente del ser luminoso.

La cuestión los hace pensar en sus vidas, procurando obtener algo bueno y productivo. Podría decirse que es una pregunta socrática, que no se hace para adquirir información, sino para ayudar a la persona interrogada a que escoja por sí misma el camino de la verdad.

Veamos algunos informes de primera mano de ese Luminoso Ser:

1) Oí a los doctores cuando dijeron que había muerto y comencé a sentir que estaba cayendo -en realidad era como si flotase- por aquella oscuridad, que era una especie de cápsula.
Lo cierto es que no hay palabras para describirlo.
Todo era muy negro salvo, a gran distancia, esa luz. Era muy brillante, aunque no muy
grande al principio. Crecía conforme me iba acercando a ella.

Trataba de llegar a esa luz, pues sentía que era Cristo. No era una experiencia atemorizadora. Al contrario, resultaba agradable hasta cierto punto.
Inmediatamente conecté la luz con Cristo, quien dijo:

«Yo soy la luz del mundo.» Me dije a mí misma: «Si es así, si voy a morir, ya sé lo que me espera al morir: esa luz.»

2) Entré a la sala y fui a servirme una copa. En ese momento, como descubrieron más tarde, se me produjo el ataque de apendicitis.
Me quedé muy débil y caí al suelo. Comencé a sentir que iba a la deriva, un movimiento de mi ser real dentro y fuera de mi cuerpo, y a oír una música muy bella. Floté por la sala y salí de ella hacia el porche.

Allí casi tuve la impresión de que las nubes, en realidad una neblina rosada,
comenzaba a reunirse a mi alrededor. Luego floté a través del techo, como si no existiese, hacia una luz transparente como el cristal puro, una luz blanca resplandecedora.

Era muy hermosa y muy brillante, pero no me hacía daño en los ojos. No es posible describir aquí esa luz. No veía realmente a una persona en ella, pero tenía una identidad especial.
Era una luz de comprensión y amor perfectos.

A mi mente llegó el pensamiento: «¿Me amas?» No lo formuló exactamente como una pregunta, pero sospecho que la connotación de lo que la luz dijo fue:

«Si me amas, regresa a la vida y completa lo que iniciaste en ella.»

Durante todo el tiempo tenía la impresión de estar rodeado por un amor y una compasión irresistibles.

3) Sabía que estaba muriendo y que nada podía hacerse, ya que nadie podía oírme... Estaba fuera de mi cuerpo; no me cabía la menor duda, pues podía verlo en la mesa de operaciones.

¡Mi alma estaba fuera de mi cuerpo!

Todo ello hizo que al principio me sintiera muy mal, pero entonces vino esa luz brillante. Parecía un poco apagada al principio, hasta que se convirtió en ese enorme haz.

Era una tremenda cantidad de luz; no un gran foco brillante, mucho más.
Me daba calor y me invadió una cálida sensación.
Era de un blanco brillante y amarillento...; predominaba el blanco.
Tremendamente brillante, tanto que no puedo describirlo.
Parecía cubrirlo todo y, al mismo tiempo, no me impedía ver cuanto me rodeaba: la
mesa de operación, los doctores y enfermeras.

Podía verlo todo porque no me cegaba. Al principio, cuando la luz llegó, no estaba muy seguro de lo que ocurría, pero luego me preguntó -bueno,
fue algo parecido a una pregunta- si estaba listo para morir.
Era como hablar con una persona, aunque no había allí ninguna.
La luz hablaba conmigo, sonoramente.

Pienso ahora que la luz que me hablaba comprendía que no estaba preparado para morir, que se trataba más de probarme que de otras cosa. Desde el momento en que la luz me habló me sentí muy bien, seguro y amado.
No es posible imaginar ni describir el amor que llegaba hasta mí. Era agradable estar con esa persona. Y tenía también sentido del humor.

LA REVISIÓN DE LA VIDA

La inicial aparición del Ser Luminoso y sus preguntas de prueba sin palabras constituyen el preludio de un intenso momento en que el ser presenta a la persona una revisión panorámica de su vida.
Es obvio que ese ser puede ver la vida del individuo y no necesita información.
Su única intención es provocar la reflexión.
La revisión sólo puede describirse en términos de memoria, pues es el fenómeno que más se le parece de entre los que estamos familiarizados, pero tiene unas características que lo diferencian de cualquier tipo normal de recuerdo.

En primer lugar, es extraordinariamente rápida. Esos recuerdos, en los casos en que
reciben una descripción temporal, se siguen unos a otros a gran velocidad en orden cronológico. Otros entrevistados no tienen conciencia de un orden temporal.

El recuerdo fue instantáneo; todo apareció al mismo tiempo y pudieron aprehenderlo todo con una mirada mental. Sea cual sea la forma en que lo expresan, todos
están de acuerdo en que la experiencia transcurre en un instante de tiempo terrestre.

A pesar de la rapidez, mis informantes están de acuerdo en que la revisión, casi siempre descrita como una exhibición de imágenes visuales, es increíblemente vívida y real.
En algunos casos se informa de que las imágenes son de color vibrante, tridimensionales, e incluso móviles. Aunque pasan con extrema rapidez, cada imagen es percibida y reconocida.
Hasta las emociones y sentimientos asociados con las imágenes pueden ser experimentados de nuevo conforme van pasando.

Algunos de los que yo he entrevistado afirman que, aunque no pueden explicarlo, el hecho es que todo lo que habían hecho en la vida estaba en esa revisión: desde lo más insignificante a lo más significativo.
Otros hablan de que sólo vieron los momentos cumbres de sus vidas.
Algunos cuentan que hasta en el periodo posterior a la experiencia de revisión podían recordar con todo detalle los acontecimientos de sus vidas.

Algunos lo identifican con un intento educativo por parte del ser luminoso.
Mientras ellos ven la exhibición, el ser parece poner de relieve dos cosas en la vida: aprender a amar a los demás y adquirir conocimiento de la cosas.

Veamos un relato representativo de esto;

Cuando apareció la luz pálida al principio pero muy brillante después, lo primero que me dijo fue:

«¿Qué tienes que enseñarme de lo que has hecho con tu vida?»

O algo parecido. En ese momento comienzan las visiones retrospectivas.
Me pregunté qué estaba sucediendo, pues de repente había regresado a mi infancia.
A partir de ese instante fue como si pasara desde mi primera infancia, año a año, hasta aquel momento.

Realmente es extraño dónde empezó: cuando era una niña y jugaba en el riachuelo vecino. Hubo más escenas de esa época: experiencias que había tenido con mi hermana y con gentes de la vecindad y los lugares reales en los que había estado.

De repente me encontré en el jardín de infancia y vi un juguete que me gustaba mucho en el momento en que lo rompí; y lloré durante mucho tiempo.
Fue una experiencia realmente traumática. Las imágenes continuaron repasando mi vida y recordé cuando estaba en la escuela de niñas y fuimos al campo.

Recordé muchas cosas sobre la escuela pública. Luego me encontré en la escuela
superior, fue un gran honor ser elegida para el grupo de estudiantes avanzados, y recordé el momento de la elección.
De allí pasé a otra escuela superior más avanzada, a la graduación y a los primeros años de universidad, en los que me encontraba en ese momento.

Las visiones retrospectivas se producían en orden cronológico y eran muy vívidas. Las escenas eran idénticas a cuando las ves en realidad: tridimensionales y en color. Además, se movían. Por ejemplo, cuando me vi a mí misma rompiendo el juguete, pude ver todos los movimientos.

No los estaba viendo siempre desde mi propia perspectiva. Es como si la niña que veía fuera alguien más, en una película, una niña más jugando entre otras.
Sin embargo, era yo. Me vi haciendo cosas de niños, exactamente las mismas cosas que había hecho, pues las recordaba.

Mientras observaba todo aquello no vi la luz. Desapareció nada más preguntarme lo que había hecho y comenzaron las visiones, pero sabía que seguía conmigo todo el tiempo, que me llevaba a través de las visiones, pues sentí su presencia y hacía comentarios.
Trataba de enseñarme algo en cada uno de los episodios.
No estaba tratando de ver lo que estaba haciendo -ya lo sabía-, sino que elegía determinados momentos de mi vida y los ponía frente a mí para que tuviera que recordarlos.

A través de todos ellos seguía poniendo de relieve la importancia del amor.
Los momentos en que me lo mostró mejor implicaban a mi hermana; siempre había estado muy cerca de ella. Vi algunos momentos en que había sido egoísta con ella, pero también otros en que la había amado y había compartido cosas.
Me señaló que debía intentar hacer cosas para otras personas, que debía intentarlo al máximo.

Sin embargo, no era una acusación ni nada que pudiera parecérsele. Cuando pasábamos por episodios en los que había sido egoísta, su actitud es que debía aprender también de ellos.

Otra de las cosas que le interesaba mucho era el conocimiento. Me señaló las cosas que debía hacer con lo aprendido, y dijo que iba a continuar aprendiendo, y que cuando regresara -pues en esos momentos ya me había dicho que iba a hacerlo- habría siempre una búsqueda de conocimiento.

Dijo que es un proceso continuo, por lo que tuve la sensación de que prosigue después de la muerte. Creo que mientras veíamos las escenas estaba tratando de enseñarme.
Todo era realmente extraño. Yo estaba allí viendo las visiones retrospectivas; las revivía y todo era muy rápido. Sin embargo, la velocidad era suficiente para que pudiera aprehenderlas. No transcurrió mucho tiempo.

La luz vino, tuve las visiones y se marchó. Debieron ser menos de cinco minutos y más de treinta segundos, pero no puedo decirlo con seguridad.
Sólo me asustó enterarme de que no podía terminar todavía mi vida terrena.
Con las visiones retrospectivas disfruté, era agradable.
Había regresado a la niñez, casi la había revivido. Era una forma de regresar y ver que ordinariamente no puede hacerse.

Es de señalar que hay informes en los que se produce la revisión de las vidas sin que haya aparecido el ser luminoso.
Por regla general, en las experiencias aparentemente «dirigidas» por el ser la revisión es más apasionante. Sin embargo, es usualmente caracterizada como vívida y rápida y como exacta, tanto si el ser aparece como si no, y tanto si se produce en una experiencia cercana a la «muerte» como si lo hace durante una aproximación;

Tras atravesar aquel lugar largo y oscuro, todos los pensamientos de la niñez, mi vida entera, estaban allí, frente a mí, al final del túnel.
Creo que tenían más la forma de películas que de pensamientos.
No puedo describírselo con exactitud, pero todo estaba allí, al mismo tiempo.
Quiero decir que no aparecía y desaparecía un acontecimiento, sino que todo, absolutamente todo, se producía al mismo tiempo.

