<---Las Glorias del Cielo.
Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.
Lucas 22:44.
En su estado original, nuestro señor Jesucristo era sobre todo sufrimiento, porque Él era “ Dios sobre todo, bendecido para siempre”; pero cuando se hizo hombre, no solamente fue capaz de sufrir, sino que tomó parte en esa naturaleza que es en verdad débil y expuesta al sufrimiento.
Y tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a entristecerse y a angustiarse. Marcos 14:33.
Estas expresiones dejan ver el stréss intenso y abrumante en el que estaba su alma y su cuerpo.
Así, la principal tarea de Cristo en el mundo era el sufrimiento, así que, en concordancia con esa tarea, Él vino en esa naturaleza y con las circunstancias, porque todo eso podía permitir que sufriera; así que toda su vida estuvo llena de sufrimiento, empezó a sufrir en su infancia, pero el sufrimiento creció a medida que llegaba al final de su vida. Su sufrimiento empezó después del inicio de su ministerio público, probablemente era mayor que antes; y la parte posterior de su ministerio público parece ser distinguido por el sufrimiento.
Mientras Cristo vivía más en el mundo, más la gente veía y le escuchaba, y más le odiaban, el odio de sus enemigos crecía más y más, por la oposición que el ponía para sus intereses; Y el diablo siendo vencido continuamente por Él, crecía en su odio más y más contra Él, y reforzaba la batalla más y más contra Él, así que la nube oscura sobre la cabeza de Cristo crecía más y más, mientras vivía en este mundo, hasta que llegó a la más grande oscuridad en donde colgado de la cruz gritó: “¡Dios mío, Dios mío, porque me has abandonado!”.
Cuando se dice que en el texto que Cristo está en agonía, el significado es, que su alma estaba en una gran lucha y conflicto. Lo estaba de dos formas:
1. Su alma estaba en un gran y doloroso conflicto con esas terribles visiones y miedos que tenía en ese momento.
2. Estaba también al mismo tiempo en un gran esfuerzo y lucha con Dios en oración.
¿Qué visiones y miedos eran esos?.
Ese conflicto o agonía de Cristo era peculiarmente "grande" y "estresante"; y, la razón que podríamos suponer de Dios para permitirle a Cristo esas terribles visiones y miedos, y causarle sufrir ese terrible conflicto, antes de ser crucificado era el cáliz amargo que debía soportar.
Los sufrimientos de la cruz, bajo los cuales fue crucificado, son siempre en las Escrituras representados como los principales sufrimientos de Cristo; esos en los que especialmente “puso nuestros pecados sobre su propio cuerpo” e hizo expiación por el pecado. El soportar la cruz con todas sus implicancias, humillándose a sí mismo y hacerse obediente hasta la muerte, soportando los azotes, las burlas, las incomprensiones, y toda clase de insultos, se describen como lo principal causa de sus sufrimientos.
Esta fue el cáliz que tenía ante él en su agonía. Se manifiesta que Cristo vió esto en ese momento, por las oraciones que ofreció. De acuerdo con Mateo, Cristo hizo tres oraciones esa tarde mientras estaba en el jardín de Getsemaní, y el cáliz amargo que tenía que tomar.
De la primera tenemos una prueba en Mateo 26:39 “Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz; pero no sea como yo quiero, sino como tú.”
De la segunda en el verso 42 “Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí este cáliz sin que yo la beba, hágase tu voluntad.”
Y de la tercera en el verso 44, “Y dejándolos, se fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras.”
De esto se ve de que era de lo que Cristo tenía tan terribles visiones y aprensiones en ese tiempo. Lo que insistía en sus oraciones, nos enseña que era en lo que su mente estaba tan concentrada. Era por los sufrimientos de la cruz, que iba a tener que aguantar al siguiente día, cuando iba a haber oscuridad sobre toda la tierra, y al mismo tiempo la mas profunda oscuridad en el alma de Cristo, de lo que tenía tan reales y estresantes pensamientos y miedos.
Jesús fue crucificado apróximadamente a las nueve de la mañana, y murió crucificado a las tres de la tarde. Por lo tanto, pasó seis horas sobre la cruz antes que la muerte pusiera fin a sus sufrimientos tanto corporales como espirituales.
Sí, Jesús no sólo sufrió en su cuerpo el martirio y la tortura de la cruz, sino también en el alma, sintió una agonía de muerte, soledad y mucha angustia interior, el cual se trasladó a todo su cuerpo, donde tanto sufrimiento espiritual se transformaron en gotas de sangre, en el huerto de los Olivos, mientras rezaba insistentemente a su Padre para poder pasar por tanto dolor.
Desde el medio día hasta su muerte a las tres de la tarde, se cernieron sobre la cruz densas tinieblas que ocultaron al Sufriente Jesús de la vista de la multitud. "Cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. El sol se oscureció y el velo del Templo se rasgó por la mitad" (Luc. 23:44 y 45).
LOS SUFRIMIENTOS DE JESÚS FUERON PROFETIZADOS.
Sí, Jesús de antemano conocía totalmente todos los sufrimientos y la angustias espirituales que le aguardaban, pero aún así se ofreció a Dios Padre Todo Poderoso para expiar todos los pecados cometidos por los seres humanos desde la creación hasta el fin de los tiempos.
Por lo tanto Jesús tiene doble mérito ante su Padre Celestial:
1° el conocer el sufrimiento, el ofrecerse, el soportarlo por amor al ser humano, y morir por todos nosotros adquiere mucho mérito ante Dios Padre. Ya que de no ser así, el ser humano no podría jamás alcanzar el perdón de Dios por sí sólo debido a su naturaleza pecadora. En cambio en el nombre de Jesucristo no sólo somos perdonados, sino que hemos alcanzado el honor de ser hijos del Altísimo que habita en los Cielos, y somos sus herederos en el Cielo por toda la eternidad.
2° Jesús es el Hijo de Dios, su Primogénito, Jesús es también Dios, la segunda Persona de la Santísima Trinidad, lleno de Gloria, Majestad, Esplendor y Poderío. Todo está sujeto y su divina voluntad.
Sin necesidad alguna del ser humano Jesús se gloría en sí mismo; por tanto los méritos radican en que se humilló ante su Padre, y ante toda la creación tanto en la tierra como en los Cielos. Se hizo uno de nosotros de carne y hueso, en todo tal cual somos, menos en el pecado.
Al adoptar nuestra naturaleza se puso por debajo de la categoría de los Ángeles guardianes, el nivel más bajo de los Cielos. Por un momento los Ángeles quedaron admirados por la humillación de su Dios.
Es así que Jesucristo ganó para todos nosotros abundantísimos méritos para salvarnos, no sólo a nosotros, a todos los seres humanos, desde el que el ser humano comenzó a pecar hasta el fin del mundo.
Los méritos de Jesús son tan abundantes que sirven para salvar miles, y miles, y miles de mundos como el nuestro. Es decir todo el universo entero está ya salvado gracias a los méritos infinitos de Jesucristo. Donde haya pecado Jesús puede salvar.
