La vida después de la muerte--->
<---Diciembre mes de la Navidad.
La vida y como punto final la muerte, es un hecho natural del cual nadie escapa, muchas personas mueren por día en el mundo éso es cierto, pero también es cierto que muchas nacen, y son más las que nacen que las que mueren.
Algún día todos vamos a morir, tú amigo lector que estas leyendo, yo que estoy escribiendo, tu vecino, tu amigo, todos sabemos que vamos a morir.
Nadie está todo el día pensando que va morir, salvo aquella persona que presenta algún transtorno psicológico.
Desde el mismo instante en que nacemos, ya tenemos marcado el día de nuestra muerte.
T
Tenemos la plena libertad de dejar que Dios cumpla su plan en nosotros, o podemos según ésta misma libertad acortar nuestra vida como nosotros querramos.
Dios nos ama intesamente, profundamente, y ha querido que su máxima creación de éste mundo, el ser humano, tenga ése don de poder elegir.
Pocas personas llegan a aceptar la muerte como un proceso natural y normal en toda su vida, pero aquéllas que lo consiguen, probablemente tengan una vida más feliz, al aceptar un hecho tan natural, como comer, respirar, o dormir.
La muerte es un escalón desconocido en nuestra existencia y sólo aquéllos que hayan pasado por una experiencia al borde de morir poseen conocimiento para saber que el sentimiento que acompaña a la muerte es confortable.
Las experiencias vividas por estas personas que, en algún momento, estuvieron cerca de perecer coinciden en una sensación agradable.
El miedo a la muerte inhibe nuestra vida porque muchos actos no los realizamos pensando en el peligro que comportan.
Nos volvemos débiles, catastróficos porque no entendemos con qué medida se toma la gran decisión de despojarnos de nuestra vida, creyendo a menudo que no es justo, nos aferramos a ésta vida como sí ésto es lo definitivo.
Nos pasamos media vida invocando el perdón de un Dios o resolviendo antigüas culpas para así disponer de la concesión de más tiempo.
Pero, ¿cuánto tiempo más tendremos para resolver nuestra espiritual, y dejar nuestro cuerpo en este mundo, e ir para donde hemos sido creados?
Nuestro cuerpo viejo y agotado siga viviendo esta realidad, y muchas veces no le hacemos caso, a los llamados de nuestra conciencia, a cambiar de vida, a dejar malos hábitos, a comenzar una nueva vida; más espiritual, más entrega hacia nuestro prójimo, y menos preocupación de nuestras necesidades.
Todos creemos que los viejos mueren antes que los jóvenes, hay cómo una ley natural que nos la dicta. Los padres están preparados para aceptar y enterrar a sus propios padres, pero no lo están para aceptar la muerte de sus hijos.
La muerte de un hijo es el más terrible de los dolores, la más angustiante de las pérdidas, que un ser humano debe enfrentar.
Nuestro principal problema es que todavía no hemos asimilado la idea de que tan sólo es nuestro caparazón el que muere, es decir el cuerpo, o forma la cual adquirimos al presentarnos a los demás mortales.
Nosotros somos una mente consciente habitando un cuerpo y por ello hemos de entender que aunque el cuerpo se extinga con el proceso de la muerte, la mente que lo habitaba sigue su camino en la eternidad del universo, y anhela fervientemente unirse a su creador, a Dios PadreTodopoderoso.
¿QUÉ ES LA MUERTE?
La muerte es, en esencia, un proceso terminal que consiste en la extinción del proceso homeostático de un ser vivo y, por ende, concluye con el fin de la vida.
La muerte como evento.
La muerte es por ende el fin de la vida biológica, es todo lo opuesto al nacimiento. El evento de la muerte es la culminación de la vida orgánica de todo ser vivo. Sinónimos de muerto son occiso (muerto violentamente) y difunto.
Se suele decir que una de las características clave de la muerte es que es definitiva, y en efecto, los científicos no han sido capaces hasta ahora de presenciar la recomposición del proceso homeostático desde un punto termodinámicamente recuperable.
Adicionalmente no se ha definido científicamente en qué parte del proceso está el umbral en que se pasa de la vida a la muerte.