Pensé en mi madre, en las cosas que había hecho mal. Tras ver las pequeñas cosas que hice de niño y haber pensado en mi madre y mi padre, deseé no haber hecho esas cosas y poder regresar y deshacerlas.


En los dos ejemplos siguientes, aunque no se había producido muerte clínica en el momento de la experiencia, tuvieron lugar con verdadera tensión psicológica o con heridas.

Toda la situación se desarrolló repentinamente. Había tenido un poco de fiebre y malestar durante dos semanas, pero esa noche me puse muy enfermo y me sentí mucho peor. Estaba en la cama y recuerdo haber intentado incorporarme para decirle a mi mujer que estaba muy enfermo, pero me resultó imposible moverme.

Después me encontré en un hueco totalmente negro y las imágenes de toda mi vida pasaron frente a mí. Regresé a la época en que tenía seis o siete años y recordé a un buen amigo de la escuela pública.
Pasé de allí a la escuela superior, al colegio, a mis estudios de dentista y a la práctica profesional.

Supe que estaba muriendo, y recuerdo haber deseado dejar medios de mantenimiento a mi familia. Me inquietaba sentirme morir y que hubiese cosas que había hecho y lamentaba, así como otras que sentía haber omitido.

Diría que las imágenes de la visión tenían la forma de películas mentales, aunque eran mucho más vívidas que las normales.
Sólo vi los momentos cumbres, y era tan rápido que daba la impresión de ver parte
de toda mi vida y ser capaz de hacerlo en pocos segundos.
Pasaba ante mí como una película en movimiento a tremenda velocidad, que, sin embargo, era capaz de ver y comprender totalmente.

No había tiempo para que las emociones volvieran con las imágenes.
No vi nada más durante la experiencia. Salvo las imágenes, todo era oscuridad.
Sin embargo, todo el tiempo sentí la presencia de un ser amante enormemente poderoso.
Es realmente interesante. Cuando me recobré, podía contarles a todos cualquier parte de mi vida con gran detalle. Es toda una experiencia, pero difícil de poner en palabras, pues ocurre con excesiva rapidez, sin que ello pierda claridad.


Un joven veterano describe así su revisión:

Mientras servía en Vietnam recibí varias heridas, más tarde me consideraron «muerto» a causa de ellas, aunque en todo momento era consciente de lo que estaba ocurriendo. Recibí seis impactos de ametralladora, pero no me sentí preocupado.

Reviví en mi mente el instante en que fui herido. No estaba atemorizado y me
sentía muy a gusto. En el momento del impacto mi vida pasó frente a mi como una película, regresé al tiempo en que era un niño, desde donde las imágenes fueron progresando a través de toda la vida.

Puedo recordarlo todo, pues era muy vívido. Pasaba con gran claridad frente a mí.
En poco tiempo pasé de las primeras cosas que podía recordar hasta aquel momento.
No era nada desagradable, y no me lamenté ni tuve sentimientos de culpa.

Si he de hacer una comparación, lo mejor que encuentro es una serie de cuadros; como diapositivas. Es como si alguien estuviese pasándome diapositivas a gran velocidad.
Para terminar, un caso de extrema emocionalidad. La muerte fue inminente aunque no se habían producido heridas.

El verano siguiente a mi primer año de colegio universitario acepté el trabajo de conductor de un tractor que arrastraba una camioneta. Ese verano tenía el problema de quedarme dormido al volante. Una mañana, bien temprano, hacía un largo viaje e iba dando cabezadas.

Lo último que recuerdo fue haber visto una señal de carretera, tras lo cual me dormí. Luego oí una terrible rozadura. El neumático exterior derecho estalló y,
a causa del peso y la inclinación de la camioneta, lo mismo ocurrió con los izquierdos. Quedó sobre uno de sus lados y se deslizó hacia abajo en dirección a un puente. Me asusté al darme cuenta de lo que estaba ocurriendo: el tractor iba a estrellarse contra el puente.

Durante el tiempo que se deslizaba pensé todas las cosas que había hecho. Sólo vi algunas, las más culminantes, pero eran muy reales.
En el primer recuerdo seguía a mi padre mientras caminaba por la playa; tenía dos años. En orden cronológico fui viendo más cosas de mis primeros años y recordé haber roto el coche rojo nuevo que me habían regalado en Navidad.

Recuerdo haber llorado cuando fui por primera vez a la escuela, con un impermeable amarillo limón que me había comprado mi madre. Recordé algo de cada uno de los años que pasé en la escuela pública: a cada uno de mis profesores y un poco de cada año.

Luego fui a la escuela superior de primer grado, me saqué el permiso de conducir y comencé a trabajar en una tienda de ultramarinos. Recordé hasta ese momento, un poco antes de comenzar el segundo año.
Esas cosas y algunas otras pasaron por mi mente con gran rapidez. Posiblemente no duró más de una décima de segundo.

Ahí terminó todo y me quedé mirando al tractor. Pensé que estaba muerto, que era un
ángel. Me pellizqué para saber si estaba vivo, si era un fantasma o qué cosa era.
El vehículo estaba destrozado, pero no me hice ni un rasguño.
De alguna manera conseguí saltar por el parabrisas, pues los cristales estaban rotos.

Cuando me calmé, pensé que era extraño que esas cosas que ocurrieron en mi vida y tanto me habían impresionado hubieran pasado por mi mente en esos momentos de
crisis. Ahora podría recordarlas y describirlas una a una, pero tardaría como mínimo quince minutos. Todo había pasado enseguida, automáticamente, en menos de un segundo. Era sorprendente.

LA FRONTERA O LÍMITE PARA PASAR A LA OTRA VIDA

En algunos casos me han contado que durante la experiencia se aproximaron a lo que podría llamarse frontera o límite. En los diversos relatos ha tomado la forma de masa de agua, niebla gris, una puerta, un cercado o simplemente una línea.

Aunque sea una especulación, cabe preguntarse si no habrá una sola experiencia básica o idea en la raíz de todos ellos. Si ello es cierto, las distintas versiones representarán tan sólo las diferentes maneras individuales de interpretar, describir o recordar la base de la experiencia.

Veamos algunos relatos en los que juegas un papel predominante la idea de frontera o límite para pasar a la otra vida.

1) «Fallecí» tras un paro cardiaco y de repente me encontré en un campo que giraba. Era hermoso y de un verde intenso; un color que desconocemos en la tierra.
Me rodeaba una hermosa luz.
Miré hacia delante, al campo, y descubrí una valla. Me dirigí hacia ella y vi a un hombre al otro lado que también caminaba hacia la valla, pero en dirección opuesta a la mía, como si desease encontrarme.

Quise alcanzarlo, pero me sentí atraído irresistiblemente hacia atrás. Al mismo tiempo lo vi dar la vuelta y alejarse de la valla.

2) Esta experiencia tuvo lugar durante el nacimiento de mi primer hijo.
Al octavo mes de embarazo enfermé de algo que mi doctor describió como condición tóxica y me pidió que ingresara en el hospital para tener el hijo.
Nada más acabar el parto sufrí una grave hemorragia que tuvieron dificultades para controlar.

Era consciente de lo que estaba pasando, ya que, como yo misma era enfermera, comprendía el peligro existente. En aquel momento perdí la conciencia y escuché un molesto zumbido. En la siguiente imagen que vi navegaba en una nave o una pequeña vasija hacia el otro lado de una masa de agua.

En la otra orilla pude ver a los seres queridos que habían muerto: mi madre, mi padre, mi hermana, y otros. Podía verlos, incluso sus rostros, como los conocí en la tierra. Me llamaban y pedían que fuera allí, y mientras tanto yo les decía:

«No, no. No estoy preparada para unirme a vosotros. No quiero morir. No estoy preparada para ir.»

La experiencia fue muy extraña, pues durante todo el tiempo podía ver a los doctores y enfermeras trabajando con mi cuerpo, pero era más como si fuera una espectadora en lugar de la persona -el cuerpo con la que estaban trabajando.
Trataba desesperadamente de comunicarle al doctor que no iba a morirme,
pero nadie podía escucharme.

Todo -los médicos, las enfermeras, la sala de partos, la nave, el agua y la costa distante- formaba una especie de conglomerado. Todo estaba mezclado, como si una escena tuviera sobreimpresa la otra.
La nave casi alcanzó la costa distante, pero cuando iba a hacerlo dio la vuelta y tomó la dirección opuesta.

Finalmente, logré comunicar con el doctor y decirle:

«No voy a morir, aún no es mi hora.»

Creo que fue en ese momento cuando volví a entrar en el cuerpo y el doctor explicó lo ocurrido. Había tenido una hemorragia posterior al parto y casi me muero, pero iba a ponerme bien.

3) Me hospitalizaron por una grave afección en los riñones y estuve en coma durante una semana. Los médicos no sabían si sobreviviría. Durante ese periodo de inconsciencia sentí que me elevaba, como si no tuviera cuerpo físico.
Se me apareció una brillante luz blanca. Tenía tal resplandor que no podía ver a través de ella, pero estar en su presencia resultaba tranquilizador y maravilloso. En la vida física no existe ningunas experiencia semejante.
Mientras estaba en su presencia llegaron a mi mente los siguientes pensamientos:

«¿Quieres morir?»

Contesté que no lo sabía, pues nada conocía de la muerte. Entonces la luz blanca me dijo:

«Traspasa esa línea y lo aprenderás.»

Sentí que era consciente de la línea que había frente a mí, aunque en realidad no podía verla. Cuando la crucé, me inundaron los más maravillosos sentimientos de
paz y tranquilidad y desaparecieron todas mis preocupaciones.

4) Tuve un ataque de corazón y me encontré en un hueco negro. Me daba cuenta de que había dejado el cuerpo físico. Sabía que estaba muriendo, y pensé:

«¡Dios mío, hice todo lo que pude según lo que sabía en cada momento.
Por favor, ayúdame!»

Inmediatamente la negrura se tornó gris pálido y seguí moviéndome y
deslizándome con rapidez hasta que enfrente de mí, muy distante, pude ver una niebla gris y me precipité hacia ella.
Tenía la impresión de que no me acercaba tan deprisa como era mi deseo, pero cuando me aproximé lo bastante pude ver a través de ella.
Más allá de la niebla había gente, y sus formas eran como las de los terrestres.

También vi algo que podría tomarse como edificios. Todo era penetrado por una
maravillosa luz: un resplandor vivo de amarillo dorado, pero de color pálido, no ese dorado duro que conocemos aquí.

Cuando me acerqué más, me sentí segura de que iba a atravesar la neblina. Tuve una sensación de maravillosa alegría; no hay palabras para describirlo en ningún lenguaje humano. No me había llegado el momento de cruzar la niebla, pues al instante apareció en el otro lado mi tío Carl, que había muerto unos
años antes.

Cerró el camino, y me dijo:

«Regresa. No has completado tu labor en la tierra. Regresa ahora.»