De estos abundantes méritos es partícipe directo su Madre la Santísima Virgen María; María ha conseguido directamente de Jesús participar de ésos méritos infinitos. María está revestida y tiene todas las gracias necesarias para la salvación de los seres humanos, Jesús se lo ha brindado con inmenso amor de Hijo, como haría cualquier hijo que ama a su madre. Y el amor entre Madre e Hijo de Jesús y María es un amor perfecto, infinito y eternamente indisoluble.
Por tanto María tiene poder para salvar, convertir y llevar al Cielo a todo aquel que lo desee. Debemos creer y adorar a Jesús, al Padre Eterno y al Espíritu Santo. Debemos sentir admiración, honra y devoción a la Madre de Dios la Santísima Virgen María, buscando su protección y amor, y pedirle que nos ayude a mantener nuestra alma pura para Dios, a creer y ser fiel a Dios como Ella lo fue, cuando se hizo la esclava del Señor.
Cuando leemos los relatos hechos por los Evangelios (Mateo, Marcos, Lucas, Juan) vemos un recuento de lo acontecido a Cristo durante su arresto, interrogación, condenación y crucifixión, pero no se describe en detalles sus padecimientos. El propósito de los evangelios era dar a conocer lo acontecido sin dar muchos detalles del proceso.
En aquel tiempo se conocía muy bien lo que era una crucifixión y los escritores de los evangelios sabían que sus lectores estarían familiarizados con los sufrimientos de un crucificado.
Lo maravilloso de la Palabra de Dios es que aunque el relato de los Evangelios no nos da muchos detalles, el profeta Isaías ya había profetizado cientos de años atrás que el Mesías sería llevado al matadero y sería desfigurado hasta el punto de ser irreconocible por dolor y sufrimiento corporal de debía padecer.
No solamente Cristo sufrió en su cuerpo, sino que también llevo los pecados, las enfermedades, las rebeliones, los asesinatos, los crímenes sociales, el mal trato a los más pequeños y desamparados, en fin todos los dolores y todo lo peor de la humanidad.
En una de sus últimas palabras en la cruz, Jesús dijo: “Dios mío, Dios mío, por que me has desamparado.” En ese momento era como si Dios el Padre volviera su rostro para no ver el pecado que fue depositado en su Hijo. Por primera vez en su vida, Cristo se sintió alejado del Padre y sin su estrecha comunión con Él.
Desde el momento de su oración en el huerto de Getsemaní veremos como los padecimientos de Cristo van incrementando hasta el punto de su muerte.
Veremos como con cada golpe, con cada bofetada, con cada latigazo, Jesús cumplía la Palabra de Dios, lo sufría y los ofrecía para el perdón de todos nuestros pecados.
Es su oración al Padre Eterno Jesús pedía fortaleza y mucho coraje para enfrentar todo el dolor que debía padecer hasta morir. Al meditar cuánto sufrió Jesús por nosotros estaremos en un peldaño más hacia el cielo, por eso debemos hacer un esfuerzo grande para entender lo que Jesús hizo por toda humanidad y si logramos entender con el corazón y con la fe, entonces podremos amar más intensamente a Jesús-Dios, que sufrió terriblemente por todos, sin distinción, y habremos alcanzado unos de los pasos fundamentales de la Iglesia Católica, la pasión y muerte de Nuestro Señor. Entonces lleno de alegría interior podemos agradecer más su precioso sacrificio en el Calvario.
1. SUDOR DE SANGRE:
El primer tormento o expresión de intenso dolor en la pasión señalado por los evangelios es la agonía en el huerto de Getsemaní, horas antes de ser entregado a los enemigos. La lucha era aterradora y un ángel se presentó para confortarlo: “y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra…” (Lc 22,43-44) Es interesante notar que el único evangelio que relata este hecho fue un médico, el evangelista San Lucas.
Esta condición es conocida en la medicina como hematohidrosis (sudor de sangre). Este fenómeno es muy raro, pero perfectamente documentado y que ocurre en condiciones excepcionales. El Dr. LeBec escribe: “Es un agotamiento físico acompañado de un trastorno moral, consecuencia de una emoción profunda, de un miedo atroz” (Le supplice de la Croix, Paris, 1925)
Se describe como una dilatación y ruptura de los vasos capilares subcutáneos en su punto de contacto con la base de los millones de glándulas sudoríparas. La sangre se mezcla con el sudor y se coagula sobre la piel después de la exudación. Es esta mezcla de sudor y coágulos la que se va juntando hasta correr por encima de la piel de todo el cuerpo en cantidad suficiente como para caer al suelo.
Esta hemorragia microscópica tiene lugar en toda la piel, la cual queda, por esta causa lesionada, dolorida y muy sensible a los golpes.
Esta agonía de Jesús no se debía tanto a los padecimientos físicos que pasaría, sino a la realidad de que los pecados y enfermedades de la humanidad vendrían sobre él. En su oración del huerto le dijo al Padre: “si quieres, pasa de mi esta copa, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya…”
La copa de dolor la bebió Jesús y no se resistió a la voluntad del Padre por más terrible que haya sido.
2. LA BOFETADA:
Aquí se encontraba Jesús frente al sumo sacerdote y al contestar a una pregunta fue abofeteado por un reo. (Jn 18,22). Algunos comentaristas dicen que aquí la palabra usada por Juan no significaba bofetada sino un bastonazo. El Dr. Judica Cordiglia experto en lesiones traumáticas dice: “es una lesión del cartílago de la nariz y la posible desviación de la misma debido a un golpe con un palo corto, cilíndrico y de 4 a 5 cm de diámetro.”
Un golpe a la nariz que fue capaz de desviarla de su plano normal y de lesionar el cartílago sugiriendo un dolor en carne viva hace pegar un grito de dolor a cualquiera. Aquí debió haber salido abundante sangre.
La copa de dolor ha comenzado, y Jesús siente en su cuerpo todo el dolor de ese terrible golpe en la nariz.
3. ENSAÑA Y MALOS TRATOS
Recordemos que Jesús fue arrestado de noche y llevado a una corte ilegal a ser condenado. Las leyes judaicas no permitían que ningún reo fuese condenado antes de la Pascua y que un juicio fuese llevado a cabo de noche.
También fueron traídos testigos falsos que el final no se pudieron usar por que sus historias no coincidían.
Jesús fue llevado ante al sumo sacerdote y después de horas de debates e interrogación, da la declaración que hace enfurecer al sumo sacerdote: “…y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo”.
Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: ha blasfemado! Qué más necesidad tenemos de testigos?
He aquí ahora mismo habéis oído su blasfemia. Qué os parece? Y respondiendo ellos, dijeron: es reo de muerte! (Mateo 26,64-66)
Recordemos que la piel de Jesús ya estaba sensible al sudar sangre y ahora aquí dice Mateo en el verso 67:
“… entonces le escupieron en el rostro, y le dieron de puñetazos, y otros le abofeteaban…”
Aquí, aunque los Evangelios no lo relatan, el profeta Isaías incluye que los pelos de su barba eran arrancados:
“di mi cuerpo a los verdugos, y mis mejillas a los que me arrancaban la barba; no escondí mi rostro de injurias y de escupirme.” (Is 50,6)
Vemos cómo Jesús fue despreciado y cómo lo humillaron delante los sumos sacerdotes. Tal desprecio aún hoy día Jesús sigue soportando de tantos católicos que no toman la fe de la religión como es debido, por sobre todo los desprecios vienen de las almas escogidas, donde no hay total entrega sino acomodos y facilidades. Ahí es donde más se duele Jesús.