La muerte es la separación del principio vital (llámese alma, psique, etc.) y del cuerpo, en la concepción filosófica clásica.
También se ha dado una definición muy impersonal de la muerte: es la extinción del sistema individual.
O también: es la supresión del metabolismo. Pero todo el mundo sabe que la muerte es personal.
El hombre es el único animal que conoce que va a morir, y siente que la muerte es como el último tono de la melodía de la vida.
Por eso, el miedo a morir es normal en todos los seres humanos, y sobre todo si se trata de una muerte dolorosa, dramática; en tales casos, el posible deseo y petición de la muerte puede interpretarse en el sentido de que ese individuo pide ayuda médica, consuelo moral, compañía, calor humano, ayuda espiritual (Medicina Paliativa), medios todos ellos que hacen digna la muerte.
Algunas personas, en momentos determinados de su vida, experimentan el sentimiento autodestructivo de terminar su existencia.
El acto para conseguirlo es lo que llamamos suicidio. Lo contrario es el deseo de vivir, el cual no contraría al instinto de supervivencia, ya que éste nos impulsa a esquivar la muerte.
Por ejemplo, suicidas que saltan al vacío intentan agarrarse a algo para no morir, eso es el instinto de supervivencia (o conservación).
Debemos tener mucho cuidado de juzgar a las personas que se suicidan, ya que ninguna persona sabe exactamente que lo ocurre dentro de la mente del suicida.
Dios es el único capacitado para saber y sondear dentro de los corazones, y sabe exactamente porqué la persona se suicida.
EL DOLOR ANTE LA MUERTE
Cada Ser Humano es distinto y tendrá una filosofía de la vida distinta, con sus creencias y sus religiones y con ello nadie es dueño de la verdad porque, entre otras cosas, la única verdad para un cristiano es Jesucristo.
Pero sí hemos de apuntar a nuestro interior, nuestra vida espiritual, porque su fomento crea seguridad y confianza y consecuentemente, una vida menos dolorosa.
Seguro que llegados a este punto muchos de nosotros nos habremos formado una imagen un tanto fría de las emociones pero el verdadero afecto no consiste en llorar el proceso de la muerte sino en ingeniárselas para salir de la pena.
Ese sentimiento que nos acosa ante la muerte de un ser querido es lo que llamamos "duelo".
Cuando una persona amada muere nos sentimos en un primer momento perdidos, tratados injustamente, por haber sido arrancados bruscamente de su lado.
Rechazamos la dolorosa realidad como si de una pesadilla se tratase y al despertar nuestro amado volviera a estar vivo.
Ese proceso es nuestro mecanismo de defensa para que el yo que habitamos no sufra tanto. Pensamos mil formas distintas de negarlo, recorriendo mentalmente el pasado.
Pero en este proceso de dolor y duelo llegamos a un reconocimiento de la dolorosa realidad que evoluciona hacia la propia reinserción en la vida que vivimos, manteniendo en nuestra mente su recuerdo pero avanzado en la reconstrucción de nuestra propia existencia.
El duelo es un proceso necesario y natural para sanar nuestra mente y se utiliza siempre que perdemos algo o alguien querido.
Es necesario que comprendamos y aceptemos nuestros sentimientos con respecto a la muerte, que incorporemos la creencia de que es un proceso natural en una vida y que su significado tiene que ver más con renovación e inicio que con final o castigo.
La actitud que tengamos hacia la muerte depende mucho de nuestro entorno tanto cultural como familiar.
Nuestras convicciones las hemos heredado o aprendido de aquello que oímos y es, al madurar y hacernos adultos, cuando a menudo cuestionamos esas creencias tan instaladas en nuestro ser.
Frente a cualquier situación lo peor que puede pasar es la propia muerte y ello es un hecho totalmente natural, con lo cual son innecesarias emociones tales como ansiedad o depresión.
¿QUÉ OCURRE CON LOS SERES HUMANOS TRAS LA MUERTE?
Esta es una pregunta que surge tras la muerte del ser humana y es tal vez la más interesante.