Si bien no quería hacerlo, no tenía otra alternativa, y enseguida estaba de vuelta en el cuerpo. Sentí un terrible dolor en el pecho y oí a mi hijo pequeño diciendo:

«¡Dios mío, devuélveme a mamá!»

5) Me llevaron al hospital en un estado crítico que llamaron «inflamación», y el médico dijo que no iba a superarlo. Avisó a los parientes cercanos porque no iba a vivir mucho tiempo. Llegaron y se reunieron alrededor de la cama, y mientras el doctor decía que estaba muriendo me pareció que mis parientes se alejaban.

Era como si en vez de irme yo fueran ellos los que viajaran hacia atrás. Se hacían más y más oscuros, pero los veía. Perdí la conciencia y no supe nada más de lo que ocurría en la sala del hospital, sólo que estaba en un estrecho pasadizo en forma de u. Como un agujero de la anchura de un sillón.

Pasaba justamente mi cuerpo con los brazos y manos pegados a los costados.
Pasó primero la cabeza y estaba oscuro, con una oscuridad de las de allí.
Me movía por él, y al final vi una hermosa puerta pulimentada que no tenía pomo.
Al lado de la puerta había una luz muy brillante.
Parecía que todo el mundo era muy feliz allí y los rayos se movían y agitaban.

Daba la impresión de que todos estaban muy ocupados. Miré hacia arriba, y dije:

«Señor, aquí estoy. Si me quieres, tómame.»

Me tiró hacia atrás con tanta rapidez que sentí que había perdido la respiración.


EL REGRESO A ESTA VIDA

Como es obvio, todas las personas con las que he hablado han «regresado» desde algún punto de la experiencia. Por regla general, se ha producido en ellas un interesante cambio de actitud.

Cuando la gente percibe que están a punto de entrar en el mundo futuro, llamado Cielo, indican que se sienten feliz y que no quieren regresar, incluso si tienen trabajo o cosas sin terminar en la Tierra.

Sin embargo, las personas que se encuentraban casi a unos pasos del infierno eterno durante sus experiencias de muerte cercana, indicaron que se sientían aterrorizadas y espantadas de lo que les esperaba y querían regresar con urgencia a la Tierra para cambiar sus vidas, elegir el buen camino y reparar todo aquello que habían hecho mal.

Recordemos que los sentimientos más comunes informados en los primeros estadios de la experiencia eran un desesperado deseo de regresar al cuerpo y lamentaciones por el propio fallecimiento.

Sin embargo, una vez que la persona había alcanzado cierta profundidad en la experiencia ya no quería regresar, e incluso se resistía a hacerlo.
Así ocurrió, sobre todo, con los que habían ido lo bastante lejos para encontrarse con el Ser Luminoso.
Como señaló un hombre de la manera más enfática:

«Nunca quise abandonar la presencia de aquel ser.»

Las excepciones a esta generalización son frecuentemente aparentes, no reales. Algunas madres que tenían mhijos pequeños en el momento de la experiencia me dijeron que, aunque por ellas mismas hubieran preferido seguir donde estaban, sintieron la obligación de regresar y educar a los hijos.

Me preguntaba si me quedaría allí, pero mientras lo hacia recordé a mi familia, mis tres hijos y mi marido. Lo que siguió es lo más difícil de decir: cuando en presencia de esa luz tuve esa maravillosa sensación ya no quise regresar.
Sin embargo, me tomé mis responsabilidades en serio, y comprendí que tenía
un deber con la familia. Por tanto, decidí regresar.


En algunos casos me han contado que aunque se sentían cómodos y seguros en su nueva existencia sin cuerpo, e incluso estaban gozando de ello, se sintieron felices de poder regresar a la vida física porque habían dejado sin hacer alguna tarea importante. En algunos casos tomó la forma de un deseo de completar una educación.

Llevaba ya tres años en el colegio y sólo me faltaba uno para terminar.
Pensé:

«No quiero morir ahora, ahora no.»

Creo que si la experiencia llega a durar un poco más, de haber estado más tiempo con esa luz, ya no habría pensado más en mi educación, pues me hubiera entregado totalmente a las cosas que estaba experimentando.


Los relatos que he recogido presentan una gran variación al llegar al momento del modo de regreso a la vida física y al motivo del retorno.
Casi todos afirman que no saben cómo o por qué regresaron, o que sólo pueden hacer conjeturas. Unos pocos piensan que fueron sus propias decisiones de regresar al cuerpo y retornar a la vida terrena los factores decisivos.

Me hallaba fuera de mi cuerpo y comprendí que debía tomar una decisión. Sabía que no podía estar mucho tiempo así -muchos no podrán entender esto, pero para mí entonces estaba perfectamente claro-, por lo que tenía que decidir si me iba o regresaba.

Era maravilloso poder cruzar al otro lado, y creo que quería quedarme. Pero, en cierta manera, saber que tenía algo bueno que hacer en la tierra era igual de maravilloso. Por tanto, pensé:

«Sí, debo regresar y vivir, debo completar mi tiempo que aún me queda»,

y volví el cuerpo físico. Casi estoy por creer que yo mismo detuve la hemorragia.
En cualquier caso, lo cierto es que enseguida me recuperé.


Hay otros que piensan que la vida les fue permitida por «Dios» o por el Ser de la Luz, ya como respuesta a un requerimiento propio -generalmente porque la petición se hizo sin motivos egoístas-, o porque Dios o el Ser tenían alguna misión para ellos.

Me encontraba encima de la mesa y podía ver todo lo que estaban haciendo.
Sabía que me moría y que así sería, pero me preocupé por mis hijos y por quién cuidaría de ellos.
Por tanto, no estaba preparada para irme y el Señor me permitió vivir.


Como recuerda uno de los entrevistados:

Dios fue muy bueno conmigo, pues estaba muerto y permitió que los doctores me resucitaran para cumplir el fin de mi vida.
Se trataba de ayudar a mi esposa, que tenía un problema alcohólico y no podía seguir adelante sin mí. Se encuentra mucho mejor ahora, y estoy convencido de que su mejoría tiene relación con lo que pasó.


Una joven madre cuenta:

El Señor me envió de regreso, pero no sé por qué. Lo sentí allí y me di cuenta de que Él me reconoció y supo quién era yo.
No se decidió a dejarme en el cielo, aunque desconozco el motivo.
He pensado muchas veces en ello desde entonces y creo que era, o bien porque tenía dos niños pequeños que cuidar o porque yo personalmente no estaba preparada para ir allí. Todavía sigo buscando la respuesta y no puedo encontrarla.

En algunos casos, los entrevistados han expresado el sentimiento de que el amor o las oraciones de los otros los trajeron desde la muerte sin que para ello intervinieran sus propios deseos.

Estuve con mi tía mayor durante su última enfermedad, que fue muy prolongada.
Ayudé a cuidarla, y todo el tiempo los miembros de la familia rezábamos para que recuperase su salud. Dejó de respirar varias veces, pero siempre se recuperaba.

Finalmente, un días me miró, y me dijo:

Joan, he estado allí, en el más allá, y es
hermoso. Quiero quedarme, pero no puedo hacerlo si sigues rezando para que permanezca a tu lado.
Tus oraciones me están sosteniendo aquí. Por favor, no reces más.»


Todos dejamos de rezar por ella y al poco tiempo murió.

Una mujer me comunicó:

El médico dijo que había muerto, pero viví a pesar de ello. La experiencia que pasé fue muy alegre, carente de toda, sensación desagradable.
Cuando regresé y abrí los ojos, mi hermana y mi marido me vieron.
Podía ver su consuelo y las lágrimas que brotaban de sus ojos.
Pude comprobar que era un alivio para ellos que sobreviviera.
Sentía que había sido llamada -magnetizada- por el amor de mi hermana y mi marido, y por sus oraciones.

Desde entonces he creído que hay personas que pueden hacerte regresar por medio de las oraciones.

En algunos casos recuerdan haber retrocedido rápidamente por el túnel oscuro que atravesaron en los momentos iniciales de la experiencia.
Un hombre recuerda que al morir fue impulsado hacia delante por un
valle oscuro. Sintió que se aproximaba al final del túnel y, en determinado momento, oyó que lo llamaban desde atrás y volvió por el mismo camino.

Algunos han experimentado el volver a entrar en sus cuerpos físicos. Sin embargo, la mayoría dicen que en el último momento de la experiencia se durmieron o quedaron inconscientes y que más tarde despertaron en sus cuerpos físicos.

No recuerdo haber entrado en mi cuerpo. Sentí que me dormía y de repente desperté y me vi en la cama.
La gente que había en la habitación se encontraba en la misma posición que tenía cuando estaba fuera de mi cuerpo mirándolo y mirándolos.


Por otra parte, algunos recuerdan haber sido atraídos a sus cuerpos físicos con una sacudida al final de la experiencia.

Me encontraba en el techo viendo cómo trabajaban con mi cuerpo. Cuando pusieron conexiones en mi pecho y mi cuerpo saltó, sentí que mi cuerpo caía como un peso muerto. En mi siguiente visión ya estaba dentro de él.

O bien:

Decidí regresar, y cuando lo hice me pareció sentir una sacudida que me introdujo en el cuerpo, y en ese mismo momento volvía la vida.

En los informes en que el acontecimiento es recordado con algún detalle, la reentrada se hace «a través de la cabeza».

Mi «ser» tenía un extremo grande y otro pequeño, y al final del accidente, tras haber estado suspendido sobre mi cabeza, volvió a entrar. Cuando dejó el cuerpo, lo hizo primero el extremo grande, pero al regresar fue el pequeño el que entró en primer lugar.

Otra persona relata:

Cuando los vi recoger mi cuerpo y sacarlo del volante se produjo una especie de silbido y sentí que pasaba por un área limitada, creo que una especie de embudo. La oscuridad era profunda y me movía por ella rápidamente de regreso al cuerpo.
Tenía la impresión de que la succión que me atraía se iniciaba en la
cabeza, que entraba por ella.

No tuve la sensación de haber tomado una decisión, y ni siquiera me dio tiempo
de pensar en ello. Estaba a varias yardas del cuerpo y de repente me encontré en él. Ni siquiera tuve tiempo para pensar:

«Estoy siendo succionado hacia el cuerpo.»


Las sensaciones que estaban asociadas con la experiencia persistieron algún tiempo después de haberse resuelto la crisis médica.

1) Al regresar, estuve llorando una semana por tener que vivir en este mundo después de haber visto el otro. No quería regresar.

2) Cuando regresé, me llevé conmigo algunas de las maravillosas sensaciones que tuve allí. Duraron varios días, e incluso ahora las percibo algunas veces.

3) Esa sensación era indescriptible, y en cierta manera permaneció conmigo. Nunca la olvidé, y todavía pienso en ella con frecuencia.