4. LA FLAGELACIÓN
Después de que Jesús se presento a Pilato, el cual dijo que no encontraba nada mal en el, Jesús fue azotado. La intención de Pilato era azotar a Jesús y luego soltarlo, pero la insistencia del pueblo con sus gritos “¡crucifícale! ¡crucifícale! pudo más.
Dice Mateo 27,26: “entonces les soltó a Barrabas; y habiendo azotado a Jesús le entrego para ser crucificado.”
Mas de 120 golpes con el flagelo dados por dos fuertes verdugos, uno mas alto que el otro, diestros en su oficio, los cuales, puesto uno a cada lado del reo le cubrieron metódicamente con sus golpes toda la superficie del cuerpo (tórax, abdomen, brazos y piernas, a excepción de la parte del pecho correspondiente al corazón), sin dejar espacios en el cuerpo donde no hubiera golpes sangrientos.
El azote con el que le flagelaron fue terrible y horrible: flagellum taxillatum, compuesto básicamente de un bastón con tiras de cuero. Cada punta de cada tira se encontraba llena de pedazos de hueso y de plomo para poder lastimar más y así ver salir más sangre y ver sufrir más al condenado.
Al flagelar a Jesús en su ya sensible piel, cada latigazo arrancaba literalmente los pedazos de su piel exponiendo la carne viva y brotando abundante sangre. Así aparece Jesús: herido y sangrante conforme a lo que había predicho el profeta Isaías: “Como se asombraron de ti muchos, de tal manera fue desfigurado de los hombres su parecer…” (Is 52,14) También Isaías 53,3 dice: “despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto…”
Después del azotamiento, Jesús se desplomaría y quedaría sentado sobre el charco de su propia sangre. Estaba casi completamente desnudo, y parece que en ese momento le alcanzaron sus vestidos para que se cubriera. “Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio, y reunieron alrededor de Él a toda la compañía; y desnudándole, le echaron encima un manto de escarlata…” (Mt 27,27-28)
Muchos de los condenados morían en la flagelación debido a lo intenso y doloroso que era padecer tal martirio. No fue el caso de Jesús, y siguió soportando todo, en su cuerpo lacerado, llagado y ensangrentado. Y hasta el alma en un profundo escarnio.
¿Qué debemos pensar ahora de Jesús de todo lo que hizo por nosotros?.
Mucha gente se queja por tener un dolor de cabeza debido a un exceso de comida o bebida: Qué insignificancia!.
Cuánto debemos aprender de Jesús, a sufrir y padecer, al ver todo lo que soportó.
A no quejarse más, a menos que se tenga una muy buena razón.
5. LA CORONACIÓN DE ESPINAS.
Pasado un cierto tiempo, y algo repuesto de los azotes, aunque no del todo, Jesús fue llevado por los soldados al atrio, en el interior del pretorio e hicieron con el lo que se llamaba en aquel tiempo como “el juego del rey”, que era un juego de azar practicado por niños y adultos. Este juego cruel practicado a Jesús coronándolo de espinas era un desahogo brutal de los soldados romanos, cuando volvían de algún combate o al volver de visitar sus colonias en tierras lejanas.
Para ello, congregan a toda la cohorte (de 400 a 600 hombres), le desnudan de nuevo, le hacen sentar sobre cualquier banco de piedra, le echan a las espaldas una capa corta color grana y le encasquetan la corona de espinas con fuerza sobre la cabeza, le ponen una caña por cetro en la mano derecha y empezaba la farsa…
"salve, Rey de los judíos! Y le golpeaban en la cabeza con una caña, y le escupían, y puestos de rodillas le hacían reverencias. Después de haberle escarnecido, le desnudaron…"(Mc 15,15; Mt 27,26-30; Jn 19,1-3).
La palabra “corona” nos ha inducido a pensar en un cerco de espinas en torno a la cabeza, tal como lo presentan los crucifijos, pero la frase empleada aquí por Marcos al igual que Juan es: Plexantes stephanon ex acanthon…epethekan epi tes kefales autou: “Entretejiendo una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza.”
Estas espinas de una planta local se entretejía alrededor de la cabeza horizontalmente de la frente a la nuca pasando por encima de las orejas, pinchando la carne como un aguijón, hacía dolor intensamente y la sangre brotaba sin parar, produciendo un agudo e intenso dolor en el lugar donde lastimaba. Instintivamente la persona pinchada grita de dolor ante tal pinchazo y pide desesperadamente terminar con el dolor.
Con Jesús no hubo piedad alguna y colocando la corona de espinas bruscamente tuvo que soportar todo el dolor de los pinchazos en su cabeza hasta el momento de morir en la cruz.
6. CON LA CRUZ A CUESTAS.
Después de que Pilato no detuvo la condena, se manda a que Jesús fuese atado y enviado a morir crucificado:
“Inmediatamente... le quitaron el manto, le pusieron sus vestidos, y le llevaron para crucificarle (Mt 27:31).
Es significativo que diga que no le quitaron la corona de espinas y así seguía sufriendo más.
Era la costumbre que el reo cargara con su madero hasta el lugar de la crucifixión. Aquí a Jesús le mandan a cargar el palo transversal de la cruz que se cree que pesaba unas 110 libras. Fue forzado a cargar el madero sobre su ya desgarrada y sangrienta espalda por un tramo de distancia de unos 600 metros... hacia el Calvario... por un terreno pedregoso, con subidas y bajadas, pero no pudo llegar y Simón de Cirene le tuvo que ayudar, pues era tal el desfallecimiento en todo su cuerpo que sus fuerzas no le permitían avanzar más.
Hasta aquí vemos cómo Jesús se parece más y más a nosotros; es un ser humano como nosotros, que sufre y se lamenta por el dolor inflingido. Jesús es un ser humano pero jamás ha dejado de ser Dios, sigue tal cual es con el Padre Eterno, conserva toda su divinidad, majestad y gloria.
Para Jesús hubiera sido fácil pasar por esta prueba de tanto dolor si la soportaba como Dios, y no como ser humano.
En un abrir y cerrar de ojos todo el dolor de la flagelación y la coronación de espinas desaparecen como una piedra lanzada al mar. Aquí Jesús se despojó de todo lo divino y aceptó todo lo humano con todas sus imperfecciones.
Por esta justísima causa el Padre Celestial le dio todo el Poder a Jesús tanto en la tierra como en los Cielos, ante tamaña prueba de amor era muy justo que así lo hiciera.
Recordemos que Jesús, es Dios-hombre: “En el Huerto de Getsemaní una muchedumbre venía a arrestar a Jesús y Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó, e hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco” (Juan 18:10).