La concepción de la muerte como fin o como tránsito, su creencia en una vida después de la muerte, en el Juicio Final... actúan como condicionantes para la actuación de los individuos en un sentido u otro.
La idea de inmortalidad y la creencia en el Más allá aparecen de una forma u otra en prácticamente todas las sociedades, religiones y momentos históricos.
Usualmente se deja al arbitrio de los individuos, en el marco de los conceptos dados por su sociedad, la decisión de creer o no creer y en qué creer exactamente, qué ocurre en el momento que una persona deja vivir y abandona este mundo.
La esperanza de haber otra vida y debido al entorno social de una persona, determina la presencia de vida en los individuos después de la muerte, y su relación con ella.
Realmente, lo que se preguntan es qué ocurre con las facultades mentales de la persona que ha fallecido.
Unos creen que se conservan gracias al espíritu que le daba fuerza a su mente, elevando su estado de conciencia a realidades aun mayores, otros creen en la migración del alma de un ser humano tras su muerte a un plano físicamente inalcanzable.
La religión cristiana considera la muerte como el fin de la permanencia física del ser humano en su estado carnal, el espíritu abandona el cuerpo físico que se deteriora y que es incapaz de sostenerse bajo las leyes de este universo finito, e inmediatamente vuelve a Dios (Eclesiastes 12:7).
El alma, dependiendo de si conoció y reconoció a Jesucristo como su Dios y salvador (Romanos 10:9) se va a un lugar de reposo a la espera de la segunda venida de Jesucristo (1 Tesalonicenses 4:16) en ese lugar de reposo su relación con el Ser Supremo sería directa (el Paraíso).
Y el otro lugar (el infierno), el de los espíritus encarcelados quienes no reconocieron a Jesús como su Señor y Salvador deberán presentarse en el Juicio Final.
El Paraíso es un mundo dinámico donde se realiza una interacción con la obra de Dios y con las personas en la tierra mediante el ministerio de ángeles.
En la Iglesia Católica: "Frente a la muerte, el enigma de la condición humana alcanza su cumbre". En un sentido, la muerte corporal es natural, pero por la fe sabemos que realmente morimos por el pecado original (Rm 6, 23; cf. Gn 2, 17).
La muerte es el final de la vida terrena. Nuestras vidas están medidas por el tiempo, en el curso del cual cambiamos, envejecemos y como en todos los seres vivos de la tierra, al final aparece la muerte como terminación normal de la vida.
Este aspecto de la muerte da urgencia a nuestras vidas: el recuerdo de nuestra mortalidad sirve también para hacernos pensar que no contamos más que con un tiempo limitado para llevar a término nuestra vida.
La muerte es consecuencia del pecado. Intérprete auténtico de las afirmaciones de la Sagrada Escritura (cf. Gn 2, 17; 3, 3; 3, 19; Sb 1, 13; Rm 5, 12; 6, 23) y de la Tradición, el Magisterio de la Iglesia enseña que la muerte entró en el mundo a causa del pecado del hombre (cf. DS 1511).
Aunque el hombre poseyera una naturaleza mortal, Dios lo destinaba a no morir.
Por tanto, la muerte fue contraria a los designios de Dios Creador, y entró en el mundo como consecuencia del pecado (cf. Sb 2, 23-24).
"La muerte temporal de la cual el hombre se habría liberado si no hubiera pecado" (GS 18), es así "el último enemigo" del hombre que debe ser vencido (cf. 1 Co 15, 26).
EL SENTIDO DE LA MUERTE CRISTIANA
Por la muerte, el alma se separa del cuerpo, pero en la resurrección Dios devolverá la vida incorruptible a nuestro cuerpo transformado reuniéndolo con nuestra alma. Así como Cristo ha resucitado y vive para siempre, todos nosotros resucitaremos en el último día.
Gracias a Cristo, la muerte cristiana tiene un sentido positivo.
"Para mí, la vida es Cristo y morir una ganancia" (Flp 1, 21). "Es cierta esta afirmación: si hemos muerto con él, también viviremos con él" (2 Tm 2, 11).