4) El haber probado aunque sea una pequeñísima parte de lo que es el otro mundo, y tener que seguir viviendo en este, es todo un martirio, un tremendo valle de lágrimas, ni por todo el oro del mundo cambiaría la vida futura por esta.

HABLAR CON LOS DEMÁS DE LO SUCEDIDO

Hay que dejar bien claro que una persona que ha pasado por una experiencia de este tipo no alberga dudas con respecto a su realidad y su importancia.
Las entrevistas que he hecho están frecuentemente adornadas con observaciones para precisar ese hecho. Por ejemplo:

Mientras estuve fuera del cuerpo me sentía sorprendido de lo que me estaba ocurriendo. No podía entenderlo, y sin embargo era real. Vi mi cuerpo con claridad desde fuera. Mi mente no estaba en una situación desde la que pudiera querer hacer algo o no hacer nada. No producía ideas.
Me encontraba, simplemente, en ese estado de mente. Y también:
No era una alucinación ni nada semejante. Una vez tuve una alucinación, cuando me dieron codeína en el hospital.
Ocurrió mucho antes que el accidente en que «fallecí».
Esta experiencia no tenía nada de alucinación.


Tales observaciones provienen de gentes muy capaces de distinguir el sueño y la fantasía de la realidad.
Las personas a las que he entrevistado están bien equilibradas y no cuentan sus experiencias como si hubieran sido sueños, sino como acontecimientos que les sucedieron realmente.
A pesar de estar convencidos de la realidad e importancia de lo que les ha ocurrido, comprenden que la sociedad contemporánea no es un entorno en que informes de esa naturaleza puedan ser recibidos con simpatía y comprensión.

Algunos me han dicho que se dieron cuenta desde el principio de que los otros los
considerarían mentalmente inestables si relataban sus experiencias.
En consecuencia, decidieron permanecer en silencio por lo que respecta a ese asunto o hablarlo sólo con parientes muy cercanos.
Fue muy interesante, pero no me gustaba hablar de ello con los demás, pues suelen mirarte como si estuvieras loco.

Otro de ellos recuerda:
Durante mucho tiempo no hablé de ello con nadie. No conté nada en absoluto.
Me atemorizaba que nadie pensara que estaba contando la verdad y me dijeran:
«Te estás inventando todo eso.»
Un día me decidí: «Bueno, veremos cómo reacciona mi familia ante ello», y lo conté, pero no lo he hecho con nadie más hasta ahora. Creo que mi familia pensó que había ido demasiado lejos.


Algunos trataron al principio de contárselo a alguien, pero no los creyeron y resolvieron desde entonces permanecer en silencio.

1) Sólo se lo he contado a mi madre. Un poco después del hecho le dije cómo me había sentido, pero era
un niño y no me prestó mucha atención; por tanto, no hablé de ello con nadie más.

2) Traté de comentarlo con un sacerdote, pero me dijo que había tenido una alucinación, así que mantuve la boca cerrada.

3) Era muy popular en la escuela superior, aunque no dejaba de ser una más. Era partidaria, no líder. Tras aquella experiencia traté de hablar con los demás y automáticamente me consideraron loca. Intentaba contarlo y me escuchaban con interés, pero más tarde descubrí que decían: «Está ida.»
Cuando vi que se había convertido en materia de bromas dejé de comunicarlo.
Yo había estado intentando decir: «Fíjate que cosa más extraña me ha ocurrido.»

Trataba de que comprendiesen que necesitamos saber muchas cosas
sobre la vida, más de las que yo hubiera podido imaginar, y más, por supuesto, de las que ellos creían.

4) Al despertar, traté de hablar con las enfermeras sobre lo que había experimentado, pero me dijeron que no hablara, que sólo había estado imaginando cosas.

5) Enseguida te das cuenta de que los demás no lo aceptan con la facilidad que tú desearías. Por eso no intentas ir por ahí contándole esas cosas a todo el mundo.
Es curioso que de todos los casos que he estudiado sólo un médico revela cierta familiaridad con las experiencias de proximidad a la muerte o expresa alguna simpatía hacia ellas.

Teniendo en cuenta el escepticismo y falta de comprensión que acompañan a cualquier intento de expresar
una de estas experiencias, no es sorprendente que casi todos los que la han pasado acaben pensando que es algo único que nadie más ha experimentado.
Por ejemplo, un hombre me dijo: «He estado en un lugar en el que nadie más ha estado.»

Con frecuencia, me ha ocurrido que tras entrevistar a alguien preguntándole detalles de su experiencia y decirle que otros han tenido exactamente las mismas percepciones y han pasado por las mismas situaciones, esa persona se ha sentido aliviada.
Es muy interesante descubrir que otros han tenido la misma experiencia, pues no había entendido... Me alegro de haberlo oído y saber que alguien más ha pasado por ello. Ahora sé que no estoy loco.

Siempre lo consideré como algo real, pero no hablé con nadie porque tenía miedo de que me miraran y pensaran: «Tu mente se paró al mismo tiempo que tu cuerpo.»
Me imaginaba que alguien más habría pasado por esa experiencia, pero pensaba que probablemente nunca me encontraría con nadie que supiera de ellas, pues la gente no iba a ir por ahí contándolo.

Si alguien, antes de haber pasado yo por ello, hubiera venido a contármelo, lo miraría y me preguntaría a mí mismo qué era lo que estaba tratando de sacar de mí, pues así nos comportamos en esta sociedad.
Todavía hay otra razón por la que algunos son reticentes a relatar esa experiencia. Piensan que es tan indescriptible, que se encuentra tan alejada de las posibilidades del lenguaje humano y de las formas de percepción y existencia terrestres, que carece de sentido intentarlo.

EFECTOS SOBRE LAS VIDAS

Los efectos que esas experiencias tuvieron sobre sus vidas han tomado las formas más enmascaradas y sutiles. Algunos me contaron que sentían que los horizontes de sus vidas se habían ampliado y que habían profundizado más en ellas, que eran más reflexivos y se preocupaban más por las cuestiones filosóficas fundamentales.

Después de esta experiencia: «Tengo que descubrir tantas cosas...» En otras palabras, la vida es algo más, aparte de la película de los jueves por la noche y el partido de fútbol. Hay más cosas de las que conozco.
Entonces comencé a pensar: «¿Cuál es el límite del hombre y la mente?»
Esa pregunta me abrió un mundo totalmente nuevo.

Otro dice:
Tras fallecer y tener la experiencia, comencé de repente a preguntarme si había estado haciendo esas cosas porque eran buenas o porque me agradaban a mí.
Antes seguía un impulso, ahora medito primero las cosas lentamente.
Todo ha de pasar por mi mente y ser digerido.

Trato de hacer las cosas que tengan más significado, y eso hace que mi mente y mi alma se sientan mejor. Procuro no juzgar a la gente ni favorecer a uno u otro. Quiero hacer las cosas porque sean buenas, no porque lo sean para mí.
La comprensión que tengo ahora de las cosas es mucho mayor.
Creo que se debe a lo que me ha ocurrido, a los lugares y cosas que vi en la experiencia.

Algunos han informado de un cambio de actitud ante la vida física a la que han retornado. Por ejemplo, una mujer me dijo:

«La vida tiene ahora más valor para mí.»

Otra persona relata lo siguiente:
En cierta manera fue una bendición, porque antes del ataque de corazón estaba tan ocupado planeando el futuro de mis hijos y preocupándome por el pasado, que me perdía las alegrías del presente. Ahora mi actitud es muy distinta.
Unos cuantos me dijeron que lo que ha cambiado es su concepto de la mente y el de la importancia relativa del cuerpo físico con respecto a la mente.

Esto queda muy bien ilustrado en las palabras de una mujer que tuvo una experiencia de salirse del cuerpo muy cercana a la muerte:

Era más consciente de mi mente que del cuerpo físico. La mente, y no la forma del cuerpo, era lo más importante. Antes, en cambio, había sido al revés.
El cuerpo era lo más importante, y lo que estaba sucediendo en la mente...; bueno, estaba sucediendo y eso era todo.

Después de aquello, mi mente se ha convertido en el principal punto de atención y el cuerpo ha ocupado un lugar secundario; sólo es algo que contiene la mente.
No me importaría no tener un cuerpo, pues de todo lo que me interesa, la mente es lo más importante.


En un número muy pequeño de casos me han dicho que, tras la experiencia, han comenzado a adquirir o percibir facultades de intuición parapsíquicas:

1) Después de la experiencia me pareció estar invadido de un nuevo espíritu.
Desde entonces muchos me han comentado que cuando están perturbados les produzco un efecto calmante casi instantáneo. Tengo la impresión de que ahora sintonizo más con la gente, que percibo cosas de ellos con más rapidez.

2) Creo que las experiencias de la muerte me ha proporcionado la facultad de sentir lo que otros individuos necesitan en sus vidas. A menudo, por ejemplo cuando estoy con gente en el ascensor de la oficina donde trabajo, casi me parece que puedo leer sus caras, saber si necesitan ayuda y de qué tipo.
Muchas veces he hablado con gente que se encontraba en apuros y las he llevado a mi despacho para aconsejarlas.

3) Desde que fui herido he tenido la sensación de que puedo recoger los pensamientos y vibraciones de la gente y percibir el resentimiento en los otros.
A menudo puedo saber lo que van a decir antes de que lo
hagan.

Pocos me creerán, pero he tenido algunas experiencias realmente extrañas desde entonces. Una vez, en una fiesta, recogí el pensamiento de los otros, y unos cuantos, que no me conocían, se levantaron y se fueron.
Tenían miedo de que fuera un brujo o algo parecido. No sé si es algo que comencé a tener al estar muerto o si lo tenía dormido y no lo usé hasta después de la experiencia.

Hay un notable acuerdo en las «lecciones» extraídas de tan cercanos encuentros con la muerte. Casi todos han puesto de relieve la importancia que tiene tratar de cultivar en esta vida el amor a los demás, un amor profundo y único.

Un hombre que se sintió totalmente amado y aceptado por el Ser Luminoso, incluso cuando su vida era mostrada panorámicamente para que el ser la viese, tuvo la sensación de que la «pregunta» que le estaba haciendo era si se sentía capaz de amar a los otros de la misma manera.
Ahora piensa que mientras esté en la tierra su misión será tratar de aprender a actuar de ese modo.

Además, muchos han enfatizado la importancia de buscar conocimiento. Durante la experiencia vieron claramente que la adquisición de conocimiento continúa incluso en el más allá.

Una mujer ha llevado a cabo todas las oportunidades educativas que se le han presentado desde la experiencia de «muerte».

Otro hombre da el siguiente consejo:

«No importa la edad que tenga. No deje nunca de aprender, pues ese proceso continúa en el otro mundo, durante toda la eternidad.»