Entonces respondiendo Jesús, dijo: Basta ya; dejad. Y tocando su oreja, le sanó” (Lucas 22:50-51).
“Jesús entonces dijo a Pedro: Mete tu espada en la vaina; la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?”
(Juan 18:11).
“¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que Él no me daría más de doce legiones de ángeles?” (Mateo 26:53).
Jesús podía haber llamado a miles de ángeles para salvarlo de ir a la Cruz, pero El fue a Su crucifixión voluntariamente, a pagar la pena completa por todos los pecados.
San Bernardo preguntó a Jesús: ¿Cuál de todas las heridas en tu cuerpo te ha producido mayor dolor y cuál fue la más desconocido por los hombres durante la Pasión?
Jesús le respondió: Tenía una llaga profundísima en el hombro sobre el cual cargué mi pesada cruz; esa llaga era la más dolorosa de todas. Los hombres no la conocen. Honrad pues esta llaga y haré todo lo que por ella pidáis…”
7. LAS CAÍDAS.
Los evangelios no mencionan nada sobre caídas en el camino al Calvario, pero la fe y la tradición considera que Jesús cayó tres veces. Es posible que ambas rodillas estuvieran heridas por las violentas caídas sobre el terreno pedregoso, y el peso soportado de la cruz.
8. LA CRUCIFIXIÓN
Lo primero que hicieron los soldados fue despojarle violentamente de sus vestidos. La túnica interior estaba pegada a las llagas, debido a la sangre coagulada. Por lo tanto, el dolor tuvo que ser atroz. Cada hilo pegado a la superficie desnuda, al ser arrancado, arrastra consigo una de las innumerables terminaciones nerviosas puestas al descubierto con la llaga, dando así un terrible dolor en lugar de la llaga, al estar la carne viva.
Estos millares de choques dolorosos se suman y multiplican, aumentando cada uno en consecuencia la sensibilidad del sistema nervioso.
Aquí no se trata de una lesión local, sino de casi la totalidad de la superficie del cuerpo, especialmente del tan maltratado dorso. La sangre corre de nuevo y derribado al suelo las llagas de su dorso, muslos y pantorrillas se llenan de polvo y arena.
Los soldados atraviesan los clavos por las manos y los pies y es clavado a la cruz. Para los romanos la muñeca es considerada parte de la mano y se sabe que Jesús fue clavado por la muñeca para evitar que los clavos se salieran de sus manos con el peso de su cuerpo en la cruz.
Así clavado producía mayor dolor, comenzando en la muñeca y se extiende hasta el hombro llegando a abarcar la nuca.
Jesús fue clavado en las dos muñecas, por lo tanto el dolor se extendía en los brazos y los hombros por igual.
Los mismo sucedía en los pies, el clavo puntiagudo atravesaba toda la parte media del pie hasta llegar a la madera, y en su paso con violencia quiebra los cinco huesos irregulares que forman el pie en su parte media, atravesando también la madera y fijándose a ella.
Esta de más decir que el dolor era insoportable, y al igual que en las muñecas, en los pies, el terrible dolor comenzaba en el lugar donde era clavado, y se extendía por toda la pierna hasta llegar a la cintura, causando una parálisis de la piernas de la persona que lo sufría.
Ante tamaño dolor; en las muñecas hasta el hombro, y en los pies hasta la cintura, en la cabeza con la corona de espinas, en el cuerpo con los latigazos, en las rodillas por las caídas, y en el hombro por peso de la cruz;
¿puede el ser humano imaginar tanto dolor y tanto sufrimiento en una sola persona?
Jesús no ha emitido ningún grito, ni se ha quejado de sus verdugos, pero su rostro se ha contraído horriblemente debido al atroz y espantoso sufrimiento de todo su cuerpo.
Su pulgar, con un movimiento violento se ha doblado sobre la palma colocándose en oposición a los otros dedos, debido a que su nervio mediano ha sido herido.
Un dolor fulgurante e indecible se ha apoderado de sus dedos, saltando como un dardo de fuego hasta su espalda y estallando en su cerebro. Es el dolor más insoportable que un ser humano puede experimentar al producirse la lesión en un tronco nervioso.
Después de ser clavado Jesús fue levantado cumpliendo su propia profecía: “y si yo fuese levantado de la tierra, a todos atraeré a mi mismo. Y decía esto dando a entender de que muerte iba a morir.” (Jn 12,32)
El profeta David había manifestado en unos párrafos sobre el Mesías a la hora de la crucifixión: "Han taladrado mis manos y mis pies, y se pueden contar todos mis huesos". (Salmo 21: 17-18)
Junto a dos malhechores fue crucificado para cumplir la escritura: “…y fue contado con los pecadores, habiendo el llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores”.
9. ATROZ AGONÍA
Muy pronto Jesús comenzó a tener dificultad al respirar. Esto era propio de los crucificados. El diafragma muscular que se mueve para que pueda respirar al contraer y relajar los pulmones, se queda en posición de inhalación y es casi imposible exhalar el aire tomado. La única manera es apoyándose en los clavos de los pies y en la muñecas para poder exhalar el aire y luego comenzar de nuevo.
Poco a poco le fueron faltando las fuerzas, al tiempo que los calambres aumentaban y las alternativas de elevación y descensos sucesivos hubieron de abreviarse y repetirse más a menudo, por lo cual los dolores se acrecentaban hasta lo indecible.
Así pasaron 3 interminables horas desde las 12 del mediodía hasta las 3 de la tarde, y a la hora novena (como las 3 de la tarde), Jesús clamó a gran voz, diciendo:
Eloi, Eloi, lama sabactani? Que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿porque me has desamparado?
Jesús en esta exclamación quería manifestarnos algo muy importante: un sufrimiento atroz y misterioso que nosotros somos incapaces como seres humanos de imaginar si al menos no estamos en su lugar, o podemos tal vez situarnos unos minutos mentalmente, y tratar de poder sentir lo que Jesús sintió en ése momento.
Es verdad que no podremos sentir su sufrimiento y agonía, pero al menos consolemos a Jesús con muestras plegarias, y unámonos en espíritu a su tremendo dolor con un recogimiento interior meditando el Vía Crusis en silencio.
Estos sufrimientos lastiman y laceran en forma terrible: la humillación, las injurias, los desprecios, la ensaña, los insultos etc., todos estos descriptos hasta aquí son los que Jesús en carne propia tuvo que sentir para salvar a toda la humanidad de tantos pecados cometidos.
Jesús había salido fiador de los hombres, se había hecho responsable ante Dios de los crímenes, maldades, y pecados atroces de todo el mundo sin distinción desde el principio de la humanidad.
El Cordero de Dios inmolado llevó nuestros pecados y por un breve instante, como que el Padre alejó su rostro de Él... y fue abandonado. Is 53,4-5 dice: “ciertamente llevó el nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Más el herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre Él, y por su llaga fuimos nosotros curados.”
10.LA MUERTE EN LA CRUZ.