La novedad esencial de la muerte cristiana está ahí: por el Bautismo, el cristiano está ya sacramentalmente "muerto con Cristo", para vivir una vida nueva; y si morimos en la gracia de Cristo, la muerte física consuma este "morir con Cristo" y perfecciona así nuestra incorporación a El en su acto redentor.
En la muerte, Dios llama al hombre hacia sí. Por eso, el cristiano puede experimentar hacia la muerte un deseo semejante al de san Pablo: "Deseo partir y estar con Cristo" (Flp 1, 23); y puede transformar su propia muerte en un acto de obediencia y de amor hacia el Padre, a ejemplo de Cristo (cf. Lc 23, 46).
La visión cristiana de la muerte (cf. 1 Ts 4, 13-14) se expresa de modo privilegiado en la liturgia de la Iglesia:
«La vida de los que en ti creemos, Señor, no termina, se transforma; y, al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo. (Misal Romano, Prefacio de difuntos).
La muerte es el fin de la peregrinación del hombre en este mundo, del tiempo de gracia y de misericordia que Dios le ofrece para realizar su vida terrena según el designio divino y para decidir su último destino.
Cuando ha tenido fin "el único curso de nuestra vida terrena" (LG 48), ya no volveremos a otras vidas terrenas. San Pablo dijo: sólo se vive y se muere una sóla vez. No hay otra vida semejante a ésta, no se puede volver a este mundo una vez muerto.
"Está establecido que los hombres mueran una sola vez" (Hb 9, 27).
No hay "reencarnación" después de la muerte.
La Iglesia nos anima a prepararnos para la hora de nuestra muerte.
"De la muerte repentina e imprevista, líbranos Señor": Letanías de los santos, a pedir a la Madre de Dios que interceda por nosotros "en la hora de nuestra muerte" (Avemaría), y a confiarnos a san José, patrono de la buena muerte:
«Habrías de ordenarte en toda cosa como si luego hubieses de morir.
Si tuvieses buena conciencia no temerías mucho la muerte.
Mejor sería huir de los pecados de la muerte del alma. Si hoy no estás aparejado, ¿cómo lo estarás mañana?» (De imitatione Christi 1, 23, 1).
«Y por la hermana muerte, ¡loado mi Señor!
Ningún viviente escapa de su persecución;
¡ay si en pecado grave sorprende al pecador!
¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios!»
(San Francisco de Asís, Canticum Fratris Solis)
Jesús, el Hijo de Dios, sufrió libremente la muerte por nosotros en una sumisión total y libre a la voluntad de Dios, su Padre. Por su muerte venció a la muerte, abriendo así a todos los seres humanos la posibilidad de la salvación.
Según la religión Católica la obra de Dios se resume en las siguientes frases: -"Esta es mi Obra y mi Gloria, llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre"-
LA MUERTE FRENTE A OTRAS RELIGIONES
Según la religión cristiana de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (mormona), el espíritu que abandona el cuerpo es semejante en apariencia al que deja en estado carnal, pero en su forma más joven.
Los conocimientos adquiridos, la apariencia física se conservan pero en un estado de perfección intangible para este mundo y más puro.
Para los Testigos de Jehová, la gran mayoría de los muertos se encuentran en un estado de inconsciencia absoluto y que incluso, ni el Rey David ascendió a los cielos(Eclesiastés 9:5,6,10; Hechos 2:34).
Los testigos de Jehová creen que cuando la "nueva tierra" (nuevo sistema, 2 Pedro 3:13) se encuentre establecida bajo el reinado milenario de Cristo, la resurrección -tanto de Justos como de Injustos-(pecadores) se llevará a cabo en todo el globo, y es allí donde serán juzgados según sus obras realizadas durante el milenio, los que obren mal a la muerte eterna (Muerte sin esperanza de resurrección) y los que obren bien a la vida eterna en un paraíso terrenal (Juan 5:28,29; Apoc. 20:11-15; Hechos 24:15).
Creen también en otra categoría minoritaria de cristianos que abrigan otra esperanza. Estos son los 144.000 "ungidos por espíritu santo" que, según ellos, al fallecer van al cielo para ser reyes y sacerdotes y gobernar con Cristo “Sobre la Tierra” en el reinado Milenario.