Ninguno de los que he entrevistado me ha dicho que saliera de la experiencia sintiéndose moralmente «purificado» o perfeccionado.
Tampoco ninguno muestra una actitud de mayor santidad que los demás.
Casi todos han llegado a la conclusión de que sienten que están todavía intentando, todavía buscando.

Su visión les dejó nuevas metas, nuevos principios morales y una renovada determinación de vivir de acuerdo con ellos, pero sin sentimientos de salvación instantánea o infalibilidad moral.

Todos coinciden que ahora aman más y comprenden más a otros, y los tratan con paciencia y cariño, y quieren inculcarles que no vale la pena vivir rezongando, amargado, preocupado, gritando, sino que es mejor vivir buscando la felicidad.
Es que el amor que ellos han sentido, y que ha visto, tienen la plena seguridad que jamás podrá borrárseles de su corazón y de su mente.

UNA SONRISA FRENTE A LA PALABRA MUERTE

Como era razonable esperar, tal experiencia tiene un efecto profundo sobre las actitudes ante la muerte física, especialmente en el caso de quienes previamente no hubieran creído que ocurriese algo después de la muerte.

En una u otra forma, casi todos me han expresado que ya no temen a la muerte.
Que aveces sienten que la muerte es algo que lo desean, en forma natural por supuesto, nunca autoinducido, es como una amiga que irá con ellos hasta el fin de sus vidas, ya la muerte no es traumática, ni dolorosa, ni desconocida.

Esta idea, empero, ha de ser clarificada.
En primer lugar, ciertas formas de muerte resultan indeseables, y, en segundo lugar,
ninguno de ellos busca activamente la muerte.
Todos sienten que tienen tareas que realizar mientras estén físicamente vivos y se muestran de acuerdo con lo que me dijo uno de ellos:
«He de cambiar muchas cosas antes de irme de aquí.»

Igualmente, todos desaprueban el suicidio como medio de volver a las esferas que
vislumbraron durante sus experiencias. La idea central es que el estado de muerte ya no les resulta lúgubre.

Veamos algunos pasajes en que se expresan esas actitudes:

1) Supongo que esta experiencia modeló en cierta forma mi vida. Era un niño cuando me ocurrió, sólo tenía diez años, pero toda mi vida he estado convencido, a partir de entonces, de que hay vida después de la muerte.
No me cabe la menor duda de ello, y no tengo miedo a morir. He conocido personas que seatemorizaban realmente ante la idea.

Siempre sonrío interiormente cuando oigo a alguien dudar de la existencia de un más allá, o decir: «Cuando te has muerto, te has ido, no hay nada más.»
Pienso para mí mismo que no saben de qué hablan.

Durante mi vida me han ocurrido muchas cosas. En el despacho he tenido una pistola apoyada en la sien, pero no he sentido apenas miedo, pues pensaba:

«Si realmente muero, si de verdad me matan, sé que viviré en otro lugar.»

2) Cuando era un niño solía tener miedo a morir. Me despertaba por las noches llorando y con un ataque
de nervios. Mis padres entraban corriendo en la habitación y me preguntaban qué ocurría. Les decía que sabía que tenía que morir, pero no quería, y les preguntaba si podían evitarlo. «No -me respondían-, así son las cosas y debemos enfrentarnos a ellas.»

Mi madre me decía que todos teníamos que llegar a ello y que entonces lo haríamos muy bien. Años más tarde ella murió y hablé del asunto con mi esposa.
Seguía temiendo la muerte y deseando que no viniera.
Sin embargo, desde que tuve la experiencia ya no le temo más.
Aquellos sentimientos desaparecieron. En los funerales ya no me siento mal.
Al contrario, siento una especie de alegría en ellos, pues sé dónde se
encuentra la persona muerta.

Creo que el Señor me hizo tener esa experiencia precisamente por la forma en que me sentía ante la muerte. Mis padres me consolaban, pero el Señor me mostró.
Ahora ya no hablo de ello, pero lo conozco y me siento a gusto.

3) Ya no temo a la muerte. No es que la desee o quiera morir ahora. No quiero vivir en el otro lado porque se supone que estoy viviendo aquí. La razón por la que no temo a la muerte es que sé adónde iré cuando deje esto, pues ya he estado allí antes.

4) Lo último que la luz me dijo antes de volver al cuerpo, a la vida, fue...; bueno, la idea se reduce a que regresaría.
Me decía que esta vez seguiría viviendo, pero que volveríamos a estar en contacto y que en esa ocasión moriría realmente.

Por eso estoy seguro que la luz y la voz regresarán, aunque no sé cuándo. Pienso que será una experiencia similar, aunque creo que mejor, pues sabré lo que me espera y no estaré tan confuso.
De todas maneras, no quiero regresar demasiado pronto, pues todavía he de hacer aquí unas cuantas cosas.

El motivo de que la muerte ya no produzca temor, como se deduce de los anteriores extractos, es que tras la experiencia nadie duda de la supervivencia a la muerte corporal. Ya no es una posibilidad abstracta, sino un hecho experimentado.

La vida es como una prisión. En este estado no podemos darnos cuentas de hasta qué punto los cuerpos son prisiones. La muerte es una liberación, como escapar de una cárcel. Es la mejor idea que se me ocurre si busco una comparación.

En la mayor parte de los casos se abandona el pensamiento de "recompensa-castigo", para los que se portaron bien o mal, incluso por parte de quienes estaban acostumbrados a pensar en esos términos.
Descubrieron, para su sorpresa, que incluso cuando sus actos aparentemente más horribles y pecaminosos se hacían manifiestos ante el Ser Luminoso, éste no
respondía con cólera, o con ira, sino con comprensión e incluso con humor.

De acuerdo con estas visiones, el desarrollo del alma, especialmente por lo que se
refiere a las facultades espirituales del amor y el conocimiento, no se detiene tras la muerte; continúa en el otro lado, en la vida futura, quizá eternamente, pero con toda seguridad por un tiempo y una profundidad que sólo podremos vislumbrar, mientras estemos en los cuerpos físicos, «a través de un cristal, misteriosamente.»

UN RELATO INTERESANTE MUY CERCANO A LA MUERTE

Para terminar este capítulo quiero incluir un relato excepcional y sin misterios, que encierra muchos de los elementos ya discutidos.
Contiene además una variante única de la que no hemos hablado antes: el Ser Luminoso le habla de antemano de su inminente muerte y decide luego dejarlo vivir.

Cuando aquello ocurrió lo de mi aparente muerte, padecía, y sigo padeciendo, una grave asma bronquial con enfisema. Un día tuve un ataque de tos y se me produjo una ruptura en la parte inferior de la espina dorsal.

Durante dos meses consulté a varios médicos, pues me causaba un dolor terrible, y finalmente uno de ellos me remitió a un neurocirujano, el doctor Wyatt.
Me examinó y dijo que debía ingresar inmediatamente en un hospital, lo que hice sin demoras.

El doctor Wyatt sabía que tenía una grave enfermedad respiratoria y llamó a un especialista pulmonar, quien habló de consultar al anestesista, doctor Coleman, sobre la conveniencia de dormirme.

El especialista planeó una operación para el viernes siguiente. El lunes por la noche me dormí y tuve un sueño tranquilo hasta la madrugada del martes, en la que
desperté con graves dolores. Me di la vuelta y traté de colocarme en una postura más cómoda, y en ese momento apareció una luz en una esquina de la habitación debajo del techo.

Era una bola de luz, casi como un globo, pero no muy grande. Diría que no más de doce o quince pulgadas de diámetro. Al aparecer la luz tuve una sensación.
Mentiría si dijera que era horripilante. Era una sensación de paz completa y relajación profunda.

La luz extendió una mano hacia mí y me dijo:
«Ven conmigo. Quiero enseñarte algo.»
Inmediatamente, sin la menor vacilación, alcé mi mano y me cogí a la suya.
Al hacerlo, tuve la sensación de ser arrastrado fuera de mi cuerpo, y al mirar hacia atrás lo vi allí, tumbado sobre la cama, mientras yo me elevaba hacia el techo de la habitación.

Nada más abandonar el cuerpo, tomé la misma forma que la luz. Sentí -he de utilizar mis propias palabras para ello, pues nunca he oído a nadie contar algo semejante-, que esta forma era un espíritu.
No era un cuerpo, sino un jirón de humo o de vapor. Parecía como el humo de un cigarrillo iluminado al ascender hacia una lámpara.

Sin embargo, mi forma actual tenía colores. Había naranja, amarillo y otro que
no podía diferenciar muy bien..., podía ser un índigo, un color azulado.
Aquel espíritu no tenía la forma de un cuerpo. Era aproximadamente circular, aunque tenía lo que podíamos llamar una mano. Lo sé porque cuando la luz me tendió la suya yo se la cogí.

El brazo y la mano de mi cuerpo seguían con él, pues pude verlos sobre la cama al lado de mi cuerpo cuando me elevaba hacia la luz. Cuando no utilizaba la mano espiritual, el espíritu recobraba la forma circular.
Fui atraído hasta la posición de la luz y ambos atravesamos el techo y la pared de la sala del hospital, traspasamos un corredor y creo que unos suelos hasta pasar a un piso inferior.

No teníamos dificultad para atravesar puertas o paredes, pues desaparecían de nuestra vista cuando nos aproximábamos a ellas.
Durante ese periodo me pareció que nos movíamos. Mejor dicho, sabía que nos estábamos moviendo, aunque no hubiera sensación de velocidad.
En un momento, casi instantáneamente en realidad, me di cuenta
de que habíamos llegado a la sala de recuperación del hospital.

Ni siquiera sabía entonces en qué parte del mismo se encontraba, pero llegamos allí y de nuevo nos encontramos en una esquina de la habitación cercana al techo.
Pude ver a los doctores y enfermeras con sus trajes verdes y las camas que allí había.
Entonces me dijo el ser -me enseñó-: «Ahí te van a llevar. Cuando te saquen de la mesa de operaciones te pondrán en esa cama, pero nunca despertarás.
No te darás cuenta de nada desde que te lleven a la mesa de
operaciones, hasta un poco después, que vendré por ti.» No dijo esto con palabras.

No era una voz audible, pues, si así hubiera sido, la habrían oído los que se encontraban en la habitación. Era más bien una impresión que me llegaba, pero en forma tan vívida que yo no podía decir que no la había oído o sentido.

Era bien definida. Con respecto a lo que veía...; bueno, era mucho más fácil reconocer las cosas estando en forma espiritual. Me preguntaba qué era lo que estaba tratando de enseñarme. Inmediatamente supe lo que tenía en su mente.
No había duda. Aquella cama -la cama de la derecha según se entra del corredor- era donde iba a estar y que me sacaría de allí con un propósito determinado.