Cuando Jesús hubo probado el vinagre, dijo: consumado es…(Jn 19,30). Consumada estaba la obra que el Padre le había encomendado de redimir al mundo de todos los pecados (Jn 17,4). Todas las profecías sobre Él se habían cumplido. Había realizado su misión. Ahora podía morir; ya la humanidad estaba redimida y perdonada, gracias a su Pasión y muerte en la cruz. Jesús es el Salvador de humanidad. Sin Él no hay salvación posible, con Él todo es posible.
Existen muchas teorías acerca de las causas de la muerte de Jesús, pero casi todas coinciden que fue una combinación de aflicciones. La realidad al fin de toda su agonía es que Cristo fue quien entrego el espíritu y solamente el decidió el momento y el segundo de su muerte.
Jesús fue crucificado a las 9 de la mañana estuvo 6 horas soportando la cruz. Desde el mediodía hasta las tres de la tarde fueron tres horas de lenta agonía, el cuerpo de nuestro Señor Jesucristo había perdido mucha sangre y la poca que le quedaba en su cuerpo se había espesado de manera que el corazón ya casi no la podía bombear.
El suero se separa de los glóbulos rojos y una membrana alrededor del corazón llamada el pericardio estaba llena de líquido.
En los momentos finales, algunos médicos creen que Jesús muere de una pericarditis, que es la ruptura del pericardio por inflamación. Es como si su corazón haya explotado…
Esta condición es confirmada cuando el soldado traspasa una lanza por su costado:
“pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua…” (Jn 19,34) Aquí se cumple lo dicho por el profeta: “…y mirarán al crucificado, a quien traspasaron...” (Zac 3,10)
Era la costumbre de los romanos el quebrantarle las piernas a los reos crucificados si estaban vivos al final de su tortura en la cruz. Debido a que tenían que apoyarse en las piernas para respirar, al quebrantarles los huesos ya no podían respirar y morían asfixiados, una muerte horrible dejar a una persona sin aire para respirar.
En el caso de Jesús, vieron que ya estaba muerto y no tuvieron que quebrantarles los huesos. Esto fue un cumplimiento de la profecía que dice: “el guarda todos sus huesos; ni uno de ellos será quebrantado.” (Sal 34,20).
Todo lo que pasó el Señor durante todos sus sufrimientos lo hizo por amor… por amor a toda la humanidad sin distinción alguna, Jesús nos ama a todos tal cual somos.
Porque de tal manera amo Dios al mundo que envió a su Hijo…” y Jesús no rehusó la copa de sufrimiento que le esperaba y la bebió…
Aunque Jesús murió, la noticia más maravillosa de aquel tiempo fue que al tercer día resucitó. Su tumba está vacía. Él venció la muerte para dar vida a todos, venció el pecado para que pudiéramos acercarnos a Dios, pedir perdón por todo aquello que ofende a Dios, pedir fuerzas para no volver a cometerlo, y agradecer a Dios por todo el Amor que nos tiene. Y si se lo pedimos bien con humildad, en el nombre de Jesús y María, Dios no podrá negarnos nada.
Jesús llevó tu depresión, tu tristeza, tu dolor, tu angustia, tu desesperación, tu falta de ganas de vivir, tu mal genio, tu mal comportamiento ante los demás, todo lo que te preocupa y te hace sentir mal, todo, y las clavó en la cruz para darte paz, esperanza amor a la vida, amor a tu prójimo, amor a Dios y la vida eterna. No lo olvides nunca!.
EL DESAMPARO DE JESÚS EN LA CRUZ
Santa Faustina Kowalska, vidente y testigo de Jesús Misericordioso, le preguntó a Jesús sobre su Pasión y la crueldad por parte de Sumos Sacerdotes de tuvo que pasar:
(se refería a las burlas, desprecios, humillaciones, malos tratos, odios, incomprensiones y toda clase de malicia) a lo que Jesús le respondió:
Eso es cierto formó parte de mi Cruz, y lo acepté con amor, pero lo que más me causó dolor en mi Pasión fue el "desamparo" que pasé en la Cruz, en el momento que estaba por morir; la soledad, la tristeza y la angustia se apoderaron de mi alma.
"A las tres de la tarde, ruega por Mi Misericordia, en especial para los pecadores y aunque sólo sea por un brevísimo momento, sumérgete en Mi Pasión y Muerte, especialmente en Mi "Abandono" y "Desamparo" en el momento de Mi Agonía. Ésta es la Hora de la gran Misericordia para el mundo entero. Te permitiré penetrar en Mi tristeza mortal. En esta Hora las tres de la tarde, nada le será negado al alma que lo pida por los méritos de Mi Pasión" (...) (Diario, 1320)
Pero, ¿qué significado tiene la oración de Jesús, aquel grito que eleva al Padre: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado», la duda de su misión, de la presencia del Padre? En esta oración;
¿no se refleja, quizá, la consciencia precisamente de haber sido abandonado?
Las palabras que Jesús dirige al Padre son el inicio del Salmo 22, donde el salmista manifiesta a Dios la tensión entre sentirse dejado solo y la consciencia cierta de la presencia de Dios en medio de su pueblo.
El salmista reza: «Dios mío, de día te grito, y no respondes; de noche, y no me haces caso. Porque tú eres el Santo y habitas entre las alabanzas de Israel» (vv. 3-4). El salmista habla de «grito» para expresar ante Dios, aparentemente ausente, todo el sufrimiento de su oración: en el momento de angustia la oración se convierte en un grito.
Y esto sucede también en nuestra relación con el Señor: ante las situaciones más difíciles y dolorosas, cuando parece que Dios no escucha, no debemos temer confiarle a Él el peso que llevamos en nuestro corazón, no debemos tener miedo de gritarle nuestro sufrimiento; debemos estar convencidos de que Dios está cerca, aunque en apariencia calle y no nos diga nada.
BENEDICTO XVI AUDIENCIA GENERAL Sala Pablo VI Miércoles 8 de febrero de 2012.
VÍA CRUCIS
Viacrucis o Vía Crucis su significado es «camino de la cruz» y se refiere a las diferentes etapas o momentos vividos por Jesús desde el momento en que fue aprehendido hasta su crucifixión y sepultura.
"Vía Crucis" del latín "Camino de la Cruz". También conocido como "Estaciones de la Cruz" y "Vía Dolorosa". Se trata de un acto de piedad, un camino de oración que busca con la meditación de la pasión y muerte de Jesucristo en su camino al Calvario.
El camino se representa con una serie de catorce imágenes de la Pasión, denominadas estaciones, correspondientes a incidentes particulares que, según la tradición cristiana, Jesús sufrió por la salvación de la humanidad basados en los relatos evangélicos y la tradición. También se llama Viacrucis al recorrido de cruces que señalan un camino o una ruta donde se puede realizar este ejercicio piadoso.
Historia.
La costumbre de rezar las Estaciones de la Cruz posiblemente comenzó en Jerusalén.
Ciertos lugares de la Vía Dolorosa (aunque no se llamó así antes del siglo XVI) fueron reverentemente marcados desde los primeros siglos. Hacer allí las Estaciones de la Cruz se convirtió en la meta de muchos peregrinos desde la época del emperador Constantino (siglo IV).