Según los Testigos Cristianos de Jehová, la recolección de estos “Ungidos” que tienen esperanza celestial comenzó con los apóstoles de Cristo, cuando Jesús les ofreció moradas en el Cielo, oferta que continua hasta el día de hoy, pero solo con algunos pocos (Apoc. 5:9,10; 7:4; 14:1-3).[1].
Asegurando que "la muerte será reducida a nada".[2]
Muchos antropólogos creen que los entierros dedicados de los Neandertales son evidencia de su creencia en la vida después de la muerte.
LA ALEGRÍA QUE NUNCA TERMINA
Vivir con Dios eternamente, ése el fín del ser humano, porque para éso hemos sido creado, para éso estamos en éste mundo.
Ya lo dijo San Agustín; nuestra alma estará inquieta, y no reposará en paz, hasta que no descanse en Dios.
De ahí se comprende que cuando una persona muere, deja su cuerpo en este mundo, pero su alma corre velozmente hacia el encuentro con su creador, con Dios, y si por alguna razón no puede verle inmediatamente, el alma sufre, con unos dolores espantosos y terribles.
Ahora, que es un ser espiritual, comprende lo importante que es estar unido a Dios, verle a cara a cara, es su mayor anhelo, lo desea tan fervientemente, que sufre terriblemente, hasta el día que llegue ése momento que tanto espera.
Ése es el dolor terrible y espantoso de las almas del purgatorio. Se sienten abandonadas por Dios, éso les produce mucha tristeza y amargura.
Se sienten desconzoladas, y se dan cuenta que el único que puede sacarlas de ése "estado" de mucha tristeza, abandono y desconzuelo, es sólo Dios.
Ellas rezan con mucho fervor, con mucha devoción a Dios-Padre, implorándole por su estado, que calme sus angustias, pero no les es válido.
Y es por eso que esperan con mucha paciencia, que nosotros los mortales, los que todavía estamos en este mundo, la iglesia militante, las ayudemos con nuestros rezos, oraciones, ayunos, misas, y sacrificios ofrecidos a ellas que sufren y deben purgar sus pecados ante la Divina Justica de Dios.
Cuando su calvario en el purgatorio termina, salen de allí, y totalmete limpios y purificados, ya pueden ver a Dios.
Esto hace que cambien de "estado", el de la amargura, el de la angustia, por el de la alegría de la felicidad eterna.
Y así, en ése estado de alegría, de felicidad sin fín, permanecerán para siempre.
Ya nada ni nadie podrá quitarles la felicidad que sienten.
Nunca más pecarán, ni nunca más ofenderán a Dios.
Pues ya son santas, ya son benditas ante los ojos de Dios.
LA REALIDAD DE LOS NÚMEROS FRENTE A LA VIDA Y LAMUERTE
Cada día mueren en todo el mundo apróximadamente unas 151.200 personas, unos 55 millones de personas al año.
Quizás puedan parecer cifras muy grandes, pero lo cierto es que el número de nacimientos es mucho mayor, lo que hace que la población mundial esté creciendo y a un ritmo muy rápido.
Según los nuevos datos estadísticos hemos superado los 7 mil millones de habitantes en el mundo.
Y en contraposición a las muertes, cada día nacen apróximadamente unas 213.000 personas.
Esto hace de un modo natural que la raza humana no se extinga. Así, en los últimos 60 años, apartir del año 1950 hasta el día de hoy, la población se ha duplicado, y ahora somos más, hay más habitantes, más bocas que comer, más personas buscando trabajo, en muchos lugares el alimento escasea, hay más competencia entre los seres humanos.
Y cómo la naturaleza es selectiva, siempre triunfa el más fuerte, el más preparado. Estamos mal acostumbrados a vivir en una sociedad de apariencias, donde tienen más oportunidades los descendientes europeos, frente a los nativos del lugar.
Y así dejando de lado y fuera social y laboral, a aquellas personas que no tienen la oportunidad de estudiar, o recibir educación alguna.
También se ha de decir que los avances en medicina y sanidad han facilitado que la mortalidad en el mundo se redujera a la mitad, al mismo tiempo que aumentó la esperanza de vida.