Luego me explicó el motivo. No quería que tuviese miedo cuando llegara el momento de que mi espíritu abandonara el cuerpo, pero sí que conociese la
sensación que se tenía al pasar por ese punto.

Quería asegurarse de que no tendría miedo, pues el paso no sería inmediato; tendría que atravesar otras etapas primero, pero él lo supervisaría todo y estaría
esperándome al final.
Cuando me uní a él para viajar hasta la sala de recuperación y me había convertido yo mismo en un espíritu, en cierta manera nos habíamos fusionado en uno.
No obstante, seguíamos siendo dos espíritus separados.

Él tenía pleno control de todo cuanto iba sucediendo en lo que respecta a lo que me concernía a mí.
Incluso si viajábamos a través de las paredes y los techos, tenía la impresión de que seguíamos en tan estrecha comunicación que nada podía molestarlo.
Nunca había sentido esa paz, esa calma y serenidad.

Tras decirme aquello, regresamos a mi habitación y volví a ver mi cuerpo en la misma posición en que lo dejamos. Creo que estuve fuera de él unos cinco o diez minutos, pero el paso del tiempo no tenía nada que ver con aquella experiencia.
De hecho no recuerdo si alguna vez pensé en que el tiempo estaba pasando.

Me había cogido tan de sorpresa que estaba anonadado. Era tan vívido y real..., más que una experiencia ordinaria. A la mañana siguiente no experimentaba el menor miedo. Al afeitarme no sentí temblor en la mano, como me venía ocurriendo desde hacía seis u ocho semanas.

Sabía que iba a morir, pero no me daba pena ni miedo. No pensaba siquiera en si podía hacer algo para evitarlo. Estaba preparado.
En la tarde del miércoles, un día antes de la mañana de mi operación, me encontraba en la habitación del hospital y me sentí preocupado.
Mi esposa y yo teníamos un hijo, un sobrino adoptado llamado Jack, que nos estaba
causando problemas. Decidí escribirles una carta a cada uno, expresándoles mis preocupaciones, y esconderlas en donde no pudieran ser encontradas hasta después de la operación.

Cuando ya había escrito dos páginas a mi esposa, mis ojos se abrieron y rompí a llorar. Sentí que alguien estaba presente, y pensé que había llorado tan alto que una enfermera se acercaba para ver qué me pasaba.
Pero no había oído abrir la puerta. De nuevo sentí aquella presencia, pero sin ver ninguna luz esa vez.

Al igual que antes, me llegaron pensamientos y palabras:
«Jack, ¿por qué estás llorando? Pensé que te gustaría estar conmigo.»
«Sí, me gusta, lo deseo con fuerza.»
«¿Por qué estás llorando, entonces?»
«Tenemos un problema con nuestro sobrino, y temo que mi esposa no sepa cómo solucionarlo.

Estoy tratando de ponerle en palabras cómo me siento y lo que quiero que ella haga por él. También estoy preocupado porque creo que mi presencia habría contribuido algo a solucionarlo.»

Entonces volví a sentir sus pensamientos:
«Como te estás preocupando por alguien más y pensando en los otros, te garantizo que tendrás lo que deseas. Vivirás hasta que tu sobrino se haya hecho un hombre.»

Después se fue. Dejé de llorar y destruí la carta para que mi esposa no la encontrase accidentalmente.
Aquella tarde, el doctor Coleman entró a verme y me dijo que esperaba tener problemas para hacerme dormir y que no debía sorprenderme de despertar y encontrarme con muchos cables, tubos y máquinas rodeándome.

No le conté mi experiencia, limitándome a asentir y decirle que cooperaría.
A la mañana siguiente la operación fue muy larga, pero salió bien. Cuando estaba recuperando la conciencia, el doctor Coleman se encontraba allí, y le dije:
«Sé exactamente dónde me encuentro.»

Él me preguntó: «¿En qué cama?» «En la primera de la derecha, según se entra en la sala.» Se rió y pensó que estaba hablando por efectos de la anestesia.
Iba a decirle lo ocurrido, pero en ese momento entró el doctor Wyatt, y dijo:
«Está despertando ahora.

¿Qué piensa hacer?» El doctor Coleman respondió: «No tengo que hacer nada.
Nunca en mi vida me he sorprendido tanto. Estoy aquí con todo ese equipo preparado y no necesita nada.» El doctor Wyatt replicó:
«Todavía ocurren milagros.» Cuando me levanté y vi lo que me rodeaba me encontré en la misma cama que la luz me había mostrado días antes.

Hace tres años de esto, pero sigue tan vívido como entonces. Ha sido lo más fantástico que me ha ocurrido nunca y me ha cambiado.
Sólo he hablado de ello con mi esposa, mi hermano, mi sacerdote y con usted.
No sé cómo contarlo, es muy difícil de explicar.
No trato de producir un gran shock en su vida ni de fanfarronear.
Pero después de aquello ya no tengo dudas. Sé que hay vida después de la muerte.

EL MUNDO DEL MÁS ALLÁ SUGÚN EMANUEL SWEDENBOR

Tengo de mencionar a Swedenborg, que vivió entre 1688 y 1772, y nació en Estocolmo. Era famoso en su época e hizo contribuciones respetables en varios campos de las ciencias naturales.
Sus escritos, van orientados en un principio hacia la anatomía, fisiología y psicología, y su propio relato de una experiencia cercana a la muerte, le ganaron un gran reconocimiento.

Sin embargo, en un periodo más tardío de su vida sufrió una crisis religiosa y comenzó a hablar de experiencias según las cuales pretendía haber estado en comunicación con entidades espirituales del más allá.

Sus obras posteriores tienen muchas descripciones de cómo es la vida que hay más allá de la muerte. De nuevo es sorprendente la correlación entre lo que él escribe de algunas de sus experiencias espirituales y lo que cuentan los que han tenido experiencias cercanas a la muerte.

Por ejemplo, describe cómo, cuando han cesado las funciones corporales de respiración y circulación, el hombre todavía no ha muerto, sino que está separado de la parte corpórea que utilizó en el mundo... El hombre, cuando muere, sólo pasa de un mundo a otro.

(Todas las citas de Swedenborg están tomadas del Compendium of the Theological and Spiritual Writings of Emanuel Swedenborg. Boston: Crosby and Nichols, 1853), págs. 160-197.)

Afirma que él mismo ha pasado por las primeras etapas de la muerte y ha tenido experiencias fuera de su cuerpo.
Pasé por un estado de insensibilidad de los sentidos corporales, casi por el estado de la muerte; la vida de pensamiento interior seguía entera, por lo que percibí y retuve en la memoria las cosas que ocurrieron y lo que les ocurre a los que han resucitado... Especialmente se percibe... que hay una absorción..., un tirón
de... de la mente, es decir, del espíritu, hacia fuera del cuerpo.

Durante la experiencia se encuentra con seres a los que identifica con «ángeles». Éstos le preguntan si está preparado para morir.
Aquellos ángeles me preguntaron primero cuál era mi pensamiento, si era como el de los que mueren, que generalmente se preguntan sobre la vida eterna; me dijeron que deseaban mantener mi mente en ese pensamiento.

La comunicación que tiene lugar entre Swedenborg y los espíritus no es de tipo terrestre y humano. Es casi una transferencia directa de pensamientos.
No hay posibilidad de mala comprensión.
Los espíritus conversan entre sí mediante un lenguaje universal... Todo hombre, nada más morir, conoce ese lenguaje..., que es propio a su espíritu...

Lo que le dice un ángel o un espíritu a un hombre se oye igual que lo que le dice un hombre a otro hombre. Pero no es oído por los otros que están allí, sino por él sólo; la razón es que lo que dice el ángel o el espíritu fluye primero al pensamiento de hombre...

La persona recién fallecida no comprende que está muerta, pues sigue en un «cuerpo» que se asemeja al cuerpo físico en varios aspectos.
El primer estado del hombre tras la muerte es similar a su estado en el mundo, pues externamente es de la misma manera...

Por tanto, no sabe otra cosa que el hecho de que sigue en el mundo... Una vez que se han maravillado de que están en un cuerpo y de que siguen en el mundo... desean saber lo que es el cielo y el infierno.

El estado espiritual es menos limitado. La percepción, el pensamiento y la memoria son más perfectos, y
el tiempo y el espacio ya no constituyen obstáculos, como en la vida física.
Todas las facultades de los espíritus... se dan en un estado más perfecto, así como las sensaciones, pensamientos y percepciones.
El muerto puede encontrarse con otros espíritus, a los que conoció en vida.
Están allí para ayudarle a pasar al más allá.

El espíritu de un hombre recién salido del mundo es... reconocido por sus amigos y por aquellos a quienes había conocido en el mundo..., que lo instruyen de lo concerniente al estado de vida eterna...
Puede ver su vida pasada en una visión. La recuerda con todo detalle y no tiene posibilidad de mentir u ocultar nada.

La memoria interior... En ella están escritas todas las cosas particulares... que el hombre ha pensado, hablado y hecho... desde su primera infancia hasta el momento de morir.
Al hombre le acompaña el recuerdo de todas las cosas cuando pasa a la otra vida y es llevado sucesivamente a rememorarlas todas...

Cuanto ha hablado y hecho... queda manifiesto ante los ángeles con una luz tan clara como la del día..., y... nada hay tan oculto en el mundo que no se manifieste tras la muerte... como visto en efigie, cuando el espíritu es visto a la luz del cielo.
Swedenborg también describe la «luz del Señor», que penetra el futuro, una luz de inefable brillo que él mismo ha visto. Es una luz de verdad y comprensión.

LA MUERTE CON RELACIÓN A LOS SUICIDIOS

¿Los intentos de suicidios tienen la misma experiencia que las anteriores personas tuvieron?

¿Fue la experiencia diferente en este caso?

Conozco algunos casos en los que un intentó de suicidio fue la causa de la «muerte» aparente. Estas experiencias fueron uniformemente caracterizadas como desagradables, desaconsejables, horroroso, y de mucho sufrimiento.

Una mujer me dijo: Oí una voz que me dijo claramente; «Si te quedas con un alma atormentada por el suicidio, también allí a donde vayas seguirá atormentada, y sin descanso alguno.»

En resumen, varias personas dijeron; que los conflictos que les llevaron a suicidarse para escapar de los problemas, estaban todavía presentes cuando murieron y no desaparecieron, y aún con más complicaciones y sufrimientos todavía, ya que llevabamos sobre nosotros la marca del suicidio.

Una joven tuvo varias peleas con su novio, cuando se despidieron, ella tomó la decisión de suicidarse tomando pastillas.

Me dejó el siguiente relato que impresiona:

Una fuerza superior me hizo comprender claramente adonde lleva el suicidio.
Han saber que los que se suicidan no solucionan nada, complican aún más su vida futura, su eternidad, ya que si el suicidio es por vengaza, odio, o para causar mal a alguien o causarle dolor, el suicidio lleva consigo una terrible determinación de sufrimiento eterno en el infierno, donde tendrán que soportar una y otra vez, a repetición continúa sin cesar, todo el sufrimiento del suicidio.

Ahora bien, si el suicidio es por un desequilibrio mental, por tomar medicamentos debido a una enfermedad, o por una enfermedad donde la persona no es consciente de lo que hace, no hay castigo o sanción y no se toma en cuenta.

Otro joven me contó:

en el estado incorpóreo no podía hacer nada por mis problemas, seguían ahi y me atormentaban, y todavía tenía que ver las desgraciadas consecuencias que resultaban de mi acto de suicidio.

Un hombre que se pegó un tiró, deprimido por la muerte de su esposa, «muriendo» y resucitando luego, me cuenta:

No fui adonde estaba [mi esposa]. Fui a un lugar horrible, oscuro, adonde oía voces de dolor, llanto, quejas, y un griterío espantoso que venían de todos lados...

Aterrado, inmediatamente comprendí el error y el mal paso que había cometido al suicidarme y pensé:

«Ojalá no lo hubiera hecho.»

Otros que han experimentado ese desagradable «lugar de sufrimiento» cuentan que tuvieron la sensación de que estarían allí por mucho tiempo.

Yo pensé: "Este es nuestro castigo por «romper las reglas», por tratar de liberarnos a sí mismos de lo que era una «misión»: cumplir un cometido en la vida, y no pedir ayuda para superar los problemas".

Esas observaciones coinciden con las informaciones de personas que «murieron» por otras causas, pero que mientras estaban en ese "estado" les llegó el pensamiento de que el suicidio era un acto muy desafortunado al que les esperaba un grave castigo.

Un hombre que estuvo cerca de la muerte tras un accidente automovilístico, nos da más precisiones sobre cómo debemos cuidar nuestra vida y lo malo que es el suicidio, él cuenta:

Mientras estuve allí, en un lugar que no se describirlo, tuve una real sensación de que dos cosas me estaban totalmente prohibidas:

"suicidarme y matar a otra persona..."

Si me matara a mí mismo, sería como arrojarle a Dios en la cara, el don precioso que es la vida, sería como un desprecio para Dios..., el sacrificio que hizo Jesús en la cruz para salvarme, todo el sufrimiento que pasó, sería como despreciarlo y no darle valor. Además es como despreciar toda mi vida, mi familia, mis padres, mis hijos...

Matar a otro sería interferir en los propósitos que Dios tiene para con ése individuo. Dios tiene un plan para cada ser humano y quiere que llegue a su fin. Matar a alguien es cortar drásticamente con el objetivo que Dios tiene con la persona.

Sentimientos como ésos, que me han expresado en distintas entrevistas, son idénticos a los encerrados en los más antiguos argumentos teológicos y morales contra el suicidio, descritos en diversas formas en los textos de pensadores tan diferentes cómo Santo Tomás de Aquino, Locke y Kant.

Un suicida, según Kant, está actuando en oposición a los propósitos de Dios y llega al otro lado con la consideración de rebelde a su Creador.
Santo Tomás de Aquino afirma que la vida es un don de Dios, y que a Él, no al hombre, le corresponde retirarlo.

Sin embargó, discutiendo esto no paso de un juicio moral contra el suicidio. Sólo informó de lo que me han contado otros que han pasado por esa experiencia.
Estoy preparando ahora un segundo libro sobre experiencias cercanas a la muerte en el que este tema, junto con otros, será tratado con mayor amplitud.

Final:

Al relatar todos estos hechos no se puede hablar más de la muerte y sus fenómenos sin considerar las investigaciones aportadas por el Dr. Moody.
Éstas se centraron en la recopilación de testimonios de personas que experimentaron la muerte clínica, y que, al ser reanimadas, revelaban detalles asombrosamente semejantes que apuntaban a una misma conclusión:

"la existencia de otra vida después de la muerte".

En la actualidad, el Dr. Moody con 67 años, a pesar de estar retirado continúa sus investigaciones en torno a la muerte y sus fenómenos, mientras millones de personas en todo el mundo han narrado experiencias similares.

Estos testimonios son la prueba evidente de que la senda abierta por el Dr. Moody ha dejado una huella imperecedera en lo referido a la concepción que la sociedad moderna posee sobre la muerte, siendo imposible plantear hoy ningún debate
sobre la misma sin recurrir a los contenidos de este libro, que, por méritos propios, ha entrado ya en la galería de clásicos sobre la materia.

LA BIBLIA Y LA VIDA DESPUÉS DE LA MUERTE

En nuestra sociedad, la Biblia es el libro más leído y comentado de cuantos tratan de materias relativas a la naturaleza del aspecto espiritual del hombre y de la vida posterior a la muerte.

Sin embargo, en general, la Biblia tiene muy poco que decir con respecto a los hechos que se producen después de la muerte y sobre la naturaleza precisa del mundo posterior a ella.

Esto es especialmente cierto por lo que se refiere al Antiguo Testamento. Según los expertos bíblicos, sólo dos pasajes del Antiguo Testamento hablan inequívocamente de
la vida posterior a la muerte:

(Todas las citas de la Biblia están tomadas de la versión inglesa: King Jaime).

Isaías 26, 19: «Revivirán los muertos; junto con los cadáveres se levantarán. Despertarán y cantarán los que vivieron en el polvo... y la tierra arrojará a los muertos».

Daniel 12, 2: «Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, algunos para la vida eterna, algunos para la vergüenza y el desprecio eternos.»

Obsérvese que en ambos pasajes se sugiere la resurrección del cuerpo físico, y que el estado de muerte física es comparado al sueño.

En mi propia lectura he encontrado algunos paralelos que ninguno de los entrevistados había mencionado.
El más interesante se encuentra en los escritos del apóstol San Pablo. Era un perseguidor del cristianismo hasta su famosa visión y conversión en el camino de Damasco.

Hechos 26, 13-26: «Al mediodía, ¡oh rey!, vi en el camino una luz venida del cielo, más brillante que el sol, que me rodeó a mí y a quienes viajaban conmigo. Cuando hubimos caído todos a tierra, escuché una voz que me hablaba y me decías en lengua hebrea: "Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues? Te es duro dar coces contra los aguijones."

»Yo le dije: "¿Quién eres tú, Señor?" Él respondió: "Soy Jesús, a quien tú persigues. Levántate y ponte de pie, pues me he aparecido a ti para que seas mí servidor y testigo de las cosas que has visto y de las que te mostraré..."

»Así pues, oh rey Agripa, no fui desobediente a la visión celestial... Mientras decía esto, Festo gritó:
"¡Pablo, estás loco, tanto aprender te ha afectado a la mente!"
«Yo le respondí: "No estoy loco, noble Festo; hablo de cosas verdaderas y sensatas".»

Este episodio tiene alguna semejanza con el encuentro con el ser luminoso en las experiencias cercanas a la muerte. Ante todo, el ser está dotado de personalidad, aunque no se vea forma física, y de él emana una «voz» que hace preguntas y da instrucciones.

Cuando San Pablo trata de contárselo a los otros, se burlan de él y lo consideran loco. Sin embargo, la visión cambió el curso de su vida.
Desde entonces se convirtió en el primer promotor del cristianismo, como forma de vida que implicaba el amor a los otros.
También hay diferencias, por supuesto. San Pablo no estuvo cerca de la muerte durante su visión.

También habla de que fue cegado por la luz y perdió la vista durante tres días, lo que se opone a los informes que dicen que, a pesar de que tenía un brillo indescriptible, ni los cegó ni les impidió ver las cosas que les rodeaban.

En sus discusiones sobre la naturaleza de la vida del más allá, San Pablo dice que algunos ponen en duda el concepto cristiano de otra vida al preguntar por el tipo de cuerpo que tendrá el muerto.

LAS DUDAS QUE TUVO EL PROFETA JOB PUEDEN SER LAS MISMAS DUDAS QUE MUCHOS PERSONAS TIENEN

La existencia de la vida después de la muerte es una pregunta universalmente hecha por la humanidad. Job habló por todos nosotros cuando preguntó, “El hombre nacido de mujer, corto de días y hastiado de sinsabores, sale como una flor y es cortado, y huye como la sombra y no permanece...si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?” (Job 14:1-2, 14).

Como Job, casi todos nosotros hemos sido desafiados por estas preguntas.

¿Qué exactamente nos sucede después de morir?

¿Dejamos de existir simplemente?

¿Es la vida una puerta giratoria de la que se sale y se regresa a la tierra a fin de alcanzar la grandeza personal?

¿Van todos al mismo lugar, o vamos a diferentes lugares?

¿Hay realmente un cielo y un infierno?

La Biblia nos dice que no solamente hay vida después de la muerte, sino que hay una vida eterna tan gloriosa que “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman” (1ª Corintios 2:9).

Jesucristo, Dios hecho Hombre, vino a la tierra para darnos este don de la vida eterna. “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Isaías 53:5).

Jesús asumió el castigo que cada uno de nosotros merecemos, y sacrificó su vida misma. Tres días después, Él se mostró victorioso sobre la muerte al levantarse de la tumba. Permaneció sobre la tierra por cuarenta días y fue visto por miles de personas antes de ascender al cielo.
Romanos 4:25 dice, “El cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.”

La resurrección de Cristo fue un evento bien documentado. El Apóstol Pablo desafió a la gente a cuestionar a los testigos oculares de la validez de la resurrección, y nadie fue capaz de impugnar esta verdad.
La resurrección es la piedra angular de la fe Cristiana; porque Cristo resucitó de la muerte, podemos tener fe de que también seremos resucitados con Cristo.

La resurrección de Jesucristo es la prueba definitiva de la vida después de la muerte. Cristo fue solamente el primero en una gran cosecha de personas que serán resucitadas nuevamente a la vida.

La muerte física vino a través de un hombre, Adán, con quien todos estamos relacionados.
Pero todos los que hemos sido adoptados en la familia de Dios a través de la fe en Jesucristo, recibiremos una vida nueva (1ª Corintios 15:20-22).
Así como Dios levantó el cuerpo de Jesús, así nuestros cuerpos serán resucitados cuando vuelva Jesús a la tierra. (1ª Corintios 6:14).

Aunque eventualmente todos resucitaremos, no todos irán al cielo.
En esta vida, cada persona debe tomar una decisión, y esto determinará su destino eterno.

La Biblia dice que está establecido para nosotros morir "una sola vez", y después de eso viene el juicio (Hebreos 9:27).
Aquellos que han sido hechos justos por la fe en Cristo irán a la vida eterna en el cielo, pero los que rechazan a Cristo como su Salvador serán enviados al castigo eterno del infierno (Mateo 25:46).