Según la fe y la tradición, la Santísima Virgen visitaba diariamente las Estaciones originales y San Jerónimo, Padre de la Iglesia, escribió sobre la multitud de peregrinos de todos los países que visitaban los lugares santos en su tiempo. Sin embargo, no existe prueba de una forma fija para esta devoción en los primeros siglos.
Desde el siglo 12, año 1300, los peregrinos escriben sobre la "Vía Sacra", como una ruta por la que pasaban recordando la Pasión. No sabemos cuando surgieron las Estaciones según las conocemos hoy, ni cuando se les comenzó a conceder indulgencias pero probablemente fueron los Franciscanos los primeros en establecer el Vía Crucis ya que a ellos se les concedió en 1342 la custodia de los lugares más preciados de Tierra Santa. Tampoco está claro en que dirección se recorrían ya que, según parece, hasta el siglo 15 muchos lo hacían comenzando en el Monte Calvario y retrocediendo hasta la casa de Pilato.
La primera vez que se conoce el uso de la palabra "Estaciones" siendo utilizada en el sentido actual del Vía Crucis se encuentra en la narración del peregrino inglés Guillermo Wey sobre sus visitas a la Tierra Santa en 1458 y en 1462. Wey ya menciona catorce estaciones, pero solo cinco de ellas corresponden a que se usan hoy día, mientras que siete solo remotamente se refieren a la Pasión.
Comprendiendo la dificultad de peregrinar a la Tierra Santa, el Papa Inocencio XI en el años 1686 concedió a los franciscanos el derecho de erigir Estaciones en sus iglesias y declaró que todas las indulgencias anteriormente obtenidas por visitar devotamente los lugares de la Pasión del Señor en Tierra Santa las podían en adelante ganar los franciscanos y otros afiliados a la orden haciendo las Estaciones de la Cruz en sus propias iglesias según la forma acostumbrada. Inocente XII confirmó este privilegio en 1694 y Benedicto XIII en el año 1726 lo extendió a todos los fieles.
En el año 1731 el Papa Clemente XII definitivamente fijó en catorce el número de las Estaciones.
INDULGENCIAS DEL VÍA CRUCIS
Se concede Indulgencia Plenaria a los fieles cristianos que devotamente hacen las Estaciones de la Cruz.
Se recuerda que para ganar Indulgencia Plenaria hay que estar en gracia de Dios; haber confesado todos los pecados sin excepción alguno, y haber comulgado. La confesión puede hacerse una semana antes.
El ejercicio devoto de las Estaciones de la Cruz ayuda a renovar nuestro recuerdo de los sufrimientos de Cristo en su camino desde el "praetorium" de Pilato, donde fue condenado a muerte, hasta el Monte Calvario, donde por nuestra salvación murió en la cruz.
Las normas para obtener estas indulgencias plenarias son [cita requerida]:
Deben hacerse ante Estaciones de la Cruz erigidas según la ley.
Debe haber catorce cruces. Para ayudar en la devoción estas cruces están normalmente adjuntas a catorce imágenes o tablas representando las estaciones de Jerusalén.
Las Estaciones consisten en catorce piadosas lecturas con oraciones vocales. Pero para hacer estos ejercicios solo se requiere que se medite devótamente la pasión y muerte del Señor.
La meditación ha de hacerse en cada misterio de las estaciones, también pueden reemplazarse por oraciones devotamente recitadas, para vivir la vida espiritual y el sentimiento de Jesús en la cruz.
En su lugar se pueden rezar oraciones: Padrenuestro, Avemaría y Gloria u otras oraciones concernientes a la pasión del Señor.
El movimiento de una Estación a la otra. Si no es posible a todos los presente hacer este movimiento sin causar desorden al hacerse las Estaciones públicamente, es suficiente que la persona que lo dirige se mueva de Estación a Estación mientras los otros permanecen en su lugar.
Las personas que están legítimamente impedidas de satisfacer los requisitos anteriormente indicados, pueden obtener indulgencias si al menos pasan algún tiempo, por ejemplo, quince minutos en la lectura devota y la meditación de la Pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo.
Otros ejercicios de devoción son equivalentes a las Estaciones de la Cruz, aún en cuanto a indulgencias, si éstos nos recuerdan la Pasión y muerte del Señor y están aprobados por una autoridad competente.
Para otros ritos. Los patriarcas pueden establecer otros ejercicios devotos en memoria de la Pasión y muerte de nuestro Señor, en manera similar a las Estaciones de la Cruz. Dejando claro que todo por lo que Jesús murió en la cruz fue por nosotros, para poder salvarnos.
Los requisitos de arriba son necesarios para obtener las indulgencias, pero siempre que se hacen las Estaciones con devoción en cualquier lugar, ya sea públicamente o en privado, se obtendrán muchas gracias espirituales. Claro que deben hacerse de corazón, con fe y con sincera intención de conversión.
Las Estaciones de la Cruz se pueden hacer con gran beneficio para el alma durante todo el año y no sólo en la cuaresma, pero adquiere especialísima importancia durante los 40 días que dura la Cuaresma. Cada Viernes Santo, el Papa dirige las Estaciones de la Cruz desde el Coliseo en Roma para recordar a los mártires y nuestro llamado a seguir sus pasos.
PROMESAS DE JESUCRISTO A LOS QUE PRACTIQUEN DEVÓTAMENTE EL VÍA CRUCIS
A la edad de 18 años, Estanislao, joven español, ingresó al noviciado de los “Hermanos de las escuelas cristianas", en Bugedo (Burgos, España). En la vida religiosa, este joven tomó los votos de religión que son: el cumplimiento de los reglamentos, avanzar en la perfección cristiana; y alcanzar el amor puro.
En el mes de octubre de 1926, este hermano se ofreció a Jesús por medio de María Santísima. Poco después de haber hecho esta donación heroica de sí mismo, el joven religioso enfermó y meses después, murió. Fue en marzo de 1927.
Según el maestro de novicios, Estanislao era un alma escogida de Dios que recibía mensajes del cielo. Sus confesores y teólogos reconocieron estos hechos sobrenaturales como actos insignes. Su director espiritual le había ordenado escribir todas las promesas transmitidas por Nuestro Señor, entre otras las relacionadas con los devotos del Via Crucis.
Promesas para los devotos que realicen del Vía Crucis.
1.- Yo concederé todo cuanto se me pidiere con fe, durante el rezo del Vía Crucis.
2.- Yo prometo la vida eterna a los que, "de vez en cuando", se aplican a rezar el Via Crucis.
3.- Durante la vida, yo les acompañaré en todo lugar y tendrán Mi ayuda especial en la hora de la muerte.
4.- Aunque tengan más pecados que las hojas de las hierbas que crece en los campos, y más que los granos de arena en el mar, todos serán borrados por medio de esta devoción al Via Crucis. (Nota: Esta devoción no elimina la obligación de confesar los pecados mortales. Siempre se debe confesar todos los pecados antes de recibir la Santa Comunión.)
5.- Los que acostumbran rezar el Vía Crucis frecuentemente, gozarán de una gloria "extraordinaria" en el cielo.
6.- Después de la muerte, si estos devotos llegasen al purgatorio, Yo los libraré de ese lugar de expiación, el primer día Martes o día Viernes después de morir.
7.- Yo bendeciré a estas almas cada vez que rezan el Vía Crucis; y mi bendición les acompañará en todas partes de la tierra. Después de la muerte, gozarán de esta bendición en el Cielo, por toda la eternidad.
8.- A la hora de la muerte, no permitiré que sean sujetos a la tentación del demonio. Al espíritu maligno le despojaré de todo poder sobre estas almas. Así podrán reposar tranquilamente en mis brazos.
9.- Si rezan con verdadero amor, serán altamente premiados. Es decir, convertiré a cada una de estas almas en Copón viviente, donde me complaceré en derramar mi gracia.
10.- Fijaré la mirada de mis ojos sobre aquellas almas que rezan el Vía Crucis con frecuencia y Mis Manos estarán siempre abiertas para protegerlas.
11.- Así como yo fui clavado en la cruz, igualmente estaré siempre muy unido a los que me honran, con el rezo frecuente del Vía Crucis.
12.- Los devotos del Vía Crucis nunca se separarán de mí porque Yo les daré la gracia de jamás cometer un pecado mortal.
13.- En la hora de la muerte, Yo les consolaré con mi presencia, e iremos juntos al cielo. La muerte será dulce para todos los que Me han honrado durante la vida con el rezo del Vía Crucis.
14.- Para estos devotos del Vía Crucis, Mi alma será un escudo de protección contra los demonios y siempre les prestará auxilio cuando recurran a Mí.
Después de leer estas promesas de Nuestro Señor Jesucristo, no perdamos más tiempo dediquemos media hora todos los días o al menos los días Martes y Viernes a contemplar, meditar y realizar el Vía Crucis. Jesús siempre cumple sus promesas, no olvidemos éso jamás.
VÍA CRUCIS
Por la señal de la Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor, Dios Nuestro.
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
ALMA DE CRISTO*:
Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Tí.
Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Tí.
Para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos. Amén.
*Oración con Indulgencia Plenaria con los requisitos de costumbre; confesión y comunión.
PRIMERA ESTACIÓN: JESÚS ES CONDENADO A MUERTE
Te adoramos Cristo y te bendecimos porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
María llena de profunda aflicción, oye la sentencia de muerte: "Crucifícale, caiga su sangre sobre nosotros".
Oh María escucha mi oración; que la Preciosa Sangre de Jesús sea mi Redención. Amén.
Oración:
Padre Eterno yo te ofrezco las llagas de Nuestro Señor Jesucristo, para curar las llagas de nuestras almas. Amén
Perdón, misericordia Jesús mío, durante los presentes peligros, cúbrenos con vuestra Preciosa Sangre. Amén
Santa Madre te lo ruego, en mi pecho graba a fuego las llagas del Salvador. Amén.
Padre Eterno: Yo también crucifico a Jesús con mis pecados. Amén, Amén, Amén.
SEGUNDA ESTACIÓN: JESÚS CARGA CON SU CRUZ
Te adoramos Cristo y te bendecimos porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
María, sin decir una queja, ve correr la Preciosa Sangre del hombro de su Hijo Jesús.
Oh Madre amada, ayúdame a llevar mi cruz con paciencia y resignación, unido siempre a Jesús. Amén.
Oración:
Padre Eterno, yo te ofrezco las llagas de Nuestro Señor Jesucristo, para curar las llagas de nuestras almas. Amén.
Perdón, misericordia Jesús mío, durante los presentes peligros, cúbrenos con vuestra Preciosa Sangre. Amén.
Santa Madre te lo ruego, en mi pecho graba a fuego las llagas del Salvador. Amén.
Padre Eterno: Sosténme cuando me llegue el dolor y tenga que sufrir. Amén, Amén, Amén.
TERCERA ESTACIÓN: JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ
Te adoramos Cristo y te bendecimos porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
María traspasada por el dolor, ve emparpase la tierra con la Sangre Divina de Jesús.
Oh María, cuando mi alma está reseca por los deseos de este mundo, recuérdame las palabras de Cristo: "El que venga a Mí no tendrá nunca sed". Amén.
Oración:
Padre Eterno, yo te ofrezco las llagas de Nuestro Señor Jesucristo, para curar las llagas de nuestras almas. Amén
Perdón, misericordia Jesús mío, durante los presentes peligros, cúbrenos con vuestra Preciosa Sangre. Amén.
Santa Madre te lo ruego, en mi pecho graba a fuego las llagas del Salvador. Amén.
Padre Eterno: Mis pecados también le han hecho caer. Amén, Amén, Amén.
CUARTA ESTACIÓN: JESÚS SE ENCUENTRA CON SU MADRE
Te adoramos Cristo y te bendecimos porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
¿Cuál sería el dolor de María, al ver cuánto sufre Jesús?
Jesús mira también a su Madre.
Oh María, inspírame arrepentimiento y deseo de hacer penitencia, pues yo también he sido causa de tanto dolor. Amén.
Oración:
Padre Eterno, yo te ofrezco las llagas de Nuestro Señor Jesucristo, para curar las llagas de nuestras almas. Amén
Perdón, misericordia Jesús mío, durante los presentes peligros, cúbrenos con vuestra Preciosa Sangre. Amén.
Santa Madre te lo ruego en mi pecho graba a fuego las llagas del Salvador. Amén.
Padre Eterno: Jesús y María también sufrieron por mí. Amén, Amén, Amén.
QUINTA ESTACIÓN: EL CIRENEO AYUDA A LLEVAR LA CRUZ A JESÚS
Te adoramos Cristo y te bendecimos porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
María contempla como rehusan prestar ayuda a Jesús.
Oh María, enséñame a amar a Cristo; ayúdame para que Jesús me encuentre siempre dispuesto a ayudar a mis hermanos necesitados, ya sea en forma corporal o espiritual. Amén.
Oración:
Padre Eterno, yo te ofrezco las llagas de Nuestro Señor Jesucristo, para curar las llagas de nuestras almas. Amén
Perdón, misericordia Jesús mío, durante los presentes peligros, cúbrenos con vuestra Preciosa Sangre. Amén.
Santa Madre te lo ruego en mi pecho graba a fuego las llagas del Salvador. Amén.
Padre Eterno: Llévame junto a Tí. Amén, Amén, Amén.
SEXTA ESTACIÓN: LA VERÓNICA LIMPIA EL ROSTRO DE JESÚS
Te adoramos Cristo y te bendecimos porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
María calmada en medio de su gran dolor, mira a la Verónica que enfrenta la furia de la multitud.
Oh María, dame la gracia y la fortaleza para que yo nunca tema lo que la multitud pueda pensar o decir de mí. Amén
Oración:
Padre Eterno, yo te ofrezco las llagas de Nuestro Señor Jesucristo, para curar las llagas de nuestras almas. Amén
Perdón, misericordia Jesús mío, durante los presentes peligros, cúbrenos con vuestra Preciosa Sangre. Amén.
Santa Madre te lo ruego, en mi pecho graba a fuego las llagas del Salvador. Amén.
Padre Eterno: Traza en mi alma el Divino rostro de Jesús. Amén, Amén, Amén.
SÉPTIMA ESTACIÓN: JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ
Te adoramos Cristo y te bendecimos porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
María afligida profundamente, mira como la cruz fatiga a Jesús y le hace caer.
Sin embargo, Jesús se levanta.
Oh María, dame la fortaleza para levantarme siempre y seguir a Cristo como a mi único Salvador. Amén.
Oración:
Padre Eterno, yo te ofrezco las llagas de Nuestro Señor Jesucristo, para curar las llagas de nuestras almas. Amén
Perdón, misericordia Jesús mío, durante los presentes peligros, cúbrenos con vuestra Preciosa Sangre. Amén.
Santa Madre te lo ruego, en mi pecho graba a fuego las llagas del Salvador. Amén.
Padre Eterno: Ayúdame a levantarme para seguir siempre a Cristo. Amén, Amén, Amén.
OCTAVA ESTACIÓN: JESÚS CONSUELA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN
Te adoramos Cristo y te bendecimos porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
María mira a Jesús que sufre por el desamparo de su pueblo.
Sin embargo Jesús en este momento de dolor, consuela a los suyos.
María lléname de entusiasmo por las obras espirituales de misericordia. Amén.
Oración:
Padre Eterno, yo te ofrezco las llagas de Nuestro Señor Jesucristo, para curar las llagas de nuestras almas. Amén
Perdón, misericordia Jesús mío, durante los presentes peligros, cúbrenos con vuestra Preciosa Sangre. Amén.
Santa Madre te lo ruego, en mi pecho graba a fuego las llagas del Salvador. Amén.
Padre Eterno: Haz que mi arrepentimiento sea sincero. Amén, Amén, Amén.
NOVENA ESTACIÓN: JESÚS CAE POR TERCERA VEZ
Te adoramos Cristo y te bendecimos porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
María ve a Jesús postrado en el suelo.
Oh María, para que yo no vuelva a caer en pecado, ayúdame a prepararme dignamente para comulgar,
y hacer bien la penitencia que me da por el sacerdote. Amén.
Oración:
Padre Eterno, yo te ofrezco las llagas de Nuestro Señor Jesucristo, para curar las llagas de nuestras almas. Amén
Perdón, misericordia Jesús mío, durante los presentes peligros, cúbrenos con vuestra Preciosa Sangre. Amén.
Santa Madre te lo ruego, en mi pecho graba a fuego las llagas del Salvador. Amén.
Padre Eterno: Dame la gracia para que nunca cometa pecados mortales. Amén, Amén, Amén.
DÉCIMA ESTACIÓN: JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS
Te adoramos Cristo y te bendecimos porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
María sin poder acercarse a su Hijo contempla cómo le quitan bruscamente la túnica a Jesús.
Oh María, sepárame de todo lo que pueda manchar con pecado mi cuerpo y mi alma. Amén.
Oración:
Padre Eterno, yo te ofrezco las llagas de Nuestro Señor Jesucristo, para curar las llagas de nuestras almas. Amén
Perdón, misericordia Jesús mío, durante los presentes peligros, cúbrenos con vuestra Preciosa Sangre. Amén.
Santa Madre te lo ruego, en mi pecho graba a fuego las llagas del Salvador. Amén.
Padre Eterno: Apártame de todo pecado. Amén, Amén, Amén.
DÉCIMA PRIMERA ESTACIÓN: JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ
Te adoramos Cristo y te bendecimos porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
María angustiada y dolorida más y más, ve brotar de las manos y de los pies de Jesús, Sangre Redentora.
Oh María, por sus llagas, ayúdame a renovar mi fidelidad hecha a Dios.
Y con aquellos clavos átame a Jesús para siempre. Amén.
Oración:
Padre Eterno, yo te ofrezco las llagas de Nuestro Señor Jesucristo, para curar las llagas de nuestras almas. Amén
Perdón, misericordia Jesús mío, durante los presentes peligros, cúbrenos con vuestra Preciosa Sangre. Amén.
Santa Madre te lo ruego, en mi pecho graba a fuego las llagas del Salvador. Amén.
Padre Eterno: Estando en la manos de Jesús, no me perderé. Amén, Amén, Amén.
DÉCIMA SEGUNDA ESTACIÓN: JESÚS MUERE EN LA CRUZ
Te adoramos Cristo y te bendecimos porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
María traspasada por la espada de dolor, ve morir a Jesús en la cruz.
Sus llagas sangrantes interceden por mí.
Oh María, limpia mi alma pecadora con Preciosa Sangre de Jesús. Amén.
Oración:
Padre Eterno, yo te ofrezco las llagas de Nuestro Señor Jesucristo, para curar las llagas de nuestras almas. Amén
Perdón, misericordia Jesús mío, durante los presentes peligros, cúbrenos con vuestra Preciosa Sangre. Amén.
Santa Madre te lo ruego, en mi pecho graba a fuego las llagas del Salvador. Amén.
Padre Eterno: Con muerte de Jesús enséñame a vivir. Amén, Amén, Amén.
DÉCIMA TERCERA ESTACIÓN: JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ Y PUESTO EN LOS BRAZOS DE SU MADRE
Te adoramos Cristo y te bendecimos porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
De la cruz descienden a Jesús y María lo recibe en sus brazos.
Oh María, dame la gracia de mantener puro mi cuerpo y mi alma para recibir siempre a Cristo en la comunión. Amén.
Oración:
Padre Eterno, yo te ofrezco las llagas de Nuestro Señor Jesucristo, para curar las llagas de nuestras almas. Amén
Perdón, misericordia Jesús mío, durante los presentes, peligros cúbrenos con vuestra Preciosa Sangre. Amén.
Santa Madre te lo ruego, en mi pecho graba a fuego las llagas del Salvador. Amén.
Padre Eterno: Recibe mi alma en el momento de mi muerte. Amén, Amén, Amén.
DÉCIMA CUARTA ESTACIÓN: JESÚS ES SEPULTADO
Te adoramos Cristo y te bendecimos porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
María con una muy triste y profunda amargura sepulta al Hijo a quién Ella en el pesebre dio a luz.
Oh María, renueva tu amor por mí, y cuida mi alma, ahora y en la hora de mi muerte. Amén.
Oración:
Padre Eterno, yo te ofrezco las llagas de Nuestro Señor Jesucristo, para curar las llagas de nuestras almas. Amén
Perdón, misericordia Jesús mío, durante los presentes peligros, cúbrenos con vuestra Preciosa Sangre. Amén.
Santa Madre te lo ruego, en mi pecho graba a fuego las llagas del Salvador. Amén.
Padre Eterno: Que yo descanse por fin en Tí. Amén, Amén, Amén.
VÍA CRUCIS DE SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER.
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