Allá por el año 1900, el ser humano sólo vivía apróximadamente entre 50 y 55 años, para la mayoría de la personas.
Algunas lograban llegar a los 60 años y pico, y con varias problemas de salud.
Sólo unos pocos alcanzaban llegar a los 70 y ni que digamos a los 80 años, éstas personas eran contados con los dedos de la mano y se los tenía como grandes personajes, ya que habían logrado llegar a una edad, que no era usual, el cáncer y otros enfermedades en personas mayores no se conocían.
¿CUÁNTAS PERSONAS NACEN Y MUEREN CADA MINUTO?
NACIMIENTOS:
Cada segundo nacen 4,21 bebes en todo el mundo.
Cada minuto que pasa en el mundo nacen 253 bebés.
Esto hace que cada hora haya 15,180 nacimientos en todo el mundo.
Y si lo multiplicamos por 24, que son las horas del día: habrá 364,320 nacimientos por día en el mundo.
En un año nacen 132,976,800 personas.
MUERTES:
En cada minuto que pasa mueren 120 personas en todo el mundo.
Esto también hace que en una hora hayan fallecido unas 7,200 personas en todo el mundo.
Y nuevamente, si lo multiplicamos por 24 que son las horas del día; se producirán 172,800 fallecimientos por día en el mundo entero.
En un año, lo multiplicamos por 365; mueren 63,072,000 personas.
DIFERENCIAS
Gracias a Dios, queda una diferencia, la naturaleza sigue siendo sabia;
y si comparamos, al restar las muertes a los nacimientos por minuto obtenemos que:
253 nacimientos - 120 muertes =133
Hay 133 nuevas personas cada minuto que pasa en el mundo.
Y multiplicando por 60, tenemos; 7,980 persona nuevas cada hora.
Y en un día entero hay 191,520 personas nuevas en el mundo!
Si a los nacimientos le restamos las muertes tenemos;
69,904,800 personas mas en un año.
Esta fuente de información puede variar, ya que en accidentes de aviones, terremotos, maremotos, sunamis, la cifra sufre una breve alteración sumando más muertes.
Fuente
Oficinas de censo EEUU, tomando en cuenta censos de todo el mundo del año 2010/11.
¿DE QUÉ SE MUERE LA GENTE?
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cuya principal tarea es analizar información sobre las causas de muerte en todo el mundo no dice que: "Por ejemplo, los niños en Europa no se mueren casi de enfermedades infecciosas: todos están vacunados.
Hace 50 años era diferente. Así que los europeos ya no se mueren muy jóvenes, sino muy viejos".
Pero eso no es cierto para todos, como deja claro el más reciente informe "Estadísticas de Salud Mundial" del Observatorio Global de la Salud.
Con este tipo de informes, le dan seguimiento a la humanidad y a las razones por las cuales se pierde la vida.
Para ilustrar su estudio, sin tener que manejar números imposibles, la OMS pide imaginar un grupo internacional diverso de mil individuos (1000 personas) representativos de las mujeres, hombres y niños de todo el mundo que murieron en el año 2008.
De las mil personas, 159 habrían muerto en países de altos ingresos, 677 en países de ingresos medianos y 163 de países de bajos ingresos (lo que suma 999 por razones de aproximación).
Lo primero que llama la atención es que aparentemente se mueren muchas más personas del grupo de ingresos medianos, al que pertenecen todos los países de Latinoamérica.
Pero hay que tener en cuenta que éste es el grupo más abultado, englobando una población de 4.887'999.000 personas, seis veces más que la población de los países de bajos ingresos y cinco veces más que la de ingresos altos.
"No se muere más gente en un grupo que en otro, pero lo que sí es notable es que el 99% de los menores de edad que fallecen en el mundo viven en los países más pobres", subraya la OMS.
Nacer y crecer en países sin servicios sanitarios adecuados es peligroso, sentencia. No sorprende entonces que la octava y décima causa de muerte en los países de ingresos bajos se relacionan con ello.
Pero tampoco hay que olvidar que todas las otras causas de muerte en esos países afectan fuertemente a los niños.