El infierno, al igual que el cielo, no es solamente un estado de existencia con cuerpo y alma, sino un lugar literal y muy real.
Es un lugar en donde los injustos experimentarán la eterna ira de Dios sin fin.

Ellos soportarán tormentos emocionales, mentales y físicos en cuerpo y alma, sufriendo conscientemente de la vergüenza, remordimiento y desprecio, por haber negado y rechazado a Jesucristo como su Señor y Salvador.

El infierno se describe como un abismo interminable (Lucas 8:31, Apocalipsis 9:1), y un lago de fuego, que arde con sulfuro, en donde los habitantes, los condenados, serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos (Apocalipsis 20:10).

En el infierno, habrá llanto y el crujir de dientes, dando inicio a pena intensa y cólera (Mateo 13:42). Este es un lugar “donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga” (Marcos 9:48).

Dios no quiere la muerte del pecador, sino que deje de una vez y para siempre su camino malvado para que se convierta y tenga viva eterna. (Ezequiel 33:11).

Pero Dios no va a forzarnos a la sumisión y menos a amarlo. Si escogemos rechazarlo, Él acepta nuestra decisión, pero hemos de tener en cuenta que viviremos apartados de Él eternamente.

La vida sobre la tierra es una prueba constante, día a día – una preparación para lo que ha de venir. Para los creyentes, es la vida eterna en la presencia inmediata de Dios.
Para los incrédulos, la vida después de la muerte es una eternidad en el lago de fuego.

Entonces, ¿cómo podemos recibir la vida eterna y evitar una eternidad en el lago de fuego?

Hay solamente una manera – a través de la fe, la oración y plena confianza en Jesucristo.

Jesús dijo, “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá, Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá jamás…” (Juan 11: 25-26).

El don gratuito de la vida eterna está disponible para todos los seres humanos, y para todos los que acepten a Jesucristo como su único Dios y Salvador.

“El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida eterna, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:36).

No nos será dada la oportunidad de recibir el regalo divino de la vida eterna después de la muerte.

Nuestro destino eterno "feliz o desgraciado", está determinado exclusivamente durante la vida aquí en esta tierra, por nuestra aceptación o rechazo a Jesucristo.

Quién pasa parte de su vida o toda su vida, burlándose de Dios, de la Iglesia, del Papa, de los sacerdotes, e induciendo a otros al mal camino por éstas burlas, no espero compasión después de su muerte, pues la ira de Dios caerá sobre él, ya que estas burlas y sus consecuencias, es una forma más de rechazar la Salvación de Jesucristo; ¡de Dios nadie se rie!

“He aquí en esta vida, ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de la salvación.” (2 Corintios 6:2)
Si confiamos en la muerte de Jesucristo como el pago por nuestros pecados contra Dios, se nos garantiza no solamente una vida significativa sobre la tierra, sino también vida eterna después de la muerte en la presencia gloriosa de JesuCristo.

Si usted desea aceptar a Jesucristo como su único Dios y Salvador, aquí está una oración modelo. Recuerde, que hacer esta oración o cualquier otra, no lo va a salvar, pero sí ayurá a acercarse cada día más a JesuCristo.

Es solamente el confiar en Cristo lo que le puede librar del pecado y lo llevará a la salvación eterna.
Esta oración es simplemente una manera de expresar a Dios su fe en Él, y agradecerle por proveerle la salvación.

“Dios, sé que he pecado contra ti y merezco castigo.
Pero Jesucristo tomó el castigo que yo merecía, de manera que a través de la fe en El yo pueda ser perdonado.
Me aparto de mi pecado y pongo mi confianza en Ti para la salvación.
¡Gracias por Tu maravillosa gracia y perdón – el don de la vida eterna!

En el nombre de JesuCristo, mi Dios, mi Señor y mi Salvador. ¡Amén!”

¿Ha hecho usted una decisión por Cristo, por lo que ha leído aquí?

Si es así, por favor repita frecuentemente, a cada rato, sin cesar:
“¡He aceptado a Cristo hoy!”, "Jesús, María os Amo salvad las almas".

DE LOS ESCRITOS DE SAN ALFONZO MARÍA DE LIGORIO A UN AMIGO FALLECIDO.

Lloremos sí, pero de felicidad, de saber que nuestro ser querido, marchó para estar en la presencia de Dios. Usted cree, que el querrá regresar a un mundo, donde esta cargado de sufrimiento, de injusticia, de maldades y cambiar el paraíso donde la presencia de Dios esta con ellos, donde todo es alegría y felicidad.

Igualmente nuestros seres amados que han partido con el Señor, no querrán venir a este lugar de sufrimiento. Si nosotros pudiéramos entender donde van la gente que mueren con el Señor. No derramaríamos ni una sola lágrima, todo lo contrario, nos Gozaríamos cuando nuestro seres amados han marchado hacia el hogar celestial.(Filipenses 1:21-23)

Velad, estad atentos, rezad mucho, mucho, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor a pedir vuestra alma, y debemos rendirle cuenta de todo lo hecho en nuestra vida.

Pero sabed esto, que si el padre de familia supiese a qué hora el ladrón habría de venir, velaría, y no dejaría su casa descuidada.
Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que nenos pensáis.

Por eso rezad al Espíritu Santo para que venga en vuestra ayuda;

ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

¡Oh Espíritu Santo que nos anuncias el cielo, enséñanos a rezar!. Amén.

¡Oh Espíritu Santo haz que nos amemos y nos soportemos los unos a los otros!. Amén.

¡Oh Espíritu Santo haz que nos dejemos guiar por Tí, para que junto a Tí, lleguemos al cielo!. Amén.

¡Oh Espíritu Santo haz que mantengamos siempre la lámpara encendida, ya que no conocemos ni el día, ni la hora de nuestra muerte. Amén, Amén, Amén!.

EL CUERPO ESPIRITUAL

Corintios 15, 35-52: «Algunos dirán:

¿Cómo resucitan los muertos? ¿Con qué cuerpo lo harán?

Eres un loco..., lo que tú siembras no es el cuerpo que brotará, sino un simple grano...; pero Dios le da el cuerpo que le place, y a cada semilla su propio cuerpo... Hay cuerpos celestiales y cuerpos terrestres: una es la gloria del celestial y otra la del terrestre...

Así es también la resurrección de los muertos. Si se ha sembrado en corrupción se resucita en incorrupción. Si se ha sembrado en deshonor, se resucita en gloria.
Sise ha sembrado en debilidad, se resucita en poder.
Si se ha sembrado en un cuerpo natural, se resucita en un cuerpo espiritual...
Fijaos, os muestro un misterio: no todos moriremos, pero sí todos seremos transformados.

En un momento, en un abrir y cerrar de ojo, con la última trompeta, pues la trompeta sonará, todos los muertos resucitarán incorruptibles.»

Es interesante que el breve esbozo que hace San Pablo de la naturaleza del «cuerpo espiritual» se corresponda tan bien con los relatos de quienes se han encontrado fuera de sus cuerpos.

En todos los casos, la inmaterialidad del cuerpo espiritual -su falta de sustancia física- se ha puesto de relieve. San Pablo dice, por ejemplo, que mientras el cuerpo físico es débil y feo, el cuerpo espiritual será fuerte, luminoso y muy hermoso.

Esto me recuerda el relato de una experiencia cercana a la muerte en la que el cuerpo espiritual estaba completo mientras que el físico podía verse mutilado; así como otro en que el cuerpo espiritual no parecía tener una edad particular; es
decir, no estaba limitado por el tiempo.

LA REENCARNACIÓN.

¿Qué relación tienen las experiencias que ha estudiado con la posibilidad de la reencarnación?

¿Existe la reencarnación?

Ninguno de los casos que he observado es indicativo de alguna manera de que la reencarnación se produzca.
Hay que tener en cuenta, sin embargo, que ninguno de ellos excluye esa posibilidad.

Si la reencarnación existe, parece lógico pensar que se producirá un intervalo en alguna otra esfera entre el tiempo de separación del viejo cuerpo y la entrada en otro nuevo.

En consecuencia, el entrevistar a quienes han estado cerca de la muerte no es la técnica apropiada para estudiar la reencarnación.
Otros métodos se han intentado para estudiar ese fenómeno. Por ejemplo, algunos han utilizado la técnica de la «regresión lejana».

Un sujeto es hipnotizado y se le sugiere que retroceda mentalmente a etapas cada vez
más lejanas en la vida.
Cuando alcanza las primeras experiencias que puede recordar de su vida presente, se le dice que trate de retroceder un poco más.

En ese punto, algunas personas comienzan a contar historias elaboradas sobre vidas anteriores en épocas pasadas y lugares distantes.
En algunos casos, tales historias se comprueban con notable precisión.
Así ocurre cuando se establece que el sujeto no podía haber conocido de forma normal los acontecimientos, personas y lugares que describe con tanta precisión.

¿UN CATÓLICO DEBE ACEPTAR LA CREENCIA DE LA REENCARNACIÓN?

Por supuesto que no!, en absoluto. La reencarnación es la creencia en una cadena de regresos a esta vida bajo diverso aspecto corporal.

Si fuera cierta, mi libertad sería inútil y mis decisiones, luchas, esfuerzos, sacrificios y sufrimientos en la vida no tendrían ningún valor, pues a fin y a cabo tendría que hacerlo todo de nuevo una y otra vez.

Si la reencarnación fuera cierta, la pasión y muerte de Cristo no tendrían sentido y su resurrección no nos aseguraría la redención.
La resurrección es la transformación definitiva del cuerpo del ser humano y la entrada a la eternidad.

Como dice San Pablo:

"Se muere una sola vez y a la muerte le sigue la resurrección y luego el juicio a cada persona. Si nuestra esperanza en Cristo es únicamente para esta vida,
¡somos los más miserables de entre los hombres!" (1 Cor 15,19).



Existe un mundo mejor, donde reina la paz y el amor.
Nosotros elegimos si queremos ir o no.
Dios lo ha hecho para nosotros, no dejemos pasar la única oportunidad que tenemos, aceptemos a Jesúcristo y viviremos en Él eternamente.




Frases y Dichos

Todos los días trae una enseñanza que debemos aprender y aprovechar. (Español)

La felicidad en tu vida, en parte depende de tus pensamientos. (Árabe)

Quiéreme cuando menos lo merezca porque será cuando más lo necesite. (Dr. Jeckill)

Nadie se ha perdido aún yendo por el camino correcto. (Göthe)

La libertad es el derecho a decirles a los demás aquello que no quieren oir. (G. Orwell)

Los hombres sabios aprenden mucho de sus enemigos. (Aristófanes)

Si tengo la razón nadie se acuerda, si me equivoco nadie lo olvida.(A. Einstein)

Así como te ven te tratan, y si te ven mal, te maltratan. (Español)

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