Lo otro que llama la atención al revisar la tabla es que el tan temido cáncer sólo aparece entre las 10 principales causas de muerte en los países de altos ingresos...
¿es esto porque hay que vivir lo suficiente para poder adquirirlo?
Exacto. En los países más pobres, la expectativa de vida es a veces de menos de 50 años, así que la probabilidad es que no vivan el tiempo necesario para desarrollar cáncer y otras enfermedades derivadas del cáncer.
Las otras enfermedades infecciosas se le adelantan al cáncer: sida, tuberculosis... hay demasiadas enfermedades compitiendo".
Lo mismo ocurre con las demencias. Pero lo más notable quizás es que en todos los grupos, el corazón parece ser el órgano más débil.
"Es porque tiene que ver con el estilo de vida: comida basura, falta de ejercicio, alcohol, cigarrillos, etc. Todo eso lo afecta, donde quiera que uno viva".
35,000 PERSONAS MUEREN DE HAMBRE CADA 24 HORAS EN EL MUNDO
Un total de 2.700 millones de personas, el 40% de la población mundial, viven en una situación de pobreza.
De ellos, 1.600 millones sobreviven con cerca de 1,25 euros diarios, y otras 1.100 millones viven en condiciones de pobreza extrema, con menos de 0,79 euros al día.
Además, 35.000 personas mueren de hambre cada 24 horas en un mundo en que el gasto medio por persona es de 13,4 euros diarios.
La asistencia a las movilizaciones del 21 de octubre es fundamental para obligar a los políticos a que la lucha contra la pobreza sea una prioridad en sus agendas
Para intentar acabar con la desigualdad económica, hoy se celebra el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza en el marco de la Semana de Movilización contra este problema, promovida por Naciones Unidas.
La campaña Levántate contra la pobreza culminará con manifestaciones en 31 ciudades españolas el próximo sábado.
"La asistencia de los ciudadanos a las movilizaciones del 21 de octubre es fundamental para obligar a los políticos a que la lucha contra la pobreza sea una prioridad en sus agendas", explicó ayer a 20minutos.es el presidente de la Coordinadora de ONGs de Desarrollo (CONGDE), José María Medina.
FALTA VOLUNTAD POLÍTICA.
La razón de que todavía no se haya erradicado la pobreza estriba en que los países ricos no han cumplido sus promesas
La razón de que todavía no se haya erradicado la pobreza estriba en que los países ricos no han cumplido sus promesas (en relación con los ocho objetivos de desarrollo del milenio de Naciones Unidas, que deben alcanzarse en 2015), según denuncia la Alianza Española contra la Pobreza.
De hecho, en 1990, la media de la ayuda destinada al desarrollo era el 0,33% del PIB de los países donantes; y hoy ha bajado hasta el 0,25%.
Además, hay 38 países que invierten cuatro veces más en su deuda externa que en salud y educación juntos.
Desde las ONGs se pide que se cancele la deuda para cumplir con los objetivos del milenio.
EN ESPAÑA EL 20% ES POBRE.
El 20% de los residentes en España viven por debajo del umbral de la pobreza, según datos del Instituto Nacional de Estadística de julio de 2005.
De este total, el 51,8% son mayores de 65 años que viven solos.
De hecho, los grupos de edad que registran mayores niveles de pobreza son las personas mayores de 65 años y las menores de 16.
En cuanto a los que no tienen hogar, se contabilizaron 30.000 en 2005, conforme a datos de Cáritas.
¿Sabías que...
...unos seis millones de niños mueren al año porque sus sistemas inmunes están debilitados por desnutrición?
...tres de cada cuatro personas con hambre viven en zonas rurales?
...hay nueve millones de pobres en los países industrializados?
FUENTE: 20minutos.es
Pobreza mundial
EL RELOJ MUNDIAL. MUESTRA: NACIMIENTOS, MUERTES, ENFERMEDADES, POBLACIÓN Y MÁS...
MUCHAS BENDICIONES DESDE MI BLOG
ResponderEliminarwww.creeenjesusyserassalvo.blogspot.com
MI TESTIMONIO PARA LA GLORIA DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